Por ANDRÉS RODRÍGUEZ LÓPEZ
China sobre hielo
Pocas disciplinas deportivas resultan tan exigentes como el patinaje artístico. Quienes lo practican necesitan combinar potencia, flexibilidad, destreza, ritmo, coordinación, un muy aguzado sentido estético, precisión e infinidad de horas de durísimo entrenamiento para lograr llegar a leer siquiera su nombre en la esquina más perdida de las páginas deportivas de los periódicos. Porque pese a su exigencia, pese a reunir casi todo lo que una disciplina deportiva puede ofrecer, a nivel global el patinaje artístico sigue siendo un espectáculo minoritario. Muy minoritario.
También lo es en China, un país que ha ido recorriendo lentamente, uno tras otro, los pasos necesarios para convertirse, si no en una potencia dominante, sí en uno de los países a tener siempre en cuenta para las medallas. Volvió a demostrarlo durante el primer fin de semana de noviembre en Beijing, donde se disputó la Copa de China, una de las seis pruebas que componen el Gran Prix, un campeonato internacional que se celebra todas las temporadas. Y allí, sobre el hielo pulido de la capital china, pero ante unas gradas medio vacías, conquistó la competición por parejas el joven tándem chino, procedente de la septentrional provincia china de Harbin, formado por Sui Wenjing y Han Cong, vigentes campeones del mundo y serios aspirantes a revalidar el título en marzo, en la ciudad italiana de Turín.
Claro que eso será un mes después de que intenten colgarse el oro olímpico en la localidad surcoreana de Pyeongchang, sede de los Juegos Olímpicos de Invierno 2018. Y eso, claro, son ya palabras mayores, como bien sabe su entrenador, Zhao Hongbo, ganador del primer oro olímpico de patinaje artístico para China.
11 de noviembre de 2017. Sui Wenjing y Han Cong baten el récord mundial en patinaje libre en pareja en Osaka, Japón.
Un oro largo tiempo soñado
Los patinadores chinos ya habían conseguido colgarse al cuello alguna plata olímpica. Fueron grandes alegrías para el patinaje artístico del país, qué duda cabe, pero incomparables con la que supuso la conquista del oro en Vancouver 2010 por la pareja formada por Shen Xue y Zhao Hongbo. Una medalla histórica y bañada en épica, con Shen patinando infiltrada por culpa de una dolorosa lesión, que no le impidió completar una actuación sobresaliente.
Aquella jornada en Vancouver abrió a China las puertas de la élite del patinaje artístico. No solo por el oro de Shen y Zhao, sino también por la plata que conquistó la pareja formada por Pang Qing y Tong Jian. Es más, a punto estuvo China de llevarse también el bronce, lo que hubiese sido un hito histórico. Lo impidió un error que cometieron Zhang Hao y Zhan Dao durante la ejecución de un doble axel combinado con un triple toeloop.
Y si alguien tiene derecho a recordar con especial orgullo aquel campeonato, ese es Yao Bin, considerado el alma mater del patinaje artístico chino. Buena parte de los éxitos de los patinadores chinos le corresponde a él, que fue quien pulió la preparación de las parejas desde la sombra. Para comprender la dimensión de la gesta de Vancouver, baste señalar que China acabó con nada menos que 46 años de dominio ruso en el evento de parejas. Los patinadores soviéticos y rusos venían de conquistar doce oros olímpicos consecutivos entre los Juegos de 1964 y los de 2010. Esa racha increíble la cortó China de raíz.
La historia de Yao Bin es importante porque es también la del patinaje chino. Posiblemente él no olvidará nunca su desafortunada presentación internacional como patinador, con su pareja Luan Bo. Era el Mundial de 1980 y la pareja china no consiguió mantener el equilibrio durante su puesta en escena, generando las risas de los aficionados. Terminaron últimos, la misma posición en la que acabaron los dos siguientes mundiales. En los Juegos Olímpicos de Sarajevo, en 1984, finalizaron décimo quintos.
Sin embargo, el mérito de esta pareja es mayúsculo. Sin acceso a imágenes en una China todavía encerrada en sí misma, ni a entrenadores, ni a instalaciones, se basaron en las pocas fotografías que habían conseguido de patinadores occidentales para intentar en su Harbin natal imitar aquellos movimientos deslumbrantes. No tuvieron éxito, como quedó dicho. O no lo tuvieron inmediatamente.
Yao decidió perseverar. Fijó su atención en las generaciones venideras, de las que se hizo cargo, y poco a poco fue dejando su sello en los patinadores de su país, que comenzaron lentamente a competir con las grandes potencias. El patinaje chino empezó a destacar por su pureza técnica, pero sobre todo por su capacidad de asumir riesgos, por buscar sus propios límites. Tanta osadía y arrojo acabó encontrando su merecido premio en Vancouver. Treinta años después de su debut internacional como patinador, el patinaje artístico internacional no tuvo otra opción que rendirse ante la grandeza de Yao y de sus muchachos.
“Esta medalla no es solo nuestra, es de todo el equipo de patinaje artístico de China”, dijo entonces Shen, con la medalla al cuello, justo antes de retirarse del deporte profesional en activo tras sus cuartos Juegos Olímpicos. “Hay mucha gente que nos ha apoyado y que ha hecho sacrificios increíbles por nosotros”, añadió. “Lo conseguimos. Finalmente ganamos el oro olímpico. Perseveramos. Triunfamos. ¡Vamos China!”, dijo su compañero Zhao Hongbo, que con 36 años entonces se convirtió en el patinador más veterano en ganar un oro olímpico desde 1920.
El espíritu de Yao continúa vivo
Al frente ahora del equipo nacional, Zhao Hongbo tiene la oportunidad de agigantar su leyenda si consigue que sus pupilos se hagan con el oro en Pyeongchang y dar así continuidad al espíritu rebelde de Yao. Independientemente de lo que ocurra después en Turín, el foco ahora mismo está puesto en los Juegos de Invierno en Corea del Sur. Al fin y al cabo, la oportunidad de ganar un Mundial asoma cada año. Una medalla olímpica requiere cuatro de espera, es el premio gordo.
Antes de la Copa de China celebrada a principios de noviembre en Beijing, Zhao ya había anunciado que el programa que presentarían sus patinadores sería muy semejante al que utilizarán para competir en Pyeongchang. “Nuestros patinadores tienen que intentar hacerlo lo mejor posible. Luego tendremos alguna información para hacer pequeños cambios en nuestros programas”, dijo entonces Zhao.
Competidores chinos y extranjeros en la Copa de China 2017. Fotos de VCG
Un programa que incluye todos los movimientos, con un cuádruple dificilísimo y grandes elevaciones, con una sincronía perfecta y muy veloz. Y aunque ella se cayó en un triple paralelo, único fallo que cometieron, acabaron ganando la competición. Lo hicieron, además, al ritmo de la música de Turandot, ópera compuesta por el italiano Giacomo Puccini y con la que Shen Xue y Zhao Hongbo conquistaron el oro en Vancouver 2010. Todo un guiño al destino.
No son las únicas opciones de China. En parejas les siguen de cerca Yu Xiaoyu y Zhang Hao, que acabaron segundos en Beijing y que son aspirantes a medalla, aunque en principio la teoría y los programas presentados hasta ahora por las demás parejas dicen que canadienses, alemanes y rusos están también a su nivel.
Aparentemente sin posibilidades en danza ni en individual femenino, asoma para China la esperanza de conseguir tal vez una medalla en la competición individual masculina gracias al concurso de Jin Boyang, a quien sus espectaculares saltos han concedido notoriedad a sus 20 años. Apoyado por la famosa coreógrafa canadiense Lori Nichol, Jin tal vez no esté aún para competir con el japonés Yuzuru Hanyu, al fin y al cabo el mejor patinador de todos los tiempos, pero sí con el resto para tratar de llevar algún otro metal de vuelta a China.
Al frente ahora del equipo nacional, Zhao Hongbo tiene la oportunidad de agigantar su leyenda si consigue que sus pupilos se hagan con el oro en Pyeongchang y dar así continuidad al espíritu rebelde de Yao. Independientemente de lo que ocurra después en Turín, el foco ahora mismo está puesto en los Juegos de Invierno en Corea del Sur. Al fin y al cabo, la oportunidad de ganar un Mundial asoma cada año. Una medalla olímpica requiere cuatro de espera, es el premio gordo.
En China, como en el resto del planeta, falta una mayor afición por un deporte injustamente minoritario. Pero, entre tanto, quienes disfrutan del placer estético que solo esta disciplina puede transmitir, esperan ansiosos los Juegos de Pyeongchang 2018 con la esperanza de ver de nuevo a sus patinadores subir a lo más alto del podio. Un oro que reivindique casi cuatro décadas de enorme esfuerzo y dedicación para instalar a los patinadores chinos en la elite mundial.