¿Donarías tu cuerpo a la ciencia?
Un día, mamá nos llamó y nos habló en serio del tema. “En nuestro país, según la norma, 4 estudiantes de medicina deben contar con un cadáver para su estudio. Sin embargo, en realidad, sólo grupos de más de 10 alumnos disponen de uno. Es más, en Estados Unidos y Europa, un estudiante de cirugía puede participar en la disección de 10 cadáveres”, dijo. “¿Recuerdan a la abuela?”, nos preguntó. Cómo podíamos olvidarla si nos cuidó cuando éramos unas recién nacidas. “En los últimos años de su vida –agregó mi madre– ella quedó ciega y vivió en la oscuridad, pues en aquel entonces no había donación de córneas. Tampoco deben olvidar a su padre, quien murió de cáncer cuando apenas se había jubilado. Si muchos donáramos nuestro cuerpo para su uso científico y médico, y permitiéramos que nuestros órganos sirvan a los más necesitados, más pacientes tendrían la oportunidad de recuperarse. Es cuestión de aportar a la sociedad”, mencionó.
Sus palabras llegaron al fondo de mi corazón, aunque seguía sin poder aceptar su decisión. En los siguientes días indagué sobre el tema y supe que en 1999 la Cruz Roja de Beijing había creado 3 centros de donación voluntaria de cuerpos: el Instituto de Medicina Xiehe (Concordia) de Beijing (Peking Union Medical College, siglas en inglés), el Instituto de Medicina de la Universidad de Beijing (Peking University Health Science Center) y la Universidad de Medicina de la Capital (Capital Medical University). Desde entonces, muchas personas se han inscrito para donar su cuerpo a la ciencia. Antes, las escuelas de medicina debían buscar cadáveres no reclamados por sus familiares, por medio de los hospitales y los burós de seguridad.
En los años siguientes adopté una actitud evasiva en cuanto al tema. Sin embargo, en 2004 algo ocurrió. El tío Guo, compañero universitario de mamá y oficial de alto rango del Ejército, falleció de cáncer de próstata. Dos meses antes de morir, él había sostenido una charla telefónica con mi madre. Le dijo que, al darse cuenta del poco tiempo que le quedaba de vida, había decidido donar su cuerpo. Al ser víctima del cáncer, sus restos podrían ser de mucha utilidad para el estudio de esta enfermedad. Cuando el tío Guo dejó este mundo, su esposa enseguida se puso en contacto con el centro de donación. Antes de que trasladaran el cadáver, los familiares del tío Guo le dieron el último adiós en el hospital. Al entregar el cuerpo al centro, la esposa recibió un certificado que atestiguaba tan altruista deseo.