MI madre es diferente a otras. A menudo le vienen a la mente ideas “raras”. Hace un año y medio, no quiso mudarse a una vivienda cercana a la mía y, más bien, decidió ir a un asilo de ancianos. En aquel momento creí que ella era muy egoísta por no tomar en cuenta nuestros sentimientos. En China, si los padres viven en un asilo, sus hijos son considerados unos desagradecidos. Ni mi hermana mayor ni yo pudimos convencerla, así que, finalmente, la ayudé a encontrar un asilo con buenas condiciones. Mi madre no es la misma de antes. Se ha unido a un grupo de calistenia y, además, ya sabe usar una computadora y navegar por Internet. En el asilo goza de una feliz senectud.

Otra idea de mi mamá nos resultó aún más sorprendente: quiere donar su cuerpo. Nos la reveló en 2003, lo que provocó una fuerte reacción en mi hermana y en mí. No podíamos entender ni aceptar su decisión. Mi madre no cree en la supervivencia del alma después de la muerte. Aun así, yo pensaba que ella no debía tomar tal decisión.