Cuando estudiar es un sueño cumplido
El tibetano se enseña desde el primer grado de primaria hasta el último de secundaria. En total, durante toda la primaria y secundaria, las clases en tibetano deben superar las 1.775 horas. Hay más de 15.500 maestros de tibetano en toda la región autónoma que se dedican a impartir estas clases obligatorias.
De hecho, en las escuelas de primaria de las zonas rurales del Tibet, todas las clases se imparten en tibetano, lo que crea mucha demanda de profesores de este idioma. En las ciudades, gracias a la enseñanza bilingüe, una vez graduados, los alumnos tienen más oportunidades laborales. Drolma piensa en ser actriz o policía, mientras que su hermana pequeña sueña con ser profesora. Su madre opina que doctor o profesor son las ocupaciones ideales.
Cada mañana, en las aulas se quema incienso para purificar el aire, un rito de la medicina tradicional tibetana. En los estantes, se encuentran muchos clásicos universales traducidos al tibetano, como El sueño de una noche de verano, de Shakespeare, una antología poética de Rabindranath Tagore o selecciones de los mejores versos de los poetas de las dinastías Tang y Song, entre otros. Son libros gastados ya por tanto uso. Si la enseñanza no fuera gratuita, la educación de los hijos sería una pesada carga económica para la familia de Tashi Lam.
A pesar de la presencia cada día mayor de elementos de la vida moderna en el Tíbet, Tashi Lam insiste en preparar cada día como desayuno el tradicional zanba (harina de cebada qingke tostada), por sus propiedades nutritivas; en Año Nuevo, sirve carne seca de yak, yogur tibetano y otros postres típicos a los invitados. La visita al Monasterio Drepung cada 15 del primer mes lunar constituye un gran acontecimiento para la familia; Tashi Lam le da unos cuantos billetes de poco importe a Celhamu para que realice ofrendas ante cada estatua de Buda. De esta manera, la familia, esperanzada, ruega por que el año que empieza le sea favorable.