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2012-July-26 08:52

“Mi futuro es China”

Por RAFAEL VALDEZ MERA

Brian González estudia y vive en la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing.

Llegó hace casi tres años a Beijing y ya ha perdido bastante el acento característico de los argentinos. Es amante de la comida china, no tiene problemas en probar aquello que en su país jamás habría saboreado e, incluso, es amigo de la señora que vende rou jiamo (panecillo con carne de cerdo y lechuga) afuera de su universidad porque es cliente frecuente. Brian González tiene apenas 21 años, pero ya decidió que su futuro está en China. De hecho, no descarta casarse con una mujer asiática. Afirma que volverá a su país solo de vacaciones y que le gustaría traer a su familia para que conozca China.

Cuando recuerda cómo surgió la idea de estudiar chino no puede evitar reírse. Tenía 16 años, recién había comenzado el bachillerato y vivía en las afueras de la ciudad de Buenos Aires. “Yo vivía en un pueblito alejado donde no te enterabas de nada de lo que pasaba en el mundo. Un día, al salir del colegio, se me ocurrió la idea de estudiar chino, no sé cómo explicarlo, fue el destino”, recuerda. Llamó a la Embajada de China y así fue como encontró el Instituto de Idioma y Cultura China, en la ciudad de Buenos Aires. Para ir a clases de chino, todos los sábados tenía que viajar desde su pueblo hasta la capital del país. “¿Por qué no estudiaste otro idioma?”, le preguntamos. “Fue el destino”, reitera.

A los cinco meses de estar en el instituto le llegó una propuesta inesperada. El Ministerio de Educación de la República Popular China, con el auspicio de la Oficina Nacional del Idioma Chino como Lengua Extranjera, estaba organizando el concurso “Puente de chino” y su instituto quería enviar un representante. La alumna con el mejor nivel de chino no pudo participar, así que se lo propusieron a él. “Sabemos que recién has comenzado a estudiar chino, así que no tenemos ninguna expectativa, solo queremos que alguien represente al instituto”, le dijeron. A pesar de eso, tomó en serio el reto y se preparó intensamente. “China seguirá creciendo y este idioma cada vez será más importante. En ningún momento la dificultad del aprendizaje me desanimó, sino todo lo contrario, me alentaba a seguir estudiando más”. Al final quedó en segundo lugar y el premio fue una beca para estudiar mandarín en China.

El 4 de septiembre de 2009 por fin llegó el día de partir a China. Antes de entrar a la revisión de aduana se cuestionó si estaba haciendo lo correcto, pero de inmediato tomó fuerzas y se dijo “a remarla”, frase que en Argentina se usa para referirse al deseo de seguir adelante. Era la primera vez que viajaba en avión. Desde ese día no ha vuelto a su país.

Al fin en China

Brian dice que solo volve-rá a su país de vacaciones y que le gustaría traer a su familia para que conozca Beijing. Fotos del autor

Recorrer la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing es como ir a un desfile de banderas humanas. Gente de todas las razas, vestimentas, acentos y rasgos se mezclan, ríen y comparten. Ese ambiente multicultural fascinó a Brian apenas llegó.

“Lo más chocante al principio fue ir a un parque y ver a los niños que tenían un gran agujero en sus pantalones, en lugar de pañales. Eso fue sorprendente”, comenta.

Antes de llegar a China, él se preparó. Probó la comida típica, aprendió el himno y leyó mucho sobre cómo era la vida en este país. La clave, dice él, es entender que se trata de una cultura diferente y que debemos respetarla.

Cuando entró a la universidad, era uno de los estudiantes más jóvenes. Si bien ya había estudiado chino durante dos años, al llegar se dio cuenta de que su nivel todavía era básico.

Al siguiente año le renovaron la beca. Ahí fue cuando se puso a pensar en que sería mejor obtener un título universitario y para eso tenía que quedarse más tiempo. El problema es que no podían renovarle la beca por tercer año consecutivo, así que comenzó a trabajar, primero como guía turístico y luego como profesor de inglés en una escuela.

“Con eso pude ahorrar y en abril de 2010 me fui de vacaciones a España. Cuando supe que no iban a renovarme la beca conseguí otro trabajo como intérprete de chino en una compañía argentina que quería promocionar el polo”.

Fue una época difícil. Iba a clases de chino desde las 8 de la mañana hasta el mediodía, luego enseñaba inglés en una escuela desde las 2 hasta las 4 de la tarde y después laboraba como intérprete de chino. Trabajando sin descanso pudo reunir los 26.000 yuanes que requería para inscribirse en la Licenciatura en Idioma Chino con orientación en Comercio Internacional.

Actualmente goza de una beca concedida por su Universidad debido a su destacado desempeño académico. Actualmente es el presidente de la Sociedad de Alumnos Extranjeros. Justamente por eso le propusieron que la representara en el concurso de chino. “Yo no canto bien, no soy bueno en la parte artística”, comenta entre risas. Sabía que tenía pocas posibilidades en el concurso porque ahí no basta hablar correctamente el idioma, sino que hace faltar demostrar algún talento artístico para llamar la atención del jurado. Brian llegó hasta la segunda ronda del concurso, donde clasificaron 60 estudiantes. Fue uno de los tres latinoamericanos que alcanzaron esa fase.

Su futuro ya está escrito

“Cuando termine la licenciatura, me gustaría dedicarme un año a trabajar aquí o en Europa. Talvez conocer nuevos países, interactuar con otra cultura, aprender y poder ganar dinero para volver a China y seguir estudiando. Quisiera hacer una maestría en Comercio Internacional o Relaciones Internacionales. Veo a China en mi futuro porque tiene futuro. Solo quisiera ir a mi país de vacaciones para ver a mi familia”, dice.

Y agrega: “Antes de aprender el mandarín tenía la idea de que China era un país muy grande, con una historia milenaria (que es lo que uno siempre escucha y repite), pero cuando ya estás acá te das cuenta de que es un universo de cosas nuevas: una historia de 5.000 años, todas las dinastías, una literatura que ha cambiado con el tiempo, tantos pensadores, además de que las ciudades chinas son muy distintas entre sí. Beijing, Guangdong, Shanghai y el Tíbet son mundos aparte”.