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2012-July-26 08:55

Sembrar para cosechar

Por RAFAEL VALDEZ MERA

Trabaja en una empresa que vende coches eléctricos.

El único latinoamericano que clasificó a la semifinal del concurso de chino está muy agradecido con China por lo bien que lo ha tratado. Aprender su idioma y conocer su cultura fueron la forma que encontró para retribuirle por haberle brindado una cálida acogida.

En la Universidad de Ciencia y Tecnología de Beijing, más de 200 estudiantes mostraron interés por participar en el concurso, pero las autoridades seleccionaron solo a dos. En la competición no bastaba que la persona hablara bien el idioma, sino que debía saber expresarlo y demostrar conocimientos sobre la cultura china.

Justamente por su destreza al hablar en público, uno de los seleccionados fue Julian Cassimiro, un brasileño de 29 años, quien tenía experiencia trabajando como vendedor y conocía el arte de la persuasión. “En mi trabajo, la única arma que tengo es mi lengua; si tú me pides que haga un cálculo, yo no sé, pero mi arma es mi lengua y la tengo que explotar”, reconoce.

Julian supo destacar en la segunda fase del concurso. Llegó vestido con un traje parecido al que usaba el respetado Mao Zedong y lo primero que hizo en su intervención frente al jurado fue agradecer. Julian siente mucha gratitud porque afirma que conocer China ha sido una de las mejores experiencias que ha podido vivir.

China cambió su visión. Cuando era niño pensaba que el mundo era muy pequeño y que Brasil era el universo. Él creció en un pequeño pueblo al noreste de Brasil. No, en su pueblo no están los altos edificios que tienen Sao Paulo, Río de Janeiro o Brasilia, que son tres de las ciudades principales del país de la samba. Los niños que crecen en su tierra, cuenta, no tienen muchas oportunidades si no buscan nuevos horizontes. Trabajar para poder comer es su meta diaria y en eso se les pasa la vida. Pero Julian no se conformó. Sabe que vivir no consiste en respirar, sino en obrar.

Para este brasileño, que hace tres años y medio llegó a Beijing, aprender la lengua no fue fácil; le costó tanto que incluso llegó a pensar que no podría lograrlo.

“Al principio, para mí, los caracteres solo eran dibujos, no significaban nada. Cuando uno llega acá es como un bebé que no sabe decir ni lo básico. No importa lo que hayas aprendido antes en Latinoamérica porque en China tú tienes 5 años de edad”, recuerda entre risas.

Él reconoce que muchas personas vienen a China, pero se van porque tienen miedo del idioma. No es fácil aprenderlo, dice. Muchos desisten. “Hay quienes vienen y piensan que pueden vivir con el inglés, pero no, tú puedes sobrevivir con el inglés, pero para vivir bien necesitas hablar chino, hacer amigos y forjar relaciones (guanxi), porque si logras eso las puertas se abren”.

La principal habilidad de este brasileño es la capacidad de hablar en público y persuadir. Fotos cortesía del entrevistado.

Comienza a recoger los frutos

Al llegar, Julian estudió chino durante un año y después empezó una Maestría en Negocios Internacionales que originalmente se dictaba en inglés, pero él prefirió tomarla en chino para mejorar su nivel en el idioma. Actualmente está en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Beijing (USTB, por sus siglas en inglés).

Cada paso que da este brasileño lo hace pensando en el futuro. Ahora trabaja en una compañía que fabrica carros eléctricos porque, según él, es la tendencia que marcará el futuro del negocio automotriz mundial. “El joven tiene que pensar en el futuro, no puede pensar solo en el presente. Si quiero ser rico hoy, yo puedo, pero eso no me llevará lejos. Ahora yo estoy enfocado en los siguientes cinco años. Entonces tengo que sembrar hoy para ver los frutos cinco años después. Lo que yo estoy haciendo es sembrar porque estoy seguro de que China es tierra fértil”.

Julian tiene claro cuáles son sus prioridades: quiere obtener su diploma, casarse con una mujer china (de hecho, ya tiene una novia) y contar con un buen trabajo estable. Solo entonces estará listo para volver a su tierra y visitar a su familia. Allá lo esperan su madre y sus dos hermanos.

“Mi madre no sabe dónde queda China, no sabe que es un país, piensa que es algo dentro de Brasil, ella no sabe dónde estoy”, cuenta.

En China aprendió un nuevo significado de lo que es “grande” y “pequeño”. “Acá no se habla en miles o millones porque es poco; acá se habla en billones. En China no hay nada pequeño y lo que siembras, cosechas. Ahora es el momento de plantar. Si piensas hacerlo 10 años después será muy tarde. Yo les recomiendo a los jóvenes que no vayan a Estados Unidos porque allá serán un latinoamericano más. Yo estuve en Europa y era una persona más, pero acá eres extranjero y te tratan bien, te quieren”.

Julian dice que el mandarín es como una llave maestra que abre muchas puertas. “A los chinos les gusta cuando hablas su lengua, les gusta cuando conoces su historia, si les demuestras que conoces su cultura te ganas su aprecio. En Beijing no tanto, pero en algunas ciudades del interior los pobladores les piden a los extranjeros que se tomen algunas fotos con ellos cuando van por la calle… Eso ocurre ahora, pero yo creo que dentro de 10 años cambiará porque los extranjeros están llegando, los barcos y los aviones solo llegan, no salen; entonces es el momento de aprovecharlo”.

Por todo esto, Julian ya sabe dónde estará en cinco años. Dice que su relación con China no terminará jamás.