Por JOSÉ CARLOS FELICIANO*
Oportunidades para el desarrollo entre China y Latinoamérica
José Carlos Feliciano.
Uno de los fenómenos sociales que resultan más interesantes en la historia reciente de China es cómo, en los últimos 30 años, millones de personas han podido salir de la extrema pobreza y vincularse al flujo económico del país de manera integral, beneficiándose no solo en el corto plazo, sino cambiando para siempre el destino de sus familias y generaciones futuras.
El resultado de estos últimos 30 años se ha visto reflejado en una disminución de la pobreza extrema de 700 millones de personas a aproximadamente 44 millones a finales de 2016, lo que representa un único ejemplo de innovación social a gran escala que merece nuestro estudio y atención. Para 2020, China se ha planteado ser una “sociedad modestamente acomodada”, erradicando la pobreza extrema, y es en este marco que los próximos cuatro años serán claves para conseguirlo.
China puede ver en los países de Latinoamérica aliados más que importantes para el estudio y el cultivo de, por ejemplo, los supergranos o alimentos de alto valor nutritivo, necesarios para la alimentación de su población.
La innovación social en China
Dentro de este marco, China ha podido ejecutar en estas décadas diversas estrategias de innovación social, las cuales han contribuido a la disminución de la pobreza extrema en el país, incluyendo principalmente: políticas públicas de asistencia social, estrategias de Estado para promover la inversión local e internacional, proyectos de cooperación internacional, emprendimientos sociales y una estrategia clara de conectividad e infraestructura, con el objetivo de unir las zonas necesitadas del país con los polos de desarrollo locales.
Tanto las políticas públicas como la ejecución de proyectos del Gobierno chino han sabido generar bienestar en la población, a través de la creación de trabajo y de oportunidades para los más necesitados. Es de esta manera que la construcción de infraestructura dentro de las pequeñas ciudades, los sistemas de transporte, los aeropuertos, las autopistas y las redes de telecomunicaciones han brindado una plataforma común de desarrollo para todos los habitantes de las zonas pobres de China, ayudando a que puedan convertirse en nuevos polos de desarrollo o adherirse a los ya existentes.
Los polos de desarrollo de China siempre se han ubicado en la costa este del país, así como en la cuenca de los ríos principales, como el Amarillo, el Yangtsé y el río de la Perla. Es por esta razón que la gran mayoría de estrategias de innovación social se han enfocado en el centro y el oeste de China, que son regiones que tenían una gran población pobre, una geografía complicada y que, por el vasto territorio del país, no tenían acceso fácil a los circuitos de comercio y negocios en los últimos años.
La estrategia de conectar China a través del transporte y las telecomunicaciones, sobre todo en las zonas antes mencionadas, ha servido muchísimo para vencer el reto de la geografía y promover el desarrollo del país. La innovación social de China no solo se aplica en el ámbito económico, sino también en, por ejemplo, proyectos urbanísticos para la reubicación de poblaciones pobres que están aisladas y que necesitan de una mayor asistencia por parte del Estado.
Un fenómeno reciente es también la aparición de muchos emprendimientos sociales privados en China, dada la coyuntura actual del país y debido a que gran parte de las iniciativas de innovación social en las últimas décadas habían sido lideradas y centralizadas a través del Gobierno. En los últimos años se ha observado una creciente apertura a este nuevo concepto, que ha evolucionado desde la simple filantropía que existía en China desde hace mucho tiempo, a empresas con una misión social que tratan de solucionar problemas como la contaminación, el acceso a la educación, el empleo y la pobreza, aspectos que China ha visto como claves para conseguir su objetivo de ser una sociedad “medianamente acomodada”.
Potencial de cooperación con Latinoamérica
Debido a que es imposible abarcar todas las distintas problemáticas sociales existentes en nuestras regiones, hemos identificado tres sectores que podrían tener mayor escalabilidad y complementariedad: la salud, la economía virtual y la agricultura.
Con relación al sector salud, considero que se pueden compartir líneas de cooperación muy ligadas a la innovación social. Desde, por ejemplo, innovaciones para la atención y prevención de enfermedades, la gestión de los sistemas de salud, el uso de las plataformas tecnológicas para los servicios de salud, la tecnología para el tratamiento de enfermedades, el uso y desarrollo de nuevos medicamentos, etc. A través del uso de la tecnología, China ha podido centralizar la información y los servicios sociales de los habitantes de muchas ciudades chinas. En ese sentido, por ejemplo, la información personal, el historial de consultas, las enfermedades y demás información relevante están registrados en el sistema de salud de las ciudades.
Muy aparte de la posibilidad de expandir los servicios y sistemas de salud, es importante tomar en cuenta el futuro de nuestras poblaciones. Y es aquí donde los productos y servicios dirigidos a la población anciana pueden representar una oportunidad de cooperación interesante de China con Latinoamérica, sobre todo en el desarrollo de nuevos medicamentos y productos para ancianos con las plantas y hierbas provenientes de la Amazonía o de los Andes. Es sabido que para el año 2050, China tendrá la mayor población anciana del mundo, pues cerca de 400 millones de habitantes chinos tendrán más de 60 años. En ese aspecto, pensar en mejorar la calidad de vida de estas personas es vital para tener una sociedad armoniosa.
Con respecto al sector del comercio electrónico y/o economía virtual, las oportunidades de intercambio son innumerables, dado que China es un referente a nivel global. Aspectos como el comercio electrónico, los startups tecnológicos, el uso de plataformas virtuales de productos y servicios, la realidad virtual, el e-learning, la industria de drones, la inteligencia artificial, el transporte autónomo, entre otros, han contribuido al desarrollo de la economía china de una manera sorprendente, permitiendo, por ejemplo, que en el año 2015 el sector servicios se convirtiese en el principal contribuidor al PIB chino, sustituyendo a la manufactura como la principal actividad económica de China. Muchas de estas innovaciones se han creado para mejorar la calidad de vida de los chinos, pero a su vez se han convertido en verdaderas industrias que brindan trabajos a millones de habitantes chinos, y es aquí donde el mercado latinoamericano y los emprendedores de nuestra región pueden establecer puentes para generar, cooperar y escalar diversas iniciativas.
Finalmente, otro sector en donde se puede plantear una relación de complementariedad muy interesante es en el desarrollo y la innovación de la agricultura. China posee solamente un 7 % de la tierra cultivable del mundo, por lo que esta disponibilidad de tierras resulta insuficiente para poder asegurar la alimentación de su población, que llega a ser más o menos la quinta parte de la población mundial. China puede ver en los países de Latinoamérica aliados más que importantes para el estudio y el cultivo de, por ejemplo, los supergranos o alimentos de alto valor nutritivo, necesarios para la alimentación de su población.
Por todo lo antes visto, existe una necesidad fundamental de ambas regiones de solucionar sus problemas sociales en el corto y mediano plazo. Tanto China como Latinoamérica se encuentran con grandes desafíos y con muy poca maniobra para el error. Por ende, un ecosistema de innovación social en conjunto permitiría que ambas regiones se vean potenciadas con nuevos recursos, ideas, talento y soluciones para los problemas existentes.
*José Carlos Feliciano es profesor del Instituto Confucio de la Pontificia Universidad Católica del Perú y enseña materias sobre innovación y emprendimiento en China.