América Latina puede compartir el sueño chino
DURANTE la visita del presidente Xi Jinping a América Latina, entre finales de mayo y principios de junio, los dirigentes y la prensa locales hablaron con mucha frecuencia del “sueño chino”, el cual, según consideraron, también podía ser compartido por sus países, en aras de impulsar un desarrollo común.
Este punto de vista se basa en los hechos. En los últimos 20 años, la relación económica y comercial entre China, América Latina y el Caribe ha registrado un desarrollo sin precedentes, con el establecimiento de relaciones de asociación estratégica integral entre nuestro país y los principales estados latinoamericanos. Tomemos como ejemplo a México. El volumen comercial bilateral anual entre finales de la década de 1980 e inicios de la de 1990 no llegó a superar los 100 millones de dólares, mientras que el de los primeros cuatro meses de este año ya ha alcanzado los 11.400 millones. En 2012, el comercio entre China, América Latina y el Caribe llegó a los 261.200 millones de dólares, un aumento de 8,7 veces en comparación con los 26.800 millones registrados en 2003.
El rápido desarrollo del comercio China-América Latina ha traído enormes beneficios a ambas partes. Sin un suministro cuantioso de materias primas de América Latina, hubiese sido difícil imaginar el desarrollo sostenido y estable que ha experimentado la economía china. Del mismo modo, la tasa de crecimiento económico en América Latina, que ha podido superar la media mundial y afrontar el impacto de la crisis financiera, se ha visto beneficiada del desarrollo económico chino.
La Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL) fue la primera en revelar este “secreto”. Durante mucho tiempo, EE. UU. fue el único motor de recuperación y desarrollo para la economía latinoamericana. Sin embargo, en el nuevo período de desarrollo económico, iniciado en 2003, la situación ha venido cambiando. En 2005, un informe anual de la CEPAL consideró, por primera vez, a China como el segundo motor del crecimiento económico latinoamericano. A partir de entonces, la CEPAL ha puesto cada vez más atención en el papel que desempeña China en la recuperación y crecimiento económico de América Latina y el Caribe, y ha publicado una serie de artículos que refutan las teorías sobre una “amenaza china” y un “neocolonialismo” que propagan algunos medios informativos de países desarrollados. La institución ha recalcado, en muchas ocasiones, la importancia de que los países de América Latina aprovechen las oportunidades que trae consigo el crecimiento de China, fortalezcan la cooperación y logren beneficios comunes y ganancias compartidas. El punto de vista y las sugerencias de la CEPAL han pasado la prueba del tiempo y vienen ganando el reconocimiento de cada vez más países latinoamericanos. Esta es la razón principal por la que América Latina mantiene optimismo con relación al “sueño chino”.
El comercio con los países de América Latina y el Caribe es equilibrado en general, pero presenta algunos problemas. Por ejemplo, el comercio con México es desequilibrado. En los últimos 20 años, China ha registrado un gran superávit en el comercio con el país azteca. Esta situación, en lugar de haberse originado por las políticas comerciales chinas, ha sido provocada más bien por la relación entre la oferta y la demanda del mercado y la estructura industrial. El déficit del lado mexicano ha permitido que algunas industrias de ese país sufran una mayor presión en la competencia, lo que ha generado investigaciones y restricciones antidumping sobre algunos productos chinos. No obstante, este no es el mejor camino para resolver el problema del déficit. Las medidas antidumping no han sido capaces de proteger eficazmente las industrias de baja competitividad y las víctimas son los consumidores. De hecho, estas medidas no han logrado detener el impulso del crecimiento comercial entre China y México. Por decir lo menos, aunque algunos de los productos chinos tengan prohibido ingresar al mercado mexicano, el vacío generado como consecuencia de ello se llenará sin duda e inmediatamente por productos de otros países asiáticos, por lo que algunos sectores mexicanos continuarán enfrentando una fuerte competencia. Quizás encuentren más problemas inflacionarios.
El comercio y la inversión
Existen por lo menos dos métodos eficaces para reducir el déficit comercial: en primer lugar, aumentar la exportación de productos mexicanos a China. Debido a que ambos países están sumamente distanciados por un vasto océano, falta un conocimiento profundo entre ellos. Es necesario mejorar la comprensión, así como profundizar y ampliar la cooperación económica y comercial. En 2003, México organizó una exposición en Beijing, en la cual me desempeñé como traductor. La exposición nos dejó una profunda impresión sobre la agricultura y la industria mexicanas. Lamentablemente la economía china de aquel año se encontraba estancada y el comercio exterior estaba en un nivel muy bajo, por lo que el país no tenía suficientes divisas para comprar productos mexicanos. Desde entonces no he oído hablar de más exposiciones económicas y comerciales de México. Ahora, las principales ciudades de China organizan cada año exposiciones a gran escala. Los empresarios mexicanos pueden participar en ellas y así promover, a bajo costo, sus productos en China.
Al mismo tiempo, podemos también explorar nuevos mercados en cuanto al comercio de servicios. Por ejemplo, podemos desarrollar el turismo aprovechando los ricos recursos de México en este sector. En los últimos años, el turismo emisor chino ha crecido de manera sorprendente. En 2009, bajo el contexto de la crisis financiera internacional, el número de turistas chinos en el exterior llegó a 47 millones, cifra que en 2012 aumentó a 77 millones. Se espera que en 2013 alcance los 100 millones. De hecho, Cancún y otros puntos turísticos de México son capaces de atraer a los chinos. Pero lo que pasa es que ellos no los conocen. Otra razón es que México se encuentra muy lejos y no hay suficientes conexiones aéreas. Si México, Brasil, Argentina y otros países promocionan sus hermosos paisajes en China, nuestros turistas se sentirán atraídos. Si el número de turistas crece gradualmente, se resolverá, de manera natural, el problema derivado de los vuelos. Su solución impulsará, inevitablemente, el desarrollo de la infraestructura y el sector de servicios. El sudeste de Asia, Europa y Oceanía cuentan con experiencias exitosas al respecto.
Otra salida reside en el fortalecimiento de la inversión mutua. México, Brasil, Argentina y otros países ya cuentan con algunos proyectos de inversión en China, y la inversión china en América Latina ha acumulado un monto total de 65.000 millones de dólares, lo cual ha creado numerosos puestos de trabajo en ambas partes. Sin embargo, estas inversiones no corresponden con el tamaño de las dos economías y, además, se concentran en los sectores minero, energético, entre otros. En los últimos 30 años, China ha tenido grandes progresos en la construcción de carreteras, puertos, trenes de alta velocidad y otras infraestructuras, y ha acumulado muchas experiencias en este campo. Cuenta con tecnología adecuada para los países en vías de desarrollo y puede compartirla con los países latinoamericanos.
Un TLC China-México
En vísperas de su visita a América Latina, al ser consultado por los periodistas sobre un Tratado de Libre Comercio (TLC) con México, el presidente Xi Jinping recordó que China ha firmado un TLC con Chile, Perú y Costa Rica, y que además había iniciado un estudio conjunto de factibilidad para un TLC con Colombia. Si México propusiera una discusión para el establecimiento de un TLC, China estaría dispuesta a fortalecer la cooperación en este sentido.
El establecimiento de zonas de libre comercio es una buena idea para profundizar la asociación estratégica integral entre China y los países de América Latina.
China y México, dos grandes socios estratégicos, deben mantener un espíritu emprendedor y poner en la agenda el asunto del TLC. Para ello, es necesario que ambas partes muestren una nueva mentalidad. Se puede incentivar, primero, la apertura del estudio de factibilidad civil que cree las condiciones para la pronta puesta en marcha de las negociaciones intergubernamentales para un TLC.
Sin duda alguna, después de la puesta en marcha del TLC, la competitividad de las exportaciones de bienes de la parte mexicana se elevará en gran medida gracias a la reducción de los aranceles, disminuyendo de esta manera el déficit del comercio de bienes con China. Además, los sectores desarrollados de México, como la industria manufacturera, la banca, los seguros y otros servicios, pueden aprovechar las condiciones favorables del TLC para lograr un mejor desarrollo en el mercado chino. A su vez, México puede atraer más capital chino, compartir las tecnologías y experiencias chinas en los campos en los que nuestro país lleva la delantera para así aumentar las oportunidades de trabajo en beneficio de su pueblo. El establecimiento del TLC China-México se convertirá en un nuevo modelo mundial de la cooperación Sur-Sur.
La crisis financiera, que viene durando ya más de cinco años, va a llegar a su fin. En este momento China, América Latina y el Caribe se encuentran en un período muy crítico en cuanto a oportunidades estratégicas. Aprovecharlas firmemente y permitir que los países latinoamericanos y caribeños compartan el “sueño chino” promoverá un desarrollo sano de las relaciones bilaterales.
*Lu Guozheng es miembro del Consejo de la Asociación de Comercio Internacional de China y de la Asociación China de Estudios Latinoamericanos. Ha trabajado en las embajadas de China en México, Argentina, España y Guinea Ecuatorial.