Abbas, 15 años en Beijing
“Nunca imaginé que un día yo iba a trabajar y a vivir en China”, dice el iraquí Abbas. Han pasado ya 15 años desde su llegada a Beijing. “En la secundaria supe de China, de su Gran Muralla y de su cultura antigua y lejana. Supe que era el país en el que la mayor población del mundo se alimentaba apoyándose en su propia agricultura”.
Debido a la Guerra del Golfo y a la sanción impuesta por las Naciones Unidas, Irak se vio sumida en una grave inflación a fines de la década de 1990. Precisamente, fue en ese momento cuando a Abbas se le presentó una oportunidad laboral en Beijing. Si bien tenía que separarse de su familia, él aceptó el reto sin duda alguna.
“Era el verano de 1998. Llegué a Beijing solo y así empecé mi nuevo trabajo y mi nueva vida. Beijing, que cuenta con mucha prosperidad y vitalidad, constituye un marcado contraste con mi pueblo natal. China parece una gran colmena, pues los chinos trabajan mucho, como las abejas, y la vida está llena de esperanza. Además, uno puede apreciar claramente los frutos de la política de reforma y apertura”, señala.
Abbas se enamoró rápidamente de esta desconocida ciudad, antigua y moderna a la vez, y fue acostumbrándose a su ritmo de vida. Seis meses después volvió a Irak para traer a toda su familia: su esposa Ansam y sus hijos Sara (9 años), Yasser (8) y la menor, Lina, entonces de solo unos meses de nacida. Una familia iraquí se reunía en Beijing.
No es fácil para cualquier familia adaptarse a un ambiente totalmente extraño fuera de su país. Hay muchos desafíos por afrontar: el idioma, el clima, la vivienda, la comida, la escuela para los hijos, entre otros. “No tardé mucho en encontrar un lugar de venta de carne de vaca y carnero, al cual voy hasta ahora. Además, aquí hay numerosos restaurantes musulmanes, por lo que la comida no resultó un problema. En aquel entonces, lo que más me preocupaba eran los estudios de los niños. Luego de recorrer toda Beijing encontré una escuela dirigida por la Embajada de Libia en China, donde el árabe era la lengua de enseñanza. Sara y Yasser pudieron así continuar con sus estudios”.
A medida que pasa el tiempo va desapareciendo esa sensación de inestabilidad, producto del cambio de vida. China y los chinos no son ya unos desconocidos para esta familia iraquí. “Mi familia y yo sentimos la simpatía y la calidez de los chinos. Creo que entre chinos e iraquíes no existen diferencias esenciales. China es un país conveniente para los musulmanes. El haber venido aquí ha sido una gran oportunidad que nos ha otorgado Alá para mejorar nuestras vidas”.
Sin embargo, la vida en Beijing no es siempre color de rosa, pues ellos han enfrentado también muchas dificultades. Por ejemplo, en 2003 alquilaron una vivienda de dos habitaciones a 5000 yuanes mensuales. Los cinco viven allí y el alquiler ya ha subido hasta los 8000 yuanes mensuales. Los gastos en la educación de sus tres hijos ascienden a 70.000 yuanes al año. Para una familia extranjera resulta una gran presión económica.
Abbas trabaja actualmente en una editorial que publica libros en idiomas extranjeros. A pesar de que su esposa labora también, Abbas debe esforzarse mucho. “A decir verdad, estoy muy cansado a diario y siento que asumo grandes responsabilidades. Quisiera descansar bien, pero como columna vertebral de una familia, tengo que insistir”.
El tiempo pasa volando y, Sara y Yasser han crecido. Ambos ya se han graduado de la universidad y están estudiando un MBA en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Beijing. La hija menor, Lina, tiene ya 16 años y está en la escuela secundaria anexa a la Universidad Normal de Beijing. “La lengua materna de Lina es el chino —dice Abbas sonriendo— y el árabe es su segunda lengua. Ella es igual a los chinos”. Cuando habla de sus hijos puede apreciarse la felicidad en su rostro.
“Como padre, mi mayor sueño ahora es que mis hijos se gradúen cuanto antes, encuentren un buen trabajo, se mezclen con la sociedad china y disfruten de una vida estable. Amo a mi patria, Irak, pero también amo a mi segunda patria, China. Sigo esforzándome por mi familia y mis hijos. Es la responsabilidad de un padre”.