Todo por los niños jingpo
YO trabajaba como asesora legal en una empresa transnacional de tecnología informática. Renuncié en 2005 y me convertí en voluntaria en protección del medio ambiente para el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés). Durante los últimos ocho años he trabajado con organizaciones de bienestar social, como el WWF y el Consejo para la Defensa de Recursos Naturales (NRDC, por sus siglas en inglés) de EE. UU.
En 2009, se abrió un nuevo capítulo en mi carrera de ensueño. Durante aquella Fiesta de la Primavera visité una aldea montañosa de la etnia jingpo, en la frontera entre la provincia de Yunnan y Myanmar. Mi esposo, Anton Lustig, había viajado mucho a ese pueblo y yo lo hacía por primera vez.
Me enamoré de su entorno natural y de las sonrisas genuinas de su gente. El legado cultural y artístico de los jingpo es realmente único, en especial el Munao, un gran festival anual en el que miles de personas se reúnen para bailar y cantar durante varios días.
Anton Lustig es el primer experto a nivel mundial en el registro sistemático y completo de la etnia jingpo y de su lengua. Es, seguramente, el único extranjero que puede hablar con fluidez el zaiwa, la lengua de los jingpo. Ha publicado Gramática y vocabulario zaiwa, un libro de 1700 páginas. Anton bromea a menudo al decir que él es, en realidad, un jingpo que nació accidentalmente en los Países Bajos.
Anton terminó su investigación hace mucho tiempo, pero todavía le resulta difícil desligarse de la zona a la que le ha dedicado veinte de sus mejores años. “Siento que debería hacer algo por la zona, mi segunda ciudad”, dice Anton.
Y así fue como decidimos establecernos en Dehong en junio de 2012. Al principio solo queríamos llevar una vida normal, lo que para nosotros significa dedicarnos a la pintura, la escritura y la enseñanza de los niños de la localidad. Poco a poco, algunos amigos fueron participando y ayudando en las labores de docencia.
Sin embargo, los desafíos de Dehong, entre los que está, principalmente, la lucha contra las drogas y el sida, afectan a las generaciones más jóvenes. Los niños son talentosos, pero a menudo se ven obligados a abandonar la escuela debido a los males sociales y endémicos. Los materiales y fondos donados, o incluso el apoyo en la docencia, no son suficientes para que los niños tengan la oportunidad de llevar la vida que merecen.
Nos dimos cuenta de que teníamos que hacer algo, lo que nos llevó a la creación de un instituto profesional de bienestar público. Lo llamamos Banyan Roots (raíces de baniano o higuera de Bengala). Imagínense un gran baniano. Sus raíces crecen profundamente en el suelo, absorben nutrientes y proporcionan sustento al tronco y al denso follaje. El baniano es sagrado para el pueblo jingpo y sirve como lugar de reuniones públicas.
En nuestras clases de lengua y arte incluimos la cultura local, con lo cual ayudamos a los niños a comprender sus propias raíces y a conocerse a sí mismos, a ampliar su visión del mundo, a aumentar su interés en el estudio y a fortalecer la confianza en sí mismos. A través de diversos medios, como el uso de marionetas, la fotografía y la pintura, se les incentiva a expresarse, a buscar con valentía la realización de sus sueños y a tener una actitud positiva ante la vida para afrontar influencias perjudiciales, como la drogadicción.
El 26 de mayo pasado se fundó el Centro de Actividades Infantiles de Banyan Roots en Dehong, que ofrece a los niños clases gratuitas de lengua y arte. Anton y yo hemos abandonado ya nuestros trabajos en Beijing. Estamos totalmente involucrados en el desarrollo de Banyan Roots. Aunque pasamos noches en vela para realizar algunos trabajos a tiempo parcial, y reunir así fondos para Banyan Roots, es reconfortante ver que nuestros esfuerzos están beneficiando a los niños jingpo. Persistiremos en el empeño de hacer realidad nuestro sueño.