Los últimos guardianes de las casas cueva
DESDE la antigua ciudad de Pingyao, centro de la provincia de Shanxi, hacia el oeste para llegar al distrito de Linxian, y de allí, atravesando por el río Amarillo, llegamos al distrito de Wubao en el norte de la provincia de Shaanxi. En este recorrido se puede apreciar la gran residencia antigua de comerciantes de Shanxi, la cueva habitable y la ciudad abandonada con miles de años de historia. Los que siguen viviendo en estas casas históricas se han convertido en los últimos guardianes de estas reliquias antiguas.
La aldea de Lijiashan se caracteriza por sus miles de casas cueva bien estructuradas.
Gran residencia antigua de comerciantes de Shanxi
Xicun se encuentra a sólo diez minutos de recorrido en coche de Ping-yao, antigua ciudad mundialmente conocida.
En la dinastía Qing, época de apogeo de Pingyao, múltiples firmas comerciales y bancos tradicionales se reunían aquí. Sin embargo, los comerciantes más poderosos solían construir sus casas fuera de la ciudad, e incluso en las aldeas cercanas. Xicun fue el pueblo natal de Mao Honghui, subgerente general del primer banco de China “Rishengchang”. Mao construyó su casa aquí.
Después de la ampliación y reconstrucción realizadas durante varias generaciones de la familia Mao, la residencia que se conserva hasta hoy en día contiene cuatro patios rodeados por casas. Alineados ordenadamente en la ladera sur de una montaña de Xicun, los cuatro patios están bien estructurados y diseñados. Las casas que los rodean son más amplias que las ordinarias, y se ven más lujosas.
Lo más apreciable son aquellas exquisitas esculturas en columnas y vigas. Todas las casas de los laterales este y oeste son casas cueva con ventanas y puertas de madera y aleros exteriores, pintados de colores, que siguen siendo vistosos a pesar de que han pasado centenares de años. En los biombos se conservan todavía los tronos donde se colocaba la imagen de Dios o tablillas de los antepasados de la familia. Aunque la imagen y las tablillas han desaparecido, los adornos de ladrillo esculpido se mantienen intactos alrededor de los tronos, que son templo, flor de loto o motivos de hierba trepadora. Ante la sala principal siempre se yerguen dos estatuas de león de piedra, con ojos grandes y bien abiertos, guardando la seguridad de la casa.
Exquisitas esculturas en columnas y vigas.
La casa más importante de la residencia tiene cinco cuartos bien adornados con esculturas lujosas. Pero, debido al deterioro grave, casi todo se ha derrumbado.
Otras construcciones en la aldea que vale la pena apreciar son el Templo Ancestral de la Familia Mao, el Almacén de Mao y la Casa de Empeños de Mao.
Pasando por una callejuela, tocamos la puerta de madera de una casa. El dueño, un hombre de edad madura, a pesar de sentirse sorprendido por nuestra visita imprevista, nos invitó a entrar.
Entré por primera vez en una casa como ésta, cuyo patio es amplio y bien iluminado, pero, adentro la luz es tan débil que yo paré un buen rato para poder ver las cosas que estaban. Las tablas del suelo suenan al pisar. La cúpula es alta. Las paredes del cuarto han quedado tiznadas por el humo y en ellas están pegadas estampas multicolores de Año Nuevo. Una anciana en vestido negro, sentada al lado del kang caliente (cama usada en el norte de China), está cosiendo una ropa con máquina de coser. Su cónyuge, un anciano, sostiene una lámpara para iluminar el lugar donde está.
Los antepasados de la familia Mao salieron del pueblo natal por negocios y regresaron a construir una y otra residencias con recintos cerrados y amplios y con muchas habitaciones que se comunican por pasillos techados. Sin embargo, los que viven en estas casas, en su mayoría, no son descendientes del entonces dueño.
Un anciano en el patio de su casa cueva en Lijiashan.
Hogar tranquilo en la meseta de Loess
La aldea de Lijiashan se encuentra escondida en lo profundo de las montañas a la orilla del río Amarillo, cinco kilómetros al sur del distrito de Qikou de Shanxi. Cuando Wu Guanzhong, conocido pintor chino, vino a recoger canciones folclóricas en octubre de 1989, suspiró diciendo que por fuera parece una tumba desierta, pero, en realidad, es un paraíso donde se combinan armoniosamente la arquitectura humana y la naturaleza. La antigua aldea está parcialmente cerrada y se caracteriza por sus miles de casas cueva bien estructuradas.
Hay que recorrer un largo tramo para ir de Pingyao a Lijiashan. Primero se debe llegar a Lüliang a hacer transbordo y, luego, a Qikou. Este trayecto le costará, por lo menos, medio día. Pero todo vale la pena. Divisando desde la colina de Loess, se extiende una pintura donde las casas cueva se distribuyen ordenadamente desde la cima hasta los pies de la montaña.
Lijiashan tiene la forma de un fénix. Las casas cueva constituyen el cuerpo y las dos alas del fénix, esparcidas con orden en la ladera de una inclinación de 70 grados, formando una escena muy impresionante. Las típicas formaciones terrestres de Loess, la gran cantidad de casas cueva, el elegante ambiente natural y la gente sencilla atraen cada año a numerosos artistas de diferentes lugares del país.
Las construcciones abandonadas de la antigua residencia de Mao Honghui, subgerente general del primer banco de China, “Rishengchang”.
Sin embargo, en el invierno helado, no muchos visitan este lugar como yo. Siento una tranquilidad sin precedentes. Me encuentro con una posada familiar que me ofrece alojamiento y comida por solo unas decenas de yuanes al día. Vivir en la casa cueva y comer alimentos de harina, típicos del lugar, es una buena experiencia.
El lugar, que se divide en dos patios con más de 20 habitaciones fue, según dicen, la antigua residencia de un hombre de dinero. Las esculturas en las columnas y vigas también son muy exquisitas. Sus dueños actuales son una pareja de mediana edad, quienes acogen a los visitantes en la temporada libre de labores agrícolas. Al verme llegar cansado del viaje, la dueña se apresuró a prepararme la cama caliente y la cena.
El marido de la dueña, después de cumplir sus deberes agrícolas, vino a charlar conmigo. Habló de los cambios sucedidos en su pueblo natal, las ventajas que trajo el desarrollo del turismo, la vida pobre y difícil de sus paisanos... En el momento de mayor entusiasmo, sacó del cajón un disco y me dijo sonriendo, que allí dentro está él. Es un documental televisivo titulado “Familia a orillas del río Amarillo”, cuyos protagonistas son ellos dos.
El documental registra la vida de la pareja durante todo un año. Desde sembrar en la primavera hasta cosechar en el otoño, desde el florecimiento hasta la caída de las hojas. Lijiashan es, a veces, agradable y encantador, y otras, nublado y sombrío, pero siempre escasea la lluvia. El río Amarillo se encuentra muy lejos de la tierra cultivada. La pareja no tiene más remedio sino acarrear el agua en varios cubos y echarla poco a poco en los cultivos. Aunque la labor no es fácil, sus rostros están rebosantes de risa. En la última parte, la dueña enseña a los niños a bailar yangge. Se los ve danzando y saltando de alegría con trajes coloridos.
Al verlo, la dueña se sintió un poco avergonzada porque, aquel año, los niños iban a participar en una representación artística en la capital provincial, pero como no pudieron encontrar a un maestro que les enseñara a bailar, ella misma les enseñó.
Por todas partes de Wubao, se ve este tipo de puertas antiguas.
Ciudad milenaria a orillas del río Amarillo
La antigua ciudad de Wubao, ubicada en la orilla oeste del río Amarillo, 2,5 kilómetros al norte del poblado de Songjiachuan, distrito de Wubao, siempre ha sido llamada “Wubao Bronceado” debido a su posición estratégica.
Como no llega allá ningún medio de transporte, me veo obligado a ir a pie. Siguiendo el camino de las cabras, avanzo tranquilamente. A mi lado derecho hay barrancos y valles profundos y, a mi lado izquierdo, está el precipicio que linda con el río Amarillo. Dando la última vuelta y cruzando por un bosque de dátiles, al final del camino se ve la muralla de la ciudad levantada con piedras. Divisando desde la muralla, no se ve nada, sino la neblina producida por el gran río pasando por debajo del precipicio.
No amanece hasta las 9:00 de la mañana. Todas las casas de la ciudad permanecen en silencio. Algunas se han venido abajo, otras se conservan intactas, pero cerradas con candados cubiertos de moho. Es una ciudad vacía e inhabitada, donde solo las piedras cuentan la historia.
En tiempos de guerra, era un lugar disputado por todos los estrategas debido a su posición fácil de defender y difícil de conquistar. Durante sus miles de años de historia, tuvo su tiempo de prosperidad y apogeo, y experimentó también un baño de llamas. A pesar de que las murallas quedaron desechas, las cuatro puertas de la ciudad siguen levantadas y mantienen los letreros donde están escritos los nombres de cada una.
Actualmente ya no se distingue qué son muchas construcciones. Pero un pequeño templo en el borde de la ciudad llama mi atención. Unas estatuas de buda, antiguas y nuevas, son colocadas en el altar de barro. El mural también parece nuevo, a pesar de su pincelada tosca. En comparación con otros patios, este templo permanece limpio y ordenado. Debe ser venerado por los aldeanos.
De repente, me sorprende ver salir humo del fuego de una cocina en una colina al suroeste de la ciudad. El anciano Wang está comiendo ravioles sentado solo en la casa cueva. Es el único que encontré en la ciudad. Al verme, me invitó a comer. Dijo que ese día era su cumpleaños y, por eso, cocinó ravioles para felicitarse a sí mismo.
En su pequeña cocina, comemos y conversamos. Según él, hay solamente tres personas viviendo ahora en la ciudad. Por enfermedad y por el frío, los otros dos no salieron ese día. Él siempre pastorea sus ovejas en la ciudad. Toda la ciudad es su rancho y las almenas de la muralla son los lugares donde reposa.
“¿Por qué sigue viviendo aquí?, le pregunté.
“Ya me acostumbré a la tranquilidad de este lugar. No quiero ir con mis hijos y nietos a vivir en la ciudad bulliciosa”, me contestó sin ninguna tristeza. Luego, me pasó una taza de té con sabor a Loess.
*Diseñador de embalaje.