¿Esperan tener un segundo hijo?
A finales de 2013, China flexibilizó su política de planificación familiar, al permitirle a las parejas tener dos hijos, si uno de los padres es hijo único. Muchos matrimonios jóvenes piensan en aumentar la familia, mientras que otros manifiestan, resueltamente, su rechazo a esta posibilidad.
Para que su hijo no tenga una infancia solitaria
Este año, durante el banquete familiar por el cumpleaños de su suegra, en un restaurante de Tuanjiehu (Beijing), Guo Qian, de 35 años, anunció que le regalaría a su hijo una “hermanita”.
Su hijo, Dafeng, de 5 años, prefiere jugar en el iPad después de regresar del jardín infantil. Al ver con su madre el programa “¡Papá! ¿A dónde vas?”, le gustó que Cindy le comprara el nuevo robot Ultraman a su hermanito y, por ello, le pidió a su mamá una “hermanita”. Guo Qian nació en 1983, cuando China aplicaba la política de control de la natalidad.
Al fundarse la República Popular China, en 1949, el país contaba con una población de 475 millones de habitantes, cifra que superó los 600 millones en 1954 y los 800 millones en 1969. Se trataba de una pesada carga para un país que no era rico. China se vio obligada a adoptar medidas para impedir el crecimiento demográfico. En septiembre de 1982, se definió, como política fundamental de Estado, la planificación familiar. Durante las décadas posteriores, esta política se fue restringiendo más y, al cierre de 2005, había ayudado a reducir en más de 400 millones los nacimientos, incluido el posible hermano o hermana de Guo.
En China, los de la generación de Guo son, en su mayoría, hijos únicos y han crecido solos. “Me sentí sola durante mi crecimiento y no quiero que mi hijo pase por lo mismo”, dice Guo.
El esposo de Guo Qian tiene una idea similar. Ha pensado en tener una hija que acompañe a su hijo, pero no lo ha hecho por la política de planificación familiar. La reciente modificación de esta norma cambiará, inesperadamente, su plan familiar.
“El hijo único no puede gozar de la fraternidad entre hermanos, lo que significa una vida imperfecta”, expresa Guo, quien recuerda que cuando era niña, sus padres solían trabajar horas extras. Como los juguetes no le interesaban, se consolaba viendo dibujos animados. Se entretenía con Los Pitufos y El Topo.
Ahora, Guo y su esposo han comenzado a elaborar un nuevo plan familiar. Deben pensar en emplear una parte del depósito bancario (antes solo para el hijo) para recibir otro bebé. Han cancelado, temporalmente, la tarjeta del club de gimnasio para esperar un posible embarazo.
Según Guo, un segundo hijo puede cambiar el carácter del primogénito, quien se considera un pequeño emperador (o una princesa). Además, los padres dejan de consentir mucho a dos hijos, quienes crecen mejor en compañía.
Muchos de los jóvenes que desean tener un segundo vástago están de acuerdo con Guo Qian. En 2010, el Centro de Investigaciones Sociales del diario Juventud China llevó a cabo una encuesta de natalidad en Internet. Entre los más de 6000 participantes, el 77,5 % opinó que una familia de dos niños era la ideal, si la política lo permitía.
Los resultados de la investigación efectuada por la Comisión Nacional de Salud y Planificación Familiar revelan que de 15 a 20 millones de personas se verán afectadas por la política del segundo hijo, en el caso de las parejas en las que uno de los padres es hijo único. Los datos de red de la Universidad Renmin de China dejan en claro que un 60,5 % de las personas optarán por tener un segundo hijo, mientras que un 27,2 % no lo desea y un 12,2 % expresa que todavía no lo ha pensado bien. Es decir, entre el 60 y el 70 % de las parejas (en las cuales uno de los dos padres es hijo único) ha pensado en tener un segundo descendiente.
Más allá del deseo de que su hijo no tenga una infancia solitaria, muchos chinos, sobre todo los que residen en las zonas rurales, suelen depender de sus hijos para el apoyo en la vejez. Por eso, al elaborar los reglamentos locales de planificación familiar en las décadas de 1980 y 1990, las provincias flexibilizaron la política del hijo único en beneficio de los campesinos, al permitirles tener un segundo hijo.
Los padres de Guo Qian nacieron en la década de 1950, época en la que casi todos tenían hermanos. Ella recuerda que cuando su abuelo estuvo enfermo, sus tíos y tías lo visitaban y cuidaban. “Aunque mi padre no pudo regresar de otra ciudad, sus hermanos le ofrecieron a mi abuelo una afectuosa ayuda y apoyo”, menciona Guo.
Guo, única hija de la familia, se preocupa mucho por la vejez de sus padres. Teme, por un lado, que sus fuerzas no le alcancen para cuidarlos y, por el otro y más importante, que ellos carezcan de un apoyo fraterno espiritual.
“Para los hijos únicos es una pesada carga cuidar a cuatro ancianos. Si tenemos un par de hijos, contaremos con una vida más segura y feliz cuando estemos viejos”, manifiesta Guo.
Para Lao Mao, un cibernauta, los hermanos no solo se acompañan, sino que durante la vida tienen una relación de apoyo y de ayuda mutua. Cuando uno está en dificultades, el otro suele ayudarlo incondicionalmente, lo que alivia, en gran medida, la presión de la vida.
A medida que la primera generación de hijos únicos ha ido llegando a la edad de casarse y procrear, ha ido aumentando el número de familias con estructura 4-2-1 (cuatro ancianos, una joven pareja y un niño), pero existen muchas familias con un solo anciano o de ancianos que han perdido a su único hijo. Según los cálculos del Anuario de Estadísticas sobre la Salud en China de 2010, la tasa de mortalidad entre personas de 15 a 30 años por cada 100.000 habitantes es de, por lo menos, 40; es decir, cada año mueren 76.000 hijos únicos de este grupo de edad. Las familias que han perdido al hijo único superan ahora el millón.
Al aplicarse esta nueva política, la estructura 4-2-2 sustituirá a la 4-2-1 de algunas familias, lo que ayudará a aumentar los recursos humanos de la familia, a elevar su capacidad de resistencia ante los riesgos y al cuidado de los ancianos.
Una gran carga económica
Chen Wenwen y Zhang Kai son hijos únicos nacidos en 1985 y llevan dos años casados. Sus ingresos anuales suman unos 160.000 yuanes.
Antes de casarse, acordaron tener dos hijos si las condiciones lo permitían. Sin embargo, en menos de un año, los dos abandonaron la idea, pues aún deben devolver una gran cantidad de dinero por el préstamo para una nueva vivienda.
“En las grandes ciudades, los costos de vida y la presión del trabajo son altos. Nosotros, hijos únicos, tenemos la pesada tarea de cuidar a nuestros padres. Aunque es mejor tener dos hijos, lo ideal cede ante la dura realidad”, expresa Zhang.
Wang Xinyu, de 33 años, tiene un hijo de 3. Al enterarse de la flexibilización de la política del hijo único, expresó, francamente: “No quiero tener un segundo hijo, aunque la política lo permita”.
En China, algunos matrimonios no quieren un segundo hijo debido a la presión económica. Tomemos como ejemplo el caso de Wang. Los sueldos de ella y de su marido suman unos 5000 yuanes. Cada mes deben devolver 2000 yuanes por el crédito de la vivienda y gastan 1200 yuanes en la leche en polvo para su hijo de 6 meses, 300 yuanes en los pañales y 500 yuanes en los juguetes, la ropa y otras cosas. Cuando el niño vaya a la guardería infantil, los gastos en educación serán de unos 700 yuanes. Esta “cuenta” pone a los padres jóvenes, como Wang Xinyu, en una situación difícil ante la idea de tener un segundo hijo.
“El mayor problema es el costo. No solo se trata de dinero, sino también de una duplicación en los gastos de estudio y casamiento, así como de la presión de empleo”, manifiesta Wang, quien considera que una familia común, como la suya, que se encarga de mantener a cuatro ancianos y a un pequeño, no puede asegurarle una buena vida a otro hijo.
Los jóvenes chinos tienen una alta presión en el trabajo y poco tiempo en casa. Los fines de semana llevan a sus hijos a pasear o los acompañan a cursos particulares. Para los padres (también hijos únicos), que han estado acostumbrados a una vida egocéntrica, es difícil optar por un segundo bebé.
El dilema de las parejas
En realidad, ¿se debe tener un segundo hijo? ¿Es bueno tener un segundo hijo? No es una pregunta simple ni hay una sola respuesta. Mucha gente reflexiona en ello. Así como dice la canción: “No es fácil decidir tener un segundo hijo, necesitas de una gran valentía”.
Li Ya, de 33 años, trabaja en una gran empresa dedicada al comercio de automóviles y tiene una hija de 6 años. Como ella y su marido están muy ocupados, sus padres recogen a la niña de la escuela. Esta, al regresar a casa, ve televisión o juega en la computadora. Li quiere que ella tenga una compañía. Los suegros también desean un nieto, pues tienen la concepción tradicional de preferir más a un varón. Pero un segundo hijo podría significarle a ella la pérdida de una oportunidad de promoción en su trabajo.
Este asunto le viene dando vueltas en la cabeza desde hace mucho tiempo. “No sé si pueda hacerlo después de varios años de tener un puesto estable. Aunque ahora dé a luz a un bebé sacrificando mi porvenir, enfrentaré muchos problemas, como su cuidado y educación. Debo pensarlo bien y tomar una decisión”, expresa Li.
Las ventajas y desventajas desconciertan a muchos matrimonios jóvenes. Para Liu Ying, nacida en la década de 1970, la edad al dar a luz es un problema más realista. Tiene ya 38 años y una hija de 12. Como su marido prefiere un niño, en ella se ha despertado el deseo de tenerlo. Pero su edad le da un poco de miedo.
Ante la modificación de la política de control de la natalidad, cada uno tiene su propia idea. La procreación del segundo hijo aumenta los costos de mantenimiento, demanda más tiempo y energía de los padres, y afecta el nivel de vida familiar. El tener o no un segundo vástago es aún un asunto en el que pensar para muchas familias.
La idea es bella, pero la realidad, cruel. Los matrimonios (también hijos únicos), conocidos como “esclavos del hijo” y “esclavos de la hipoteca”, deben mantener a cuatro ancianos y un niño. Ante esta presión ya grande, algunos no se atreven a pensar en “añadir otra boca”. Sin embargo, otros responden desahogadamente: “Queremos disfrutar nuestra juventud. Si nuestros padres quieren cuidarlo, no nos importar tener uno más”.