Tres años después
Al aproximarse la finalización de sus tareas, la vida de Li va volviendo a la normalidad. En vista de que se empezó a aplicar el sistema de vacaciones obligatorias, Li y algunos de sus colegas viajaron a Hong Kong y Macao, en julio de 2010. “Esta vez, me di cuenta de que todos teníamos una nueva mentalidad de consumo. Antes considerábamos mucho el precio y la utilidad de una cosa, pero ahora si nos gusta y tenemos con qué pagar, la compramos sin vacilar. Todo cambia cuando experimentas un terremoto”, asegura.
Li tiene hoy una casa en el nuevo distrito de Beichuan, cuya construcción fue apoyada por el gobierno de la provincia de Shandong. Las nuevas viviendas fueron entregadas por sorteo y a Li le tocó una de 117 m2, a un precio de 100.000 yuanes, para lo cual solicitó un préstamo de 50.000 yuanes de fondos públicos de vivienda. Sumando los 32.000 yuanes del subsidio del gobierno, no hay mucha presión económica. “Mi nueva casa tiene 3 m2 menos que la anterior, comprada en 2002 a 58.000 yuanes. Aquella vez, mi mentalidad era otra y no pedí préstamo. Y con el terremoto, todo quedó en ruinas”, recuerda Li.
“No somos tan firmes como la gente imagina”