Mucho más que petróleo -Cooperación energética entre China y Latinoamérica
El petróleo: cooperación consolidada
La cooperación entre China y Latinoamérica en relación al petróleo comenzó en los años 60, cuando Cuba donó a China el diseño de una refinería de petróleo, incluyendo los datos técnicos para realizar prospecciones geológicas, con el fin de contribuir al desarrollo de la industria petrolífera china. En los años 70, debido a que algunos países latinoamericanos se vieron en dificultades por la crisis energética, China exportó petróleo a varios de ellos, como Brasil. A mediados de la década de los 90, algunas empresas petroleras chinas tuvieron la oportunidad de participar como proveedoras de tecnología en el desarrollo de campos petrolíferos en Perú, lo que significó el inicio de sus operaciones en tierras latinoamericanas. En el nuevo siglo, esta cooperación crecería rápidamente.
Hoy en día, las petroleras chinas están consideradas como socios estratégicos por los productores de petróleo de América Latina. Han obtenido ya el derecho de exploración y desarrollo de un gran número de campos petrolíferos y de gas en Perú, Ecuador, Venezuela, Colombia, Brasil y otros países, a través de licitaciones, adquisiciones, y participando en otras empresas tras la compra de acciones. Fue especialmente a partir de 2005, cuando parte de los países latinoamericanos fueron paulatinamente reajustando su modelo de cooperación energética con el exterior y algunas petroleras multinacionales cambiaron sus estrategias de gestión en América Latina, que las petroleras chinas fueron mayoritariamente aceptadas y ganaron la consideración de socios estratégicos para llevar a cabo una cooperación diversificada en el ámbito energético.
Al mismo tiempo, el comercio de crudo entre ambas partes ha ido creciendo progresivamente, y China recibe ahora una parte importante de las exportaciones latinoamericanas. Según estadísticas de la Aduana China, la importación de crudo desde América Latina pasó de 837.900 toneladas en 2003 a 13.074.500 toneladas en 2009, multiplicándose por 16 en tan sólo seis años y aumentando del 0,92% al 6,5% de las importaciones totales de petróleo chinas.
Por otro lado, dado que China tiene abundantes reservas de divisas, la financiación se ha convertido en una nueva forma de fomentar la cooperación energética con Latinoamérica. En 2009, el capital del Fondo de Co-financiación que China y Venezuela habían establecido en 2007 con 6.000 millones de dólares, acumulaba ya 12.000 millones; en abril de 2010, ambos países firmaron un acuerdo para un crédito por valor de 20.000 millones de dólares. Además, en 2009 China proporcionó a Ecuador y Brasil créditos para financiar operaciones de cooperación energética por valor de 1.000 y 10.000 millones de dólares respectivamente.
Renovables: cooperación incipiente
En los años 80, se llevó a cabo en Latinoamérica el primer proyecto hidroeléctrico con participación china, dando inicio así a la cooperación entre ambas partes en el sector de las energías renovables. Con Brasil como máximo exponente, América Latina es líder mundial en energía hidroeléctrica y bioenergía, al tiempo que Chile, Argentina, México y otros países están desarrollando activamente las energías solar y eólica, lo que ofrece grandes oportunidades de cooperación dada la complementariedad tecnológica entre China y Latinoamérica.
Actualmente, tal colaboración se está llevando a cabo en gran medida en el campo de las hidroeléctricas: los abundantes recursos hídricos de Latinoamérica y la vasta experiencia china en el desarrollo de proyectos hidráulicos, junto a su avanzado nivel tecnológico en este terreno, han sentado unas sólidas bases para la cooperación bilateral. Desde los años 80, China ha ayudado a Cuba, Colombia, Ecuador y Guyana a construir muchas centrales hidroeléctricas de pequeño tamaño. En 1999, por ejemplo, China ayudó a Guyana a construir la planta hidroeléctrica de Moco-Moco, y en abril de 2010, se hizo con el contrato para la construcción de la central de Amaila. Entre los años 2003 y 2007, algunas empresas chinas participaron en la construcción de dos centrales hidroeléctricas en Belice, y, entre 2004 y 2006, China ayudó a Cuba a construir las plantas de El Corojo y de Moa; asimismo, entre 2009 y 2010, gracias al apoyo financiero facilitado, se adjudicaron a empresas chinas dos proyectos para la construcción de centrales hidroeléctricas en Ecuador. En cuanto a la participación china en estos proyectos, cabe destacar que suele consistir en el diseño y construcción de las plantas y en el suministro de equipos tecnológicos, con lo que China contribuye a mejorar el abastecimiento de electricidad en estos países.
Por otra parte, la cooperación entre China y América Latina en los ámbitos de la energía solar y de la bioenergía también se ha incorporado a la agenda. En 2006, China apoyó a Cuba en un proyecto de desarrollo de baterías de energía solar; por otro lado, China y Brasil establecieron juntos en 2009 el Centro Cooperativo de Investigación en Tecnología Energética. Además, China también proporciona capacitación tecnológica de recursos humanos en relación a proyectos de energías limpias, como el metano o la energía solar, entre otras.
Perspectivas para el futuro
La crisis financiera internacional ha reforzado la cooperación energética entre China y América Latina, que se ha convertido en un nuevo elemento para el fomento de la colaboración entre ambas partes. En este sentido, podemos ver como las relaciones bilaterales en este sector se están ampliando constantemente, cubriendo desde la compra-venta de petróleo, la exploración y prospección de nuevos recursos, la financiación, los servicios de ingeniería, el suministro de equipos y otros, hasta la reciente colaboración en materia de energías renovables.
Cabe destacar la gran innovación que ha supuesto, en el terreno cooperativo, el nuevo modelo de colaboración energética entre China y Venezuela, que establece un mecanismo de cooperación intergubernamental institucionalizada entre ambos países, mediante el cual los organismos financieros chinos proporcionan apoyo para la financiación de la deuda, tomando la cooperación energética como eje central. La dimensión de este acuerdo de cooperación alcanza los ámbitos de la infraestructura, la agricultura, y la ciencia y tecnología avanzadas. Compañías petroleras chinas han establecido, junto con sus homólogas de la parte venezolana, varias compañías de capital mixto, obteniendo los derechos e intereses de diversos campos petrolíferos. De este modo, Venezuela se está convirtiendo paulatinamente en el principal proveedor de recursos fósiles de China en América Latina. Según estadísticas de la Aduana China, de 2006 a 2009, China importó un total de 20.052.700 toneladas de crudo y 15.107.100 toneladas de carburantes, con un promedio anual de 5.013.200 y 3.776.800 toneladas, respectivamente. China y Venezuela firmaron recientemente varios acuerdos del tipo “petróleo por créditos”, y es en especial el modelo de cooperación integral adoptado en los mismos, que no se limita a la compra de la materia prima (crudo) sino que incluye la del producto acabado (carburantes), lo que convierte a estos acuerdos en un hito. Este mecanismo de cooperación interdependiente favorece la estabilidad de las relaciones de colaboración en el futuro.
Pero la cooperación sino-latinoamericana en materia de energías alternativas también encara algunas dificultades y retos. Hasta el momento, los proyectos se han ido poniendo en marcha de forma esporádica, no sistemática, y han sido impulsados por la iniciativa y el apoyo del Gobierno chino, más que por el mercado. Al mismo tiempo, debido a que China consume principalmente carbón y petróleo, los vínculos entre la oferta y la demanda de ambas partes en el terreno de las energías renovables son débiles. En comparación con China, EE.UU. y la Unión Europea tienen una relación más estrecha con Latinoamérica en este campo, como exportadores de tecnología para la explotación de las renovables y la producción de etanol y biodiésel. Ello se hace patente al observar que, si bien las petroleras chinas han desembarcado en Latinoamérica, debido a su inferioridad tecnológica en el sector de las energías renovables, no han podido extender a este terreno la cooperación, mientras que las multinacionales del gas y el petróleo europeas y norteamericanas que llegaron antes a este mercado, como BP (British Petroleum) o Repsol YPF, entre otras, pueden hacer uso de sus ventajas en cuanto a tecnología, capital y posición en el mercado para participar activamente en la industria de las energías renovables.
El desarrollo de las energías alternativas en América Latina tiene tres características principales: primero, Brasil está a la cabeza en el mundo en cuanto a tecnología y producción de biodiésel y etanol; segundo, las multinacionales estadounidenses y europeas están perfeccionando su estrategia operativa: no sólo defienden con firmeza su posición en el mercado tradicional de petróleo y gas, sino que se esfuerzan por conquistar el mercado de las energías renovables; y tercero, la mayoría de los países latinoamericanos se están esforzando por fomentar la diversificación del suministro energético, desarrollando las energías solar, eólica, hidráulica, la bioenergía y otras.
Pero el que la experiencia y la capacidad tecnológica de China y América Latina sean muy diferentes, no nos puede hacer pasar por alto su gran potencial de cooperación. Por lo tanto, a partir de estos cimientos cada vez más sólidos, será posible ampliar y profundizar en los ámbitos de colaboración; por ejemplo, reforzando la investigación e intercambio en materia de tecnología energética o compartiendo experiencias.
Por último, en vista del aumento futuro de proyectos de cooperación energética, se hace urgente el establecimiento de mecanismos regulares de diálogo intergubernamental y de intercambio de información, lo que no sólo contribuirá a mejorar el conocimiento de las tendencias de las políticas en materia energética por ambas partes, sino que también favorecerá a que se llegue a consensos en cuanto a la colaboración y al mantenimiento de los intereses de ambas partes en la cooperación.