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2015-October-22 15:25

China no quiere una guerra de divisas

Por MEI XINYU

LA repentina devaluación del yuan con respecto al dólar estadounidense, el “lunes negro” del mercado bursátil chino, y la mala jornada que le siguió, fueron consideradas causas de una devaluación de las monedas de otros países, así como una caída en el precio de las materias primas. Esto ha dado lugar a la aparición de voces que acusan a China de haber iniciado una guerra de divisas y que pronostican una mayor devaluación del yuan, tesis que se apoya, además, en la reducción de las tasas de interés y del encaje bancario que ha aplicado el Banco Central de China. Inmediatamente, se han sucedido los ataques especulativos.

Sin embargo, el yuan se ha venido revaluando respecto al dólar durante 17 años consecutivos, pasando de 8,28 yuanes por cada dólar en 1997 a 6,14 el año pasado. El reajuste actual es fruto del mecanismo de fijación del tipo de cambio del yuan en su proceso de mercantilización con respecto al dólar, de ahí su fluctuación de doble sentido.

En realidad, en el mercado offshore, el tipo de cambio del yuan hace mucho tiempo que se viene devaluando. En todo caso, muchos países emergentes, e incluso Japón y la Eurozona, devaluaron enormemente sus monedas el año pasado con respecto al dólar. Por ejemplo, el euro y el yen japonés se devaluaron un 18%, respectivamente; la libra esterlina un 9%, el dólar australiano un 23%, el canadiense un 18%, el won coreano un 12%, el rublo ruso un 40%, el real brasileño un 34%, la rupia india un 6%... En comparación, la devaluación del yuan puede ser considerada muy modesta. Así pues, no cabe señalar a China como el desencadenante de una guerra de divisas.

Analizado retrospectivamente, no es difícil deducir que la enorme devaluación de las monedas con respecto al dólar, sobre todo las de países emergentes, ha sido el resultado inevitable de las políticas de flexibilización cuantitativa que aplicaron los bancos centrales occidentales en los años 2009 y 2010. Escribí varios artículos en los que señalé que el impacto de estas políticas, causantes del inicio de una guerra de divisas, no residía en la primera etapa, a pesar de que las políticas de expansión monetaria alimentaron las burbujas de activos en los mercados emergentes, sino en la actual política monetaria restrictiva. Si el actual desorden monetario es una bomba de relojería, fueron los bancos centrales de Occidente quienes la activaron hace años.

En todo caso, los fundamentos económicos tampoco aconsejan una continua e importante devaluación del yuan. Los responsables de las políticas económicas chinas no tienen motivos para provocar una devaluación competitiva. El tipo de cambio del yuan debe estabilizarse y lo hará.

Aunque el crecimiento económico de China se ha desacelerado respecto a años anteriores, sigue siendo alto en comparación con otros países. Mantiene superávit comercial y por cuenta corriente, además las inversiones extranjeras en el país no se han reducido sustancialmente. Los ingresos y gastos del Estado y sus activos y pasivos también son comparativamente buenos respecto a los países más poderosos económicamente.

Pero es que, además, los responsables de las políticas económicas chinas, independientemente de que sean a corto o largo plazo, no pretenden estimular una devaluación de su propia moneda, mucho menos provocar una guerra de divisas con los países vecinos, puesto que una devaluación del yuan perjudicaría los balances de las empresas que mantienen su deuda en dólares. En general, se trata de empresas importantes, incluso las principales de los diferentes sectores empresariales de China, las cuales se endeudaron en dólares a bajas tasas de interés en el mercado financiero internacional.

Durante la crisis financiera de Asia Oriental en 1998, numerosos empresarios de Corea del Sur se arruinaron porque habían adquirido una gran deuda en dólares mientras se apreciaba el won y el tipo de cambio les resultaba favorable. Cuando estalló la crisis financiera, las reservas de divisas del Estado se hundieron, el won sufrió una devaluación enorme por la volatilidad del tipo de cambio y muchos gigantes empresariales se vieron insolventes y obligados a declararse en quiebra. China ha aprendido la lección del país vecino y no va a cometer el mismo error, y con unas reservas de divisas de 4 billones de dólares tiene capacidad para evitarlo.

Una gran devaluación del yuan conduciría a China a la paralización económica, situación que ya vivió América Latina, de ahí que el gigante asiático lleve muchos años en una actitud vigilante.

Tras una revaluación continuada durante 17 años, es cierto que una devaluación moderada del yuan con respecto al dólar alivia a las empresas exportadoras, pero China no aspira a aumentar sus exportaciones a base de devaluar su moneda. En caso de contracción del comercio global, China, como primera potencia comercial del mundo, no puede aspirar a no verse afectada.

Otra de las razones por las que a China no le interesan las devaluaciones competitivas es la importancia que los mercados emergentes, altamente dependientes de las materias primas, tienen para su comercio exterior. Las informaciones negativas sobre la economía china, así como la devaluación del yuan, no benefician a estos países, a los que China no quiere dañar. Según mis cálculos, del volumen total de importación y exportación de China en 2011 (3.642.100 millones de dólares), el 56,9% se llevó a cabo con los mercados emergentes (no se incluyen Japón, la UE, Suiza, Noruega, Finlandia, EE.UU., Canadá, Australia y Nueva Zelanda). Del total de las exportaciones (1.898.600 millones de dólares), el 52,3% fue para los mercados emergentes, mientras que el 61,4% de las importaciones procedieron de allí.

Otro elemento que cabe mencionar es la historia. En la gran crisis de 1930, ¿qué medidas tomaron los gobiernos occidentales? El proteccionismo comercial para restringir las importaciones. A pesar de la protesta de 36 países y la objeción de 1028 economistas estadounidenses, el Congreso de EE.UU. aprobó la Ley Hawley-Smoot y, gracias a la firma del presidente Herbert Hoover, la ley entró en vigor. Los aranceles subieron hasta el 53,2%, y en 1932 llegaron a su cénit: el 59 %. Como resultado se desató una guerra arancelaria: 60 países aumentaron sucesivamente sus aranceles, lo que condujo a una disminución súbita del comercio global. Las importaciones estadounidenses de 1932 fueron solamente el 31 % de las de 1929, y las exportaciones fueron todavía peor. Sin embargo, frente a una crisis similar, China ha apostado por aumentar las importaciones y establecer y ensanchar las zonas de libre comercio pese a que su economía doméstica y su comercio exterior hayan ralentizado el crecimiento.

*El autor es investigador de la Academia de Comercio Internacional y Cooperación Económica del Ministerio de Comercio de China.