Defender siempre la dignidad de la resistencia a la invasión japonesa
PARA la nación china, el 7 de julio es un día importante. Ese mismo día de hace 77 años, el imperialismo japonés expandió su guerra parcial desatada en el noreste a una invasión total por todo el territorio de China. Todavía muchos lugares dan muestra del espanto vivido, como para que recordemos esta historia y para que siempre preservemos la paz.
Sin embargo, estos invasores continúan evadiendo, ocultando y tergiversando la historia. “El 7 de julio de 1937, inmediatamente después de que alguien disparara al ejército japonés que estaba en maniobras cerca del puente Lugou (Marco Polo), este lanzó ataques contra las fuerzas chinas”, así describe los hechos un libro de texto histórico nipón para enseñanza secundaria. La historia de la invasión es enredada y falseada intencionadamente: el estado títere de “Manchukuo”, establecido por el Imperio de Japón en Manchuria cuando ocupó el noreste de China se convirtió en un “paraíso con gobierno indulgente”; las atrocidades de los soldados nipones contra los civiles chinos fueron consideradas “heridas involuntarias” justificadas en la acción de sofocar al movimiento antijaponés; y sobre la matanza de Nanjing, de extrema crueldad, las notas manifiestan de manera desvergonzada que: “En los Juicios de Tokio se cree que en la ocupación de Nanjing los soldados japoneses mataron a numerosos civiles chinos. Pero los documentos sobre este acontecimiento tienen, en realidad, muchos puntos dudosos”.
Los estudiosos derechistas de Japón se atreven a invocar el espíritu del militarismo y es evidente que existe en su país una corriente consagrada a trastrocar los hechos y negar su invasión.
Mientras Japón no haga una autocrítica, sus crímenes serán permanentemente recordados por la gente.
La mayoría de los japoneses de hoy, que nacieron después de la Segunda Guerra Mundial, consideran que la paz es inherente a la misma y casi no conocen los crímenes cometidos por sus soldados en China. Aún así, muy poca gente muestra interés por conocer el hecho, a esto se suma la falta de voluntad política por reconocer y asumir la responsabilidad. Esa es la razón por la que el primer ministro japonés, Shinzo Abe, durante su visita a Alemania, tuvo el descaro de decir en sus declaraciones que no pediría excusas a sus vecinos tal como lo hizo Alemania al finalizar la Segunda Guerra. Incluso si fuera en el propio Japón, durante la década siguiente a la posguerra, estas palabras habrían sido suficientes para que el primer ministro dimitiera de su cargo por la enorme presión interior y exterior. Estudiosos occidentales señalan con agudeza que aunque los países participantes en la Segunda Guerra Mundial saben claramente la intención de los derechistas japoneses de disfrazar su invasión, suelen creer que los artículos constitucionales de ese país de no participar jamás en una guerra serían suficiente garantía de la paz.
No obstante, hace varios días Abe arruinó esta garantía.
Hay japoneses que a menudo preguntan cuántas veces hace falta que Japón pida disculpas para poder ser perdonado. Nosotros también queremos preguntar: ¿Cuántos desenmascaramientos hacen falta aún para impedir que las fuerzas derechistas de Japón continúen rechazando la realidad de su historia invasora y oculten sus delitos? Un famoso estudioso nipón opinó que el país debe asumir como tema actual recordar que fue una verdadera agresión aquella vergonzosa guerra y comprender que nadie podrá cambiar la historia, y que no tendrá futuro si no se enfrenta con sinceridad la realidad.
China no puede tolerar el atropello de su dignidad de resistencia a los invasores japoneses, ni lo hará la comunidad internacional. China y Corea del Sur decidieron recientemente llevar a cabo una investigación mancomunada sobre el reclutamiento forzoso de “mujeres de confort”. En su visita a ese país, el presidente chino, Xi Jinping, propuso a su homóloga, Park Geun-hye, conmemorar conjuntamente el 70.° aniversario de la victoria sobre el fascismo mundial, de la guerra contra la invasión japonesa del pueblo chino y de la liberación de la península de Corea de la dominación colonial de Japón.
El pueblo chino venció a los agresores y se desprendió de la indemnización de guerra en aras de reestablecer la unidad asiática, sin abandonar, empero, el derecho a salvaguardar la justicia histórica. Hoy se ha convertido en algo más importante la defensa de la memoria nacional y la herencia histórica. Se trata de nuestro ineludible deber y noble misión para mantener la dignidad histórica y el espíritu nacional.
Diario del Pueblo
7 de julio de 2014