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2016-October-11 15:56

Medio siglo en Cuba

 

Por HUANG ZHUOCAI*

En 1925 mi padre, Huang Baoshi, empujado por las carencias económicas y el deseo de progreso, dejó su pueblo natal en la ciudad de Taishan, provincia de Guangdong, para dirigirse a Cuba. Falleció en 1975, por lo que 50 años de su vida los pasó en esta isla. Abrió una tienda en la ciudad de Sagua la Grande y pasó de ser un trabajador más a ser un líder dentro de la comunidad de residentes chinos en Cuba. Se dedicó, además, a difundir la cultura china en la localidad y a fomentar la amistad sino-cubana. Allá lo recuerdan como una “persona notable”.

Seis personas de una misma familia, pero procedentes de tres países, visitan Sagua la Grande para conocer sus raíces.

 

Rumbo a la isla

El padre de Huang Baoshi, mi abuelo, era profesor en una escuela privada. Debido a la situación de pobreza de la familia, mi padre solo pudo estudiar tres años, pues se puso a trabajar cargando sobre los hombros dos canastas de diversos productos, los cuales debía vender en diversos poblados.

A sus 18 años de edad, mi papá era ya un joven guapo y el dueño de una tienda de productos medicinales le dio trabajo. Por el día, debía recoger estos productos, exponerlos al sol, triturarlos, cocerlos y llevárselos a los pacientes. Por la noche, dormía bajo una ventanilla, y cuando alguien se acercaba a comprar medicinas, se levantaba de inmediato a atenderlo. Era honesto y muy apreciado por los clientes. A menudo se ponía a estudiar los libros de medicina. Más aún, al recoger los productos medicinales aprendió a leer en chino y también a llevar las cuentas. Practicó con mucho empeño la caligrafía. No demoraba mucho en la atención al cliente y poco a poco fue conociendo muy bien el negocio. Cuando cumplió 20 años, ya se había convertido en el gerente de dicha tienda.

A los 27 años, un amigo suyo coetáneo le habló de ganarse la vida en Cuba. Por aquel entonces había una balada muy popular entre los chinos de Taishan que tenían algún familiar en ultramar. La balada se llamaba Irse a Cuba si se viene de una familia pobre. Mi padre no era tan pobre, pero buscaba una vida más próspera y sentía mucha curiosidad por la civilización occidental. Su suegro, un chino afincado en Estados Unidos, le prestó dinero para sus gastos y, al cabo de tres meses en barco, mi padre arribó al otro lado del planeta, Cuba.

Huang Baoshi se instaló en Sagua la Grande, provincia de Villa Clara, junto con un connacional. Como muchos chinos en ultramar, eligió Fernando Wong como su nombre en español.

Huang Baoshi (1898-1975).

Su ascenso

Mi padre comenzó siendo peluquero y luego el encargado de administrar la casa de una familia española. Aprendía muy rápido. En casa de su patrón empezó a dominar el español. De hecho, fue durante treinta años el presidente del casino Chung Wah en la ciudad de Sagua la Grande. Al margen de su atento servicio y encanto personal, manejaba perfectamente el chino y el español. Además, era muy sociable con los funcionarios cubanos y estaba dispuesto a entablar amistad con los residentes locales.

Al cabo de unos años en Cuba, mi padre ya no era el trabajador, sino el dueño de una tienda de artículos diversos. A los chinos les costaba mucho ganar dinero debido al desconocimiento de las políticas y los derechos en Cuba. Sin embargo, apoyándose en su laboriosidad y ahorro, mi padre comenzó a guardar poco a poco lo ganado y a enviarlo a su pueblo natal para ayudar en la manutención de la familia. A su vez, su tienda se convirtió en una especie de refugio para los chinos desempleados.

En las décadas de 1940 y 1950 había más de 3000 chinos y más de 100 pequeños negocios chinos en Sagua la Grande, entre tiendas, hostales, restaurantes, teatros y fábricas, los cuales contribuían con la economía y el nivel de vida de la población local. Además, durante la Segunda Guerra Mundial, los chinos en Cuba entregaron 2,4 millones de dólares a su patria, aunque mi padre jamás habló de cuánto había donado individualmente, ni de las obras de bienestar social que había emprendido. Sin embargo, la gente recuerda su bondad. En 2014, cuando mis familiares y yo visitamos el lugar de su fábrica, los más ancianos lo recordaban como “una persona notable”.

Fidelidad a Cuba

Sin embargo, la contribución de Huang Baoshi a Cuba no se limitó al ámbito comercial, sino que fue también un difusor de la cultura china. Lo que conocía lo transmitía a sus amigos cubanos: la medicina tradicional china, la técnica de cultivo de verduras y frutas, la gastronomía cantonesa, etc. Él le contó a mi madre que a los cubanos de Sagua la Grande no les gustaba comer pescado hasta que conocieron la sabrosa sazón de los chinos. Terminaron enamorándose del pescado.

Una familia de origen español solía ir a su tienda en Sagua la Grande. Por ello, mi padre se enteró de que Yeya, la madre, criaba sola a sus cinco hijos y vivía prácticamente en la miseria. Mi padre solía brindarle ayuda e, incluso, adoptó a su primogénito, Idalberto Revuelta Díaz, a quien llamaba cariñosamente “Tati”.

“Tati” tenía la misma edad que yo y desde los 3 hasta los 20 años vivió con mi padre. Cuando no estaba en clase, ayudaba en la tienda. En 1957, “Tati” se sumó a las filas revolucionarias de Fidel Castro. Sin embargo, el 26 de enero de 1958, en un enfrentamiento con efectivos policiales, se sacrificó con un disparo. Murió apenas a los 20 años.

Mi padre pasó medio siglo en la isla. Era muy trabajador y emprendedor. En esos 50 años solo pudo volver en una ocasión a China, en 1937. En ese entonces yo contaba apenas con unos meses de edad y, debido a la invasión japonesa, él tuvo que regresar apresuradamente a Cuba. Al despedirse, le dijo a mi madre que una vez que consiguiera suficiente dinero volvería a casa para dedicarse a la crianza de gallinas o la búsqueda de oro en la montaña Pingshen. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial terminó y no volvió. Su negocio en Cuba iba viento en popa y prefirió no dejarlo. Luego, con la victoria de la Revolución Cubana, tampoco pudo regresar por la falta de recursos económicos y porque decidió ceder a otros la oportunidad de viajar gratuitamente en barco. Al final, mi padre falleció con nostalgia por su pueblo natal.

Huang Baoshi en su tienda de artículos diversos (aproximadamente en 1956).

 

Amistad sino-cubana en cartas

En aquella época no había llamadas al extranjero ni correos electrónicos, por lo que el contacto entre mi padre y yo se daba a través de cartas, en las cuales nos transmitía su amor y cariño. Recibí sus enseñanzas durante toda mi etapa de crecimiento: hablábamos de mis estudios, de mi casamiento, de mi trabajo, de la idea de tener hijos. Sus cartas a la familia eran muy concisas, pero reflejaban un vasto horizonte e, incluso, describían y analizaban el ambiente y la situación política de aquel entonces. “Las cartas familiares valen más que el oro”, es un dicho chino. Las cartas de mi padre son un tesoro espiritual tanto para sus descendientes como para la sociedad. Son una herencia familiar.

En 2006 seleccioné unas 40 cartas escritas por mi padre y escribí el libro Historia de las cartas de un chino en Cuba. Posteriormente, después de añadir información histórica, publiqué una nueva edición del libro y obtuve algunos premios literarios.

En estos últimos años, la familia Huang ha viajado a Cuba para presentar sus respetos ante la tumba de mi padre, así como visitar a los familiares. En muchas actividades sociales nos reunimos con amigos y leemos libros en conjunto. De este modo hacemos cada día más amigos cubanos y latinoamericanos. Nos esforzamos por establecer un puente cultural de amistad entre los pueblos.

*Huang Zhuocai es profesor del Departamento de Lengua y Literatura China de la Universidad Jinan e investigador de la Universidad Huaqiao.

 

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