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2016-October-11 15:53

Lecciones de la maratón de la Muralla China

Por RAFAEL VALDEZ

 

Aunque habría sido más fácil correr en una pista atlética, dos ecuatorianos optaron por hacerlo en la Muralla China. Del mismo modo, para ambos habría sido más fácil estudiar su maestría en un país occidental, pero decidieron hacerlo en China. Más que los certificados, ambos valoran la lección de vida que aprendieron en la muralla.

 

Renato Pérez durante la competencia.

Ocho meses se preparó Antonio Hidalgo para correr la maratón de la Muralla.

La única medalla de oro olímpica que ha ganado Ecuador en su historia la obtuvo el marchista Jefferson Pérez en los Juegos de Atlanta 1996. Cuando le han preguntado a Pérez cuál fue la parte más difícil de la carrera, él ha dicho que en los últimos kilómetros no son las piernas las que mueven el cuerpo, sino la mente y el corazón. Lo ha descrito como un estado de desdoblamiento en el que la mente empuja un cuerpo dolorido.

En su caso, lo que lo impulsaba eran las ganas de darle a su país la primera medalla olímpica, pero también la determinación de vencer al mayor contrincante que tiene una persona: uno mismo.

Para lograrlo es necesario salir de esa zona de confort y estar dispuesto a sufrir un poco. La ecuación es sencilla: mayores desafíos implican mayores sacrificios y traen mayores recompensas.

Un pensamiento que comparten los también ecuatorianos Antonio Hidalgo, de 27 años, y Renato Pérez, de 24. Ambos llegaron a China primero para estudiar mandarín y luego siguieron la Maestría en Relaciones Internacionales en la prestigiosa Universidad de Beijing en la capital.

Antonio en el año 2014 y Renato en 2015 corrieron los 42 kilómetros de la temida Maratón de la Muralla China. La misma que, para conocedores del tema, es considerada una de las maratones más desafiantes por su recorrido que incluye 5164 escalones, tramos empinados y pronunciadas pendientes que provocan un dolor que anestesia las rodillas de los competidores.

Junto a la Maratón del Polo Norte, la de Sudáfrica que se realiza entre flora y fauna salvaje, la que se corre al pie de más de 2000 templos en Bagan, Myanmar, y la del desierto en Petra, Jordania, es una de las maratones más desafiantes del mundo. Está de más explicar los espectaculares paisajes que deben atravesar los atletas para completar estas pruebas. Imágenes que de por sí ya justifican todo el esfuerzo que realizan durante la preparación.

Antonio se preparó durante ocho meses. Hizo dieta, corría diferentes distancias y a distintas velocidades para desarrollar resistencia.

Renato, por su parte, se preparó durante tres meses, corría 6 días a la semana entre 3 y 4 horas diarias, subía 6000 escaleras, practicaba natación, renunció al alcohol e hizo una dieta para fortalecer sus músculos y tener suficiente energía para soportar sus intensos entrenamientos. Las conocidas Colinas Perfumadas (Xiangshan), al norte de Beijing, se convirtieron en su centro de entrenamiento.

Ambos coinciden en que la preparación psicológica es más importante que el trabajo físico. “Tienes que tener una fuerte motivación. En mi caso tenía dos buenas razones. Meses antes de la competencia me había enterado de que a uno de mis mejores amigos le habían detectado una enfermedad mortal y, a pesar de eso, él seguía con buen ánimo. Su espíritu de lucha fue un gran aliciente, pero también el deseo de conquistar grandes metas. La muralla era como un monstruo enorme retándome a conquistarlo, pero en el fondo yo sabía que al hacerlo, también me estaba conquistando a mí mismo”, dice Renato.

Una vista de la Gran Muralla.

 

Gran Muralla, grandes metas

Si bien no hay consenso sobre la cifra exacta de personas que trabajaron en la construcción de la muralla, ni tampoco cuántos murieron durante el proceso, lo que nadie discute es que se trata de una obra colosal que demandó el sacrificio de millones. En consonancia con eso, el líder chino Mao Zedong alguna vez dijo: “Quien no sube a la Gran Muralla no es un gran hombre”.

Para conquistar grandes metas se necesita grandes espíritus. Esa fuerza interior es el motor de personas que se plantean metas más complicadas que sus coetáneos.

Para jóvenes ecuatorianos como Antonio y Renato habría sido más fácil escoger cualquier país donde se hablara español para hacer su maestría. Estados Unidos y Europa son las opciones más comunes que escogen los ecuatorianos que desean estudiar en el extranjero. ¿Para qué complicarse yendo a un país con un idioma y una cultura completamente distintos? “Porque el desafío es mayor y la recompensa también”, afirman.

¿Para qué complicarse participando en una maratón que implica subir 5164 escalones al otro lado del mundo, si hay tantas maratones que se corren en pistas atléticas o parques especialmente adecuados para eso?

Su respuesta es la misma: “Porque el desafío es mayor y la recompensa también”.

Antonio y Renato describen con emoción los hermosos paisajes que vieron el día de la competencia. “Es inolvidable haber corrido en un monumento histórico, apreciar sus paisajes, ver la China donde no hay edificios, rascacielos, ni contaminación, sino campo y la enorme muralla que parece un dragón serpenteando sobre las montañas y las nubes”, recuerda Antonio.

Ellos coinciden en que estudiar, vivir y trabajar en China es una experiencia muy valiosa, sobre todo, por el crecimiento personal que se alcanza. El mayor desafío aquí no está en los libros, sino en la vida cotidiana.

“La lección de vida que deja la maratón de la muralla es muy parecida a la que se obtiene después de vivir en China: en todas las metas que te propongas en la vida debes ser persistente y humilde”, dice Antonio.

 

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