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2016-March-3 15:21

Lo que le sorprendió de China a un brasileño

Por MARLON LIMA PAIXAO*

LA experiencia de haber vivido un año en China es parte ahora de mi hall de trofeos invisibles que quedan guardados en mi memoria, impresos en fotos y estampados en el pasaporte y en el corazón. Después de haber vivido antes en Europa y Estados Unidos, a los 26 años me embarqué en la tercera gran travesía de mi vida y quiero compartir con ustedes todo lo que me pareció diferente, exótico e interesante.

Marlon Lima Paixao vivió un año en Beijing. El Templo del Cielo era uno de sus lugares favoritos.

 

La primera sorpresa sucedió cuando fui a almorzar por primera vez. Pedí un jugo en un restaurante y cuando el mesero lo trajo, vi que del vaso salía humo. Con el tiempo me di cuenta de que los chinos tienen la costumbre de tomar bebidas calientes porque creen que es beneficiosa para la salud.

Uno de mis lugares favoritos en Beijing era el supermercado porque había muchas cosas exóticas. Por ejemplo, el acuario donde tenían peces vivos para que los clientes los pescaran. Ahí se tomaban muy en serio el concepto de “alimentos frescos”. Una vez, un pez saltó del acuario y cayó en frente de mí. ¡Imagínense el susto que me llevé!

Ir al baño es una aventura. Encontrarse por primera vez con la letrina puede ser impactante. La verdad, al inicio, el solo verla me hacía perder las ganas.

Muchos restaurantes tienen un menú con más de 50 platos aparentemente muy complicados de preparar, pero aunque el restaurante esté lleno de gente, ellos sirven su pedido en menos de 10 minutos. ¿Cómo lo hacen tan rápido? Algún día lo descubriré.

Además de confortable y barato, el año pasado el sistema de metro de Beijing sobrepasó al de Shanghai y se convirtió en la mayor red de metro del mundo con más de 500 km de extensión y más de 20 líneas. Por todo esto, yo votaría por el metro de Beijing como la octava maravilla del mundo.

En todos lados, usted puede encontrar un tuc tuc, así se le llama a una especie de moto para dos personas que más parece un carro de hot dog. Es un medio de transporte muy utilizado no solo en China, sino también en países del Sudeste Asiático como Vietnam y Camboya. Funciona como un taxi, pero usted negocia el precio con el chofer.

El tramo de la Gran Muralla China más visitado por extranjeros parece haber sido construido un día antes de la visita. Eso puede ser un poco frustrante para los visitantes que esperan ver la esencia histórica del monumento.

En China se prepara el currículum no solo para conseguir empleo, sino también para conseguir un enamorado/a. Como ellos son bastante tímidos e introvertidos, es muy común conocer a chinos de 25 años o mayores que nunca se enamoraron o ni siquiera se besaron en la boca. Para solucionar este problema es natural buscar una agencia para encontrar pareja.

Los pantalones de los bebés tienen un agujero en la entrepierna, de esa forma ellos pueden hacer sus necesidades en cualquier lugar. Los chinos dicen que eso sirve para enseñarles a los niños que deben avisar cuando tengan ganas de ir al baño.

Para entrar a cualquier estación de metro es obligatorio pasar el bolso o mochila a través de rayos X como medida de seguridad. Además, es necesario pasar la tarjeta de metro tanto a la entrada como a la salida. Esta medida es inteligente, pues así ellos controlan el flujo de pasajeros y eso sirve para la planificación de nuevas líneas y también para el control del precio que varía de acuerdo a la distancia recorrida.

La primera vez que fui a un restaurante de Hot Pot quedé muy decepcionado. Para mí no tiene sentido ese tipo de restaurantes donde quien cocina es el propio cliente. Funciona así: en el centro de la mesa hay una estufa con agua hirviendo condimentada con especias. De ahí, haces el pedido, todo viene crudo y tienes que tirar todo dentro del agua, hasta la lechuga. Al final, te sientes como un chef y, sobre todo, hueles como un chef.

En China existen dos tipos de centros comerciales, unos con el precio establecido y otros donde el cliente negocia el precio. Este último, a veces, se convierte en un ring de boxeo. Si te quedas mirando la mercadería, el vendedor te va a decir que es la mejor pieza del mundo, de la mejor calidad, y luego te dirá un precio astronómico. Acto seguido, te vas a asustar y el vendedor te preguntará cuánto estás dispuesto a pagar. Es ahí cuando comienza una auténtica guerra del regateo. Los vendedores chinos son “regateadores” experimentados y, sobre todo, cariñosos: te van a agarrar del brazo, insistir, gritar o hasta fingir que lloran, todo por vender. Al final, vencen por cansancio. Regatear es estresante, cansado, pero puedes conseguir muy buenos precios.

En el metro, a veces, las personas llevan enormes maletas. El problema es cuando ellos colocan esas maletas justo en la puerta obstaculizando la entrada y salida de otros pasajeros. Un día, yo les di de su propia medicina.

Mercado de verduras. Fotos de Rafael Valdez

Una de las preguntas más frecuentes cuando regresé a Brasil fue: ¿comiste escorpión? La respuesta es sí, lo hice. Comí saltamontes también, y me dijeron que el alacrán era sabroso, pero no quise probar. A pesar de haberlo hecho, reconozco que los extranjeros tenemos una idea equivocada de lo que los chinos comen día a día. Ellos no comen “cosas raras”, eso ocurría hace varias décadas cuando el país pasó hambre, pero hoy la mayoría no lo hace. Justamente por ese prejuicio de los turistas, en Beijing hay una pequeña calle en el sector de Wangfujing adonde van principalmente extranjeros a comer esas “cosas raras”, no los chinos.

En las pequeñas ciudades del país es muy común que los chinos te pidan que te tomes una foto con ellos y te hagan sentir como una pop star por cinco minutos solo por ser occidental.

El karaoke, conocido en China como KTV, es uno de los principales entretenimientos de la cultura china. Los establecimientos suelen tener una decoración lujosa, parecida a la de un casino, y a diferencia de Brasil, las salas son privadas, y solo tú y tus amigos tenéis acceso, lo que da la libertad de sacar a la Madonna que llevas dentro sin sentir verguenza.

Después de haber probado el baijiu de los chinos, pienso que la cachaça de los brasileños es para los débiles. Este licor de arroz, que es infaltable en las cenas importantes, tiene nada menos que un 50% de alcohol, algo que ni Lula Da Silva podría aguantar.

*Marlon Lima Paixao, de 26 años y oriundo de Río de Janeiro, vivió un año en Beijing, donde estudió chino y enseñó portugués en el Centro Cultural China-Brasil.