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2015-May-7 14:02

Oswaldo Guayasamín en el siglo XX

Por QING MIAO*

“La muerte no existe. Todos, en un planeta de maíz. Cae en la tierra un grano de maíz, desde ahí surge la planta, se vuelve una mazorca de maíz. Luego vuelve a caer otro grano de maíz en la tierra. Y esto es infinito, es infinito…La muerte no existe”, dijo en una entrevista Oswaldo Guayasamín, un gran pintor ecuatoriano. Según esta manera de entender la vida, Guayasamín era como un grano de maíz, a quien le tocó volver a la madre tierra el 10 de marzo de 1999.

Es sabido por todos que el Siglo XX fue una época monstruosa caracterizada por muchas muertes por guerras, racismo,discriminación, genocidios, campos de concentración,dictaduras y torturas, entre otras barbaries. Mediante las técnicas expresionistas y cubistas, Guayasamín plasmó el dolor humano de la sociedad latinoamericana y también expresó sus emociones desde lo más profundo del alma, incluyendo la rabia y la angustia por lo sucedido en su época, junto con el amor hacia su madre. Su origen indígena y el haber vivido experiencias tristes influyeron para que se convirtiera en defensor de los pueblos aborígenes esclavizados. “Mi pintura es para herir, para arañar y golpear en el corazón de la gente y también para mostrar lo que el hombre hace en contra del hombre.” Esa fue la misión de Guayasamín quien es conocido como el mejor conservador y cronista de los recuerdos de aquella época gris. Es increíble que un hombre que experimentó prácticamente ocho décadas del siglo más sangriento de la historia de la humanidad crea que la muerte no existe. Este hecho genera mucha curiosidad por investigar su vida y sus obras.

El 6 de julio de 1919, este grano de maíz fue el primero de los diez granos sembrados en una tierra estéril, ya que su dueño indio se dedicaba a la carpintería y más tarde fue taxista y camionero. Vivía en la miseria junto con su mujer mestiza. Las raíces indígenas le dieron a Guayasamín una comprensión profunda del sufrimiento de las comunidades indígenas en el Siglo XX. Incluso siendo aún un brote, Guayasamín mostró su aptitud artística. Tomó la escuela como su primer taller y sus maestros y compañeros le sirvieron como modelos para sus caricaturas. También vendía cuadros para pagarse los estudios.

Ingresó en la Escuela de Bellas Artes de Quito, ignorando la oposición de su padre. En 1941, recibió el título de Pintor y Escultor, siendo el mejor alumno de su promoción.

Su primera exposición en Quito tuvo un resultado agridulce. Aunque provocó un gran escándalo, ya que se caracterizaba por una aguda denuncia social, le permitió conocer a Nelson Rockefeller, quien le ayudaría mucho en el futuro por apreciar su talento. Además, el dinero ganado le proporcionó las alas que le permitieron viajar a México, donde se encontró con el gran muralista Orozco, su futuro maestro que supondría una gran influencia en su creación posterior. Luego el joven grano de maíz inició su visita de dos años por toda Latinoamérica, famosa por ser la cuna del maíz. Sin embargo, las experiencias que vivió no fueron nada agradables, convirtiéndose finalmente en una serie de 103 cuadros llamada Huacayñán, una palabra quichua que significa El Camino del Llanto.

Guayasamín creó una gran cantidad de pinturas de caballete, murales, esculturas y monumentos y realizó unas 48 exposiciones individuales en distintos países. Dividió sus obras pictóricas en tres grandes series: Huacayñán, La Edad de la Ira y La Edad de la Ternura.

Huacayñán presenta la sociedad indígena oprimida y gira en torno a su miserable  situación en América Latina. Guayasamín fue considerado como el defensor más acérrimo del indigenismo, un movimiento que reivindicó los derechos de las comunidades indígenas y revalorizó sus tradiciones culturales. Los pueblos nativos de aquella época corrían el riesgo de perder la autenticidad cultural y este se constituyó en el núcleo central de los problemas indígenas en la plástica de Guayasamín. Guayasamín dio un fuerte empuje a la pintura indigenista, convirtiendo en protagonistas de sus obras a mujeres llorando, niños hambrientos e indios oprimidos.

La Edad de la Ira,compuesta por 260 piezas, en las cuales se muestran las guerras, la violencia y los conflictos plasmados con color negro y gris que simbolizan la muerte, la pobreza, la tristeza y el dolor. En general, Guayasamín muestra, en cada pincelada, la protesta y la denuncia social, para manifestar su furia; para reclamar una sociedad más justa y una vida mejor para losoprimidos.

La Edad de la Ternura, también conocida como Mientras viva, siempre te recuerdo, es una colección en la que rinde homenaje a su madre y a todas las madres del mundo. En los cuadros se utilizan colores vivos, cálidos y puros en representación del cariño y la ternura de las madres y la inocencia de los pequeños. Hay que tomar en cuenta que en el Siglo XX, las madres latinoamericanas se encontraban en situaciones particularmente duras. Siempre fueron las más vulnerables y su vida se limitaba a las labores domésticas. El niño era, entonces, la esperanza de la madre porque podría darle a ella el lugar que merecía. Ese estrecho vínculo madre-hijo se refleja en las pinturas de Guayasamín.  

Desde su juventud, Guayasamín gozó de gran prestigio por sus exposiciones y logró todos los premios nacionales y muchos extranjeros, así como varios reconocimientos honoríficos concedidos por muchas instituciones artísticas de distintos países, entre los cuales cabe destacar el haber sido elegido como presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y haber obtenido el premio Eugenio Espejo que es el principal galardón otorgado por el Gobierno ecuatoriano.

En 1976 se creó en Quito la Fundación Guayasamín con el fin de conservar las preciosas obras y colecciones artísticas donadas por el pintor, ya que son consideradas como patrimonio cultural del pueblo ecuatoriano.

En 1995 comenzó en Quito la construcción de su obra más relevante, el espacio arquitectónico denominado La Capilla del Hombre que es una respuesta a la necesidad de rendir culto al ser humano. Esta obra no había sido concluida hasta su fallecimiento. En 2002, fue inaugurada y fue reconocida por la Unesco como proyecto prioritario de la cultura mundial y patrimonio cultural del Estado ecuatoriano.

Por fin, este grano de maíz caído ha visto como su sueño de crear un espacio sagrado se ha hecho realidad. El mismo grano de maíz se ha arraigado por casualidad en un terreno estéril, experimentando las tormentas naturales y sociales, y al fin se ha convertido en una mazorca con voluntad fuerte que con sus pinceles ha contado las dolorosas historias de la humanidad. Su piedad por los pueblos miserables, su lucha por reivindicar los derechos humanos y su espíritu patriótico merecen respeto y alabanzas de todo el mundo. Todo esto, además de sus cuadros preciosos, es el legado dejado por Guayasamín que seguirá ejerciendo influencia durante mil generaciones.

 

*Estudiante de la Facultad de Español de la Universidad de Sichuan y ganadora del segundo lugar en el IV Concurso de Ensayo organizado por la Embajada de Ecuador.

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