El privilegio de estudiar y vivir en China
NUNCA pensé tener la grandiosa oportunidad de vivir una experiencia única en un país con una historia y cultura milenaria como China. Gracias a la Embajada de China en Venezuela y al Consejo de Becas de China, pude venir a este país en abril de 2010. En todo este tiempo he vivido, conocido y experimentado cosas maravillosas; desde conocer personas de diferentes lugares del mundo, hasta visitar diferentes ciudades de China.
En julio de 2010, luego de haber solicitado ante la Embajada de China en Venezuela una beca para realizar mis estudios de Maestría, comencé a estudiar el idioma mandarín en la Universidad de Tianjin (septiembre 2010 – julio 2011), el cual no es nada fácil, y a pesar de mis cuatro años en China, aún no lo domino del todo. Desde septiembre de 2011, vivo en la ciudad de Beijing. Estoy cursando la Maestría de Comercio Internacional en la Universidad de Economía y Negocios de la Capital. En ambas universidades, he conocido muchas personas con diferentes idiomas, culturas y tradiciones que, de una u otra manera, han servido de apoyo en los momentos de más dificultad, amigos que son para recordar toda la vida (ecuatorianos, árabes, bolivianos, tanzanos, tailandeses, rusos, kasakos, cubanos, incluso venezolanos, entre otros). Los profesores han dejado grandes conocimientos en mí, a pesar de que por la barrera del idioma, se hace un poco difícil el total y absoluto entendimiento de las clases impartidas.
En estos momentos, estoy a sólo unos días de la graduación, después de un trabajo arduo realizando mi tesis de Maestría, en un idioma ajeno al mío, teniendo muchos problemas de gramática y traducción, pero que luego de muchas trabas y obstáculos, finalmente pude terminar. Sin duda alguna, una de las experiencias más increíbles de mi vida. Pero además del crecimiento personal, estudiar y vivir en China es una gran ventaja para todo venezolano tomando en cuenta lo que significa este país asiático, actualmente, para mi país. Por eso conviene analizar un poco la relación bilateral.

Jéssica Garrido en Shanghai. Foto cortesía de la autora
China y Venezuela, hoy
Venezuela y China establecieron relaciones diplomáticas en 1974 y, desde entonces, se ha forjado un vínculo basado en la amistad y el respeto mutuo. Fue después de finales de los años 90 que el nivel del diálogo político, las consultas y los acuerdos económicos se elevaron a nuevas alturas después de numerosas visitas oficiales de alto nivel, incluyendo la visita del actual presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, el año pasado.
Pero la alianza estratégica para el desarrollo conjunto que orienta la cooperación entre Venezuela y China da un paso más elevado en el 2001. Se centra en dos cuestiones fundamentales: la energía y la agricultura. Desde entonces, esa alianza entre ambos países ha evolucionado haciéndose más compleja y diversificada, con un aumento sin precedentes en el comercio bilateral y la cooperación entre ambos gobiernos, que hasta la fecha han firmado un total de más de 400 acuerdos bilaterales.
Hoy por hoy, hay proyectos en casi todos los posibles campos de cooperación económica, tales como la planificación, la ciencia y la tecnología, las telecomunicaciones, la minería, las industrias, de manufactura, infraestructura, aeroespacial y de construcción de viviendas.
Al mismo tiempo, la cooperación en cultura, educación y deporte también ha crecido considerablemente, y las nuevas áreas de acción conjunta en temas sociales están siendo acordadas, lo que les permitirá a los venezolanos beneficiarse de la amplia experiencia china en su lucha contra la pobreza.
La financiación de una asociación de esta complejidad se aseguró en el año 2008 a través de la creación del Fondo Conjunto, también conocido como el “Fondo Pesado”.
Desde ese año, el Banco de Desarrollo de China se ha comprometido a prestar 46,5 billones de dólares a Venezuela. Más del 90 % de esta deuda está respaldada por contratos de venta de crudo.
Pero en toda esta increíble asociación económica sólida hay una preocupación en algunos venezolanos respecto a la posibilidad de experimentar pronto la “trampa de la deuda” lo que significaría repetir los viejos problemas que enfrenta América Latina al basar sus economías solamente en las exportaciones de materia prima.
En las últimas décadas, Venezuela ha dependido de las exportaciones de crudo, y esta dependencia ha crecido con el pasar de los años. Dada la situación actual, el gobierno venezolano está confiando en los altos precios del petróleo para la cancelación total de la deuda. Los altos precios del petróleo, junto con el deseo del gobierno de aumentar el gasto social en el país y mantener los rígidos controles cambiarios configuran un difícil panorama para las empresas venezolanas.
Lo que deja la migración china
La profundización de la relación sino-venezolana también ha provocado que hoy más de 200.000 ciudadanos chinos vivan en Venezuela. Muchos de ellos trabajan en proyectos de petróleo y de infraestructura a gran escala, y otros poseen pequeñas tiendas y restaurantes. Un punto positivo es que la población venezolana se torna más dispuesta a los cambios tanto culturales como sociales; aumenta la diversidad cultural, por lo que Venezuela comienza a tener acceso a nuevas manifestaciones de la cultura. Por ejemplo, el Año Nuevo Chino comienza a ser un festejo popular entre una parte de los venezolanos. Por otro lado, los ciudadanos chinos residentes en Venezuela aportan capital y generan fuentes de empleo lo que beneficia a la economía nacional. Además, hay beneficio en cuanto al aprendizaje que se puede obtener de la innovación tecnológica del país asiático.
Por ejemplo, en el caso específico del fabricante de electrodomésticos, Haier, y la empresa de comunicación, Huawei, que ya tienen operaciones en Venezuela. Estas firmas, además, tienen un rol importante en los planes sociales que tiene el gobierno venezolano, por ejemplo, el plan “Mi casa bien equipada” por medio del cual los venezolanos pueden adquirir electrodomésticos a un precio justo.
A pesar de estas ventajas, los detractores de la relación bilateral sostienen que, actualmente, China lleva nuevas tecnologías e inversiones a Venezuela, como antes lo hicieron los estadounidenses, pero que estaría caminando a un ciclo de deuda y dependencia. Sin embargo, este es un desafío no solo de Venezuela, sino de Latinoamérica en general, y la responsabilidad de instaurar políticas que cambien su matriz productiva es de los gobiernos latinoamericanos. En esa tarea, China puede ser de mucha ayuda si se aprovecha la transferencia tecnológica.
El país de Confucio es clave para la diversificación comercial y económica de Venezuela y para que reduzca su dependencia del mercado petrolero importador estadounidense. La tierra de Bolívar ofrece recursos naturales y su diplomacia comercial se orienta a buscar nuevos socios estratégicos. La clave está en aprovechar lo que se puede aprender del otro pensando en el beneficio del país a largo plazo y no solo en inyecciones de capital que sirvan como parches de los problemas inmediatos.
*Cursa el último año de la Maestría en Comercio Internacional en la Universidad de Economía y Negocios de la Capital en Beijing, China.