El gusto de traducir

11 de julio de 2013. Liljana Arsovska en la presentación de Vidas. Cuentos de China contemporánea, en la embajada de México en Beijing.
EL 11 de julio de 2013, se presentó, en la embajada de México en Beijing, la antología Vidas. Cuentos de China contemporánea, de Liljana Arsovska, profesora de lengua y lingüística china en el Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México y asesora especial del Proyecto de difusión de la literatura contemporánea china patrocinado por el Gobierno de la República Popular China.
Sobre la antología y sus criterios acerca de la traducción conversa con China Hoy.
China Hoy (CH): ¿Cuándo comenzó su vínculo con China?
Liljana Arsovska (LA): En 1981, con una beca de aquel entonces, de la República Federal Socialista de Yugoslavia. Me vine aquí, becada, a estudiar la licenciatura. Estuve aquí cuatro años, desde 1981 hasta 1985. Cuando terminé la licenciatura, tuve que salir de China, pero para aquel entonces yo ya tenía un novio mexicano, que actualmente es mi esposo. Nos fuimos primero a Yugoslavia, o lo que en aquel entonces quedaba de Yugoslavia, porque los problemas, de una u otra manera, ya comenzaban; intentando establecernos ahí. Unos meses después, decidimos también probar suerte en México, donde tuve la gran fortuna de llegar y en poco tiempo entrar a una maestría en el Colegio de México, en el Centro de Estudios de Asia y África. Y, realmente, ahí es que empieza una estrecha vinculación con China, que ya había comenzado a principios de los ochenta, cuando, de algún modo, China empezó a ser mi mundo en todos los aspectos.
CH: ¿Cómo y cuándo comenzó a traducir?
LA: Bueno, tuve la suerte de terminar la maestría y quedarme en El Colegio de México como docente, donde estoy hasta la fecha. El principal trabajo que desempeño en esa institución es la enseñanza del chino y la investigación en el aspecto lingüístico. Pero, muy pronto empecé a desarrollar el gusto por la traducción. Al principio – quiero confesarlo – con muchísimo miedo porque el chino no es un idioma que se aprende en una licenciatura. Yo creo que lo sigo aprendiendo. Tengo treinta años en eso y creo que voy a seguir aprendiéndolo hasta que muera, puesto que el idioma, al igual que el mundo, evoluciona.
CH: ¿Qué fue lo primero que tradujo?
LA: Empecé por algunas novelas que tuve la suerte de que se publicaran en la revista del Centro de Estudios de Asia y África del Colegio de México. Traduje La dura sopa de arroz de Wang Meng hace muchísimos años, justo cuando levantó una enorme polémica, en la época de la reforma y apertura de China. Así empezó mi traducción. Quiero aclarar que no soy, por lo menos no me considero, traductora profesional, puesto que no es mi actividad principal.
CH: ¿Entonces, por qué lo hace?
LA: Es un gran gusto, un gusto inmenso, puesto que creo que la literatura es la ventana para conocer al pueblo, para conocer a la gente común y corriente, la gente que está detrás de los números, de las estadísticas, de los crecimientos y de todo eso que, a veces, espanta.
CH: ¿Es suficiente dominar un idioma para poder traducir?
LA: La traducción no es algo fácil. Yo siempre he dicho, y quiero insistir, que para traducir, en cualquier idioma, la lengua es solo el 50 %. El otro 50 % es el bagaje cultural, histórico, social que uno debe poseer. Sin eso, no traduces. Y, si intentas hacerlo, va a ser letra muerta. Para darle vida a una traducción hay que trabajarla desde todos los aspectos, desde un enfoque mucho más integral. Si el escritor es un artista, el traductor debe hacer todo lo posible para que la traducción también sea una obra artística y no una transmisión lingüística simple, llana, literal, vacía, hueca, sin vida.
CH: ¿Cómo surge la idea de traducir los cuentos que aparecen en Vidas...?
LA: Me dije: al traducir sola en casa, siempre encuentras problemas. De pronto dices: entiendo la palabra, pero ¿qué hay detrás de ella? Y fue ahí cuando me di cuenta: espérate, aquí tengo chinos. Vamos a juntar los alumnos de maestría y doctorado del Colegio de México. Los fui a ver y les dije: ¿Quieren traducir? Vamos a mi casa. Tomamos té, café...o, a ver lo que tomamos. Entonces, organicé una especie de seminario de traducción.
CH: ¿Fue posible entenderse con idiomas y culturas tan diferentes?
LA: Yo creo que en la vida es lo que más he disfrutado porque, imagínese, gente latina que domina el idioma y a la que le interesan el idioma y la cultura china, que estudian la cultura china. Y, luego, chinos que nacieron en la cultura china. Con ellos, poder llegar a aquello que esté detrás de la palabra, que esté detrás de la ironía y discutirlo. Y, entonces, que te digan: no, aquí le comprendiste mal. No, aquí te faltó el matiz de eso. Y todo eso, volverlo a transmitir. Y así salió la antología, que fue un consenso. Consenso de chinos y latinos que nos sentamos y llegamos a un consenso lingüístico, cultural, social. Y eso me gustaría que fuese el futuro de la traducción de la literatura, no solamente china al español, también de la literatura de nuestros países al chino.
CH: ¿Cuáles son las principales dificultades para traducir del chino al español?
LA: Usted, seguramente, ya sabe que el chino es muy rico en proverbios, dichos, metáforas en general. ¿Qué haces con ellos cuando tienen una fuerte característica cultural? Cuando se refieren a un personaje histórico, ¿cómo lo explicas? Se habla de las notas del pie de página, pero creo que con las notas hay que tener cuidado en una obra literaria, porque distraen. A veces, no hay de otra. Por ejemplo, en una traducción que ahorita estoy haciendo, el título dice: Yo no soy Pan Jilian. Ese es el título de una gran obra que espero tenerla traducida en medio año al español y, eventualmente, publicada y distribuida. Pero, ¿qué significa “Yo no soy Pan Jilian”? ¿Quién es Pan Jilian? Es un personaje histórico de China con características que podrían definirla, un poco, como una prostituta. Entonces, ahí necesito poner otra cosa porque ¿qué le va a decir al público hispano “Yo no soy Pan Jilian”? Entonces, ¿qué haces en estos casos? ¿Cómo transmitir la cultura que está detrás de la palabra? ¿Busco un proverbio mexicano? Se me enojan los cubanos, los chilenos y los argentinos o no lo entienden, que es peor. Esas son las discusiones que se deben resolver por medio de un consenso, donde un chino me da una idea, me explica más y yo busco, entonces, tal vez en la literatura clásica de latinoamérica, aproximarme o, a veces, sacrifico la belleza lingüística para transmitir el contenido. Es una elección del traductor. Y yo quisiera que no fuese una elección individual, sino más bien colectiva para que cumpla con ese propósito de difusión de la cultura, de la literatura y de China.

Portada de la antología de cuentos contemporáneos chinos. Fotos de Pedro Lago
CH: ¿Hay un público ávido de leer literatura china en español?
LA: Yo creo que sí. No es amplio, pero lo hay. La literatura, primero en la misma hispanoamérica tiene diferentes niveles. Regresas cansado a casa y yo creo que no vas a agarrar a Kafka ¿verdad? Lo que vas a agarrar es una de esas novelitas rapiditas, algo ligero, algo que te haga reír. A Dostoievsky lo amo, pero lo lees una sola vez en la vida y se te quedó en todos lados. Creo que eso debe pasar también con la literatura china. En latinoamérica va a tener, para mí, dos públicos fundamentales. El primero es el intelectual, que quiere saber de lo que pasa fuera de su contexto cultural, histórico. ¿Qué hacen sus colegas? Y el segundo, muy importante, es un público joven que igual está muy ávido de saber qué pasa por otros lados.
CH: ¿Sabía español cuando vino de Macedonia a China?
LA: Nada, nada. Siempre me burlo de mí misma en el sentido de que yo, en China, pesqué muchas cosas. Pesqué el chino y pesqué el español, incluso, más que el español, fue el mexicano porque mis maestros fueron mexicanos.
CH: Ni el español, ni el chino son su lengua materna. ¿Se ha sentido “intrusa” en esta labor de traducción?
LA: La verdad sí. Mire, no intrusa, sino que, a veces, navego entre dos sentimientos profundos. La constante duda es: híjole ¿será eso? Y creo que me voy a morir con esa duda porque, vuelvo a insistir, ninguno de los dos idiomas son los idiomas de mi médula. Pero, la duda es lo mejor porque siempre te hace buscar, buscar y buscar. Pero también es una satisfacción cuando, de pronto, recibes comentarios y dicen: sí, sí, está bien. Tanto como intrusa no. Déjeme decirle que tengo más tiempo en México que en Macedonia. Aunque en Macedonia me dicen arcaica y en México me dicen yucateca, argentina, uruguaya, francesa.... El acento nunca se me va a quitar.
CH: ¿Hasta cuándo va a estar traduciendo?
LA: Hasta que me guste y hasta que haya alguien que quiera publicar mis traducciones. Tampoco quisiera hacerlo como una profesión de ocho horas al día. Quiero conservarle el gusto. Quiero hacerlo por gusto y no porque me contratan, no por empleo. Eso es lo que quiero. Es posible hacerlo así, cuando se tiene un trabajo, como yo.