CHINAHOY

HOME

2013-August-27 15:14

El Tíbet, un destino elegido

Por YIN HE*

Yin He.

DESPUÉS de graduarme en 2010, me quedé en Beijing y trabajé en un banco, un empleo envidiable para muchos. Sin embargo, no me gustaba, pues cada día vestía traje, llegaba a las 9 de la mañana y salía a las 5 de la tarde. Así pasaban mis días. Mi vida perdía su dirección y no quería desperdiciar mi juventud en aquella ciudad de barras de acero y hormigón. Buscaba el campo, el cielo azul, la fragancia de las flores, el verdor de las hierbas y el significado de la vida. No importaba si las condiciones del lugar eran muy duras o si el proceso de búsqueda estaba lleno de baches. Era lo que yo anhelaba y hacia donde quería dirigir mi juventud.

Finalmente fijé mi vista en el oeste, en el Tíbet.

Ni bien llegué a Lhasa, la capital del Tíbet, despertó en mí la curiosidad por esta tierra santa. El cielo azul y las montañas nevadas me impactaron. El majestuoso Palacio Potala, el solemne monasterio Jokhang, la bulliciosa calle Pargor y el silencioso Palacio Norbulingka explican la maravilla de una ciudad con esplendorosa naturaleza e impresionante cultura.

Sin embargo, con el paso del tiempo, comencé a sentirme algo incómodo, pues acá no hay compras en línea, ni McDonald’s ni Starbucks. Al ver las fotos nupciales de mis amigos o al pensar en mis padres me invadía la nostalgia. Pero al estar frente a las impresionantes montañas y ríos, sabía que había obedecido el llamado de mi corazón. Quería realizar mi sueño allí.

Estudié finanzas. En el Tíbet hay pocas firmas cotizadas y sólo una compañía de valores, pero la región carece, gravemente, de personal calificado en este sector. Tuve que hacer de todo, desde preparar documentos hasta presentar informes sobre el mercado de capitales para las consultas de los inversionistas.

Además, fui a las aldeas, a unos 4500 msnm, donde las condiciones son muy duras: no hay agua del grifo, no hay electricidad, ni telecomunicaciones, ni carreteras apropiadas. Visité todas las familias para conocer cómo era la vida local. Levanté aulas para que los niños aprendieran el mandarín. Junto con los aldeanos recogí excremento de vaca para ponerlo sobre un muro y utilizarlo después como combustible. Como no hay señal de Internet, usé el bolígrafo para anotar todos los detalles y todas mis sensaciones. No hay luz. Me di cuenta de que en las noches tranquilas levantaba la cabeza hacia la Luna y pensaba en el futuro. No hay medios de transporte. Insistí en caminar y, de esa forma, medir la extensión de esta hermosa tierra.

Los tibetanos son muy hospitalarios y sencillos. Me ofrecieron té con mantequilla (elemento indispensable de su dieta) como una forma de agradecimiento por los pequeños favores que les había hecho. Sé que falta mucho por hacer. Me siento afortunado por haber seleccionado la carrera profesional correcta.

Para mí, la juventud permite aspirar a la realización de los sueños. Los jóvenes, dueños de esta gran fortuna, no debemos mirar hacia adelante o hacia atrás sin actuar. La vida material es un gozo y, al mismo tiempo, una traba. Si uno se libera, adecuadamente, de las cosas materiales de la vida conseguirá más experiencias, más práctica y una mejor reflexión.

*Yin He trabaja en la Oficina Regional de la Comisión de Supervisión y Administración de Valores de China en el Tíbet.