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2013-January-4 15:18

Beiji, el ártico chino

Beiji, el ártico chino

Probablemente se encuentre lejos del taller de Papá Noel, pero la aldea de Beiji, en el distrito de Mohe, merece su fama de “Aldea Ártica de China”.

El invierno en la Aldea ártica.

Aquí, la temperatura promedio durante los tres meses invernales es de -35°C, aunque en el año es de -4,29°C, lo que significa que la aldea es apenas lo suficientemente caliente como para evitar un continuo permafrost (capa del suelo permanentemente congelada).

Afortunadamente viajamos a Beiji mientras el termómetro registraba aún valores positivos. Habíamos esperado con impaciencia este viaje y partimos de Beijing con la sensación de una inminente aventura.

Ubicada en el noroeste de la provincia de Heilongjiang, Beiji es, de acuerdo con su latitud, el punto más septentrional de China. La gélida frontera con Rusia está demarcada naturalmente por lo que los rusos llaman río Amur y que es conocido por los chinos como Heilongjiang (que significa “río del Dragón Negro”), y que es también el nombre que recibe la provincia.

La Aldea Ártica, en Mohe, fue establecida en la década de 1960. Hoy en día, cubre un área de 16 km², con 243 hogares permanentes y una población total de 1.000 habitantes.

El trineo tirado por caballos es el vehículo más usado. Fotos de CFP

Tomamos un vuelo desde Beijing hasta Mohe, cuyo aeropuerto fue abierto en 2008. Dejamos la capital del país a las 10:45 de la mañana y aterrizamos a las 3:30 de la tarde, luego de una breve escala en Harbin, la capital de la provincia de Heilongjiang. Para ser un vuelo local fue un viaje relativamente largo, y no quiero ni pensar cuánto tiempo habría tomado en autobús o en tren, las únicas opciones antes de la inauguración del aeropuerto.

Me sentí muy enferma mientras íbamos del terminal aéreo a la Aldea Ártica. Tal vez fue la repentina caída de la temperatura. Fue una gran pena, pues mientras yo me encontraba encorvada por el malestar, mis compañeros de viaje estaban pegados a las ventanas hipnotizados por el gran cielo azul, las esponjosas nubes blancas y el diáfano verdor de los bosques.

Antes de la cena llegamos a la posada campestre que habíamos reservado desde Beijing, la cual se llama Riverside Family y se encuentra espléndidamente ubicada en la orilla del río. La recomiendo plenamente.

Después de un breve descanso que me permitió recuperar las fuerzas, no podíamos esperar más el momento de salir y explorar el poblado más septentrional de China. No es grande y un tour no toma mucho tiempo.

La aldea de Beiji parecía haber sido levantada sobre grandes extensiones de frondosos pastizales. La arquitectura local nos hizo recordar a las cabañas de muchos cuentos de hadas. Las paredes de las construcciones han sido hechas con troncos de pino y revestidas por el barro. El estilo guarda relación con las regiones fronterizas entre China y Rusia, ricas en recursos madereros.

Todas las casas que observamos tenían un jardín para el cultivo de verduras y girasoles. Las bajas vallas de madera que separan las viviendas parecían tener fines simplemente decorativos, pues los vecinos las cruzaban para conversar entre ellos, mientras que las puertas delanteras permanecen siempre abiertas para los visitantes. Fue, literalmente, un soplo de aire fresco en comparación con Beijing.

Un paseo por la Aldea Ártica después del desayuno es un verdadero placer.

La Aldea Ártica nos mostró un cuadro idílico de la vida campestre. Los pobladores locales nos aseguraron que si alguien perdía algo en las calles nadie lo tomaría y el objeto permanecería ahí hasta que su dueño lo encontrara.

A medida que se acercaba la hora de la cena, el humo se iba elevando de las chimeneas de las casas, lo que le daba un toque final y rústico a la escena de cuentos de hadas.

Un letrero que decía “Plaza Ártica” nos alertó de que habíamos llegado al centro de la aldea. Ahí vimos una lápida donde se podía leer: “El Ártico de la Tierra Divina”. Si bien no es técnicamente exacto –el Círculo Polar Ártico está 1.500 km más al norte– nos pareció que debía haber algo digno de ser visto en ese lugar. El empleo del término “Ártico” es, sin duda, una gran tarjeta de presentación turística, pues las tiendas, la oficina de correos y los hoteles recuerdan siempre que son los “más septentrionales” de China.

Nos dirigimos hacía el río Heilong-jiang. Rusia está literalmente en la otra ribera. Siempre que disponía de tiempo iba a pasear por el Heilongjiang. Es hermoso, profundo, tranquilo y en sus aguas se reflejan detalladamente las nubes, el cielo y el sol. Hace un frío gélido, incluso en los meses en los que el río no está congelado. Un poco de agua en la cara y me sentí refrescada para varios días.

El Tíbet –pensé previamente– es el lugar de China “más cercano al cielo”, como solemos decir. El Tíbet puede ser mayor en altitud, pero la Aldea Ártica lo es en latitud. ¿Podría ser este el lugar más tranquilo de China fuera de los monasterios del “Techo del Mundo”?

Después de nuestro primer día de paseo tuvimos hambre y nos fuimos a cenar a la posada Riverside Family. El portero nos estaba esperando. Su apellido era Yu y la tierra de sus ancestros estaba en la provincia de Shandong. Yu había sido muy servicial a la hora de hacer las reservaciones, en lo que fue un momento particularmente intenso. Él nos recogió del aeropuerto y bebimos y comimos juntos. A medida que avanzaba la noche nos fuimos a observar el cielo nocturno y a contar las estrellas. Compartimos historias y hablamos de la vida bajo la luz de las velas, ya que los cortes de energía son frecuentes por las noches.

No quería irme, pero tenía que hacerlo. Al regresar a Beijing me sentí mucho más a gusto, aunque un poco desanimada. Los campos verdes y el relajante río Heilongjiang quedaron impregnados en mi memoria y su recuerdo me calmó cuando me encontré nuevamente en medio de las asfixiantes calles de la capital.

 Días polares

Llegar a la Aldea Ártica durante el solsticio de verano permite experimentar casi un “día polar”.

El cielo no está iluminado las 24 horas del día durante el solsticio, pero las noches solo duran una o dos horas. Un fenómeno que podría presentarse es el de la aurora, aunque es extremadamente raro. Algunas personas mayores aseguran haberla visto una o dos veces en su vida, mientras que la mayoría de los jóvenes no han tenido esa oportunidad. Yo tenía la esperanza de apreciarla, pero desgraciadamente no tuve suerte.

En mi última mañana desperté a las 2:30 a.m., justo a tiempo para apreciar el amanecer. Ya se oía el canto de los gallos y sentí un poco de pena por ellos. ¿Cómo pueden adaptarse a esas horas de sol tan fluctuantes? La noche anterior esperamos hasta casi la medianoche para tener la oportunidad de fotografiar la Luna. Las nubes encaminaron nuestros planes.

Sin embargo, muy temprano por la mañana, la Luna brillaba. El pueblo aún dormía y el suave murmullo del río era el único sonido que podíamos percibir. La única luz, presumiblemente a cientos de kilómetros a la redonda, era el brillo del satélite natural de la Tierra. El escenario ideal para una gran fotografía.

Después de que tomáramos imágenes de la Luna, comenzó nuestro “día polar”. Caminamos hacia el río, mientras el sol de la mañana despertaba en el Este. Sin embargo, la luz solar se difuminó debido a una fina cortina de niebla que se colocó a baja altura del suelo.

A las 3:30, el sol hizo finalmente su aparición sobre las montañas en el horizonte. Los pescadores estaban ya en la orilla del río. Los transbordadores, atracados a lo largo de un muelle, esperaban a los primeros pasajeros del día. Las siluetas de estos ferries se volvieron más notorias con el sol naciente.

En el pueblo más septentrional de China observé, a una hora muy temprana, la lenta transformación de la noche en día. Hubo un momento en el que el Sol y la Luna brillaban juntos en el cielo, como si se tratase de una ardua competencia entre ellos. Yo sabía quién iba a perder, pero todo seguía siendo muy impresionante.

Es muy importante dejar atrás la ciudad y disfrutar de la increíble belleza de la naturaleza. En ella podemos hacer una pausa, descansar y reflexionar. Las preocupaciones de la vida diaria parecen tan triviales si uno las ve en retrospectiva. En mi opinión, en ninguna parte la reflexión es tan natural como en la “Aldea Ártica de China”.

Consejos:

1. La distancia desde Harbin, capital de la provincia de Heilongjiang, hasta el distrito de Mohe es de 1.200 km. El transporte aéreo es la mejor opción, aunque también se puede ir por tren. Hay autobuses desde Mohe hasta la Aldea Ártica. El viaje dura unas dos horas.

2. Es mejor hacer las reservaciones a principios de verano, la temporada alta. No hay grandes hoteles, solo posadas familiares con un número limitado de habitaciones.

3. Mohe presenta un clima subártico, con largos y fríos inviernos y cortos y calurosos veranos. Las temperaturas en verano pueden exceder los 30°C, mientras que los inviernos son los más fríos de China, con caídas de hasta -40°C. Las noches durante el verano pueden ser frías, por lo que es recomendable llevar una chaqueta gruesa. En invierno uno debe abrigarse con ropa muy acolchada.

4. En invierno lleve zapatos antideslizantes. En las carreteras no hay nieve, pero el clima es muy helado. Tenga siempre cuidado al caminar.

5. El invierno es muy seco y la calefacción dentro de las viviendas permanece a muy altas temperaturas. Lleve crema hidratante para proteger la piel. Cuando salga de las casas, no toque los objetos metálicos con las manos mojadas: se le pegarán. Por esta misma razón, no lama ningún objeto.

6. Durante el invierno lleve una cubierta gruesa para su cámara y su teléfono celular, y mantenga los dispositivos cerca de su cuerpo. En temperaturas extremadamente bajas la batería tiene poca duración. En ambientes húmedos coloque su cámara dentro de una bolsa de plástico para evitar que la lente se cubra de escarcha.