Beiji, el ártico chino
Probablemente se encuentre lejos del taller de Papá Noel, pero la aldea de Beiji, en el distrito de Mohe, merece su fama de “Aldea Ártica de China”.
El invierno en la Aldea ártica.
Aquí, la temperatura promedio durante los tres meses invernales es de -35°C, aunque en el año es de -4,29°C, lo que significa que la aldea es apenas lo suficientemente caliente como para evitar un continuo permafrost (capa del suelo permanentemente congelada).
Afortunadamente viajamos a Beiji mientras el termómetro registraba aún valores positivos. Habíamos esperado con impaciencia este viaje y partimos de Beijing con la sensación de una inminente aventura.
Ubicada en el noroeste de la provincia de Heilongjiang, Beiji es, de acuerdo con su latitud, el punto más septentrional de China. La gélida frontera con Rusia está demarcada naturalmente por lo que los rusos llaman río Amur y que es conocido por los chinos como Heilongjiang (que significa “río del Dragón Negro”), y que es también el nombre que recibe la provincia.
La Aldea Ártica, en Mohe, fue establecida en la década de 1960. Hoy en día, cubre un área de 16 km², con 243 hogares permanentes y una población total de 1.000 habitantes.
El trineo tirado por caballos es el vehículo más usado. Fotos de CFP
Tomamos un vuelo desde Beijing hasta Mohe, cuyo aeropuerto fue abierto en 2008. Dejamos la capital del país a las 10:45 de la mañana y aterrizamos a las 3:30 de la tarde, luego de una breve escala en Harbin, la capital de la provincia de Heilongjiang. Para ser un vuelo local fue un viaje relativamente largo, y no quiero ni pensar cuánto tiempo habría tomado en autobús o en tren, las únicas opciones antes de la inauguración del aeropuerto.
Me sentí muy enferma mientras íbamos del terminal aéreo a la Aldea Ártica. Tal vez fue la repentina caída de la temperatura. Fue una gran pena, pues mientras yo me encontraba encorvada por el malestar, mis compañeros de viaje estaban pegados a las ventanas hipnotizados por el gran cielo azul, las esponjosas nubes blancas y el diáfano verdor de los bosques.
Antes de la cena llegamos a la posada campestre que habíamos reservado desde Beijing, la cual se llama Riverside Family y se encuentra espléndidamente ubicada en la orilla del río. La recomiendo plenamente.
Después de un breve descanso que me permitió recuperar las fuerzas, no podíamos esperar más el momento de salir y explorar el poblado más septentrional de China. No es grande y un tour no toma mucho tiempo.
La aldea de Beiji parecía haber sido levantada sobre grandes extensiones de frondosos pastizales. La arquitectura local nos hizo recordar a las cabañas de muchos cuentos de hadas. Las paredes de las construcciones han sido hechas con troncos de pino y revestidas por el barro. El estilo guarda relación con las regiones fronterizas entre China y Rusia, ricas en recursos madereros.
Todas las casas que observamos tenían un jardín para el cultivo de verduras y girasoles. Las bajas vallas de madera que separan las viviendas parecían tener fines simplemente decorativos, pues los vecinos las cruzaban para conversar entre ellos, mientras que las puertas delanteras permanecen siempre abiertas para los visitantes. Fue, literalmente, un soplo de aire fresco en comparación con Beijing.
Un paseo por la Aldea Ártica después del desayuno es un verdadero placer.
La Aldea Ártica nos mostró un cuadro idílico de la vida campestre. Los pobladores locales nos aseguraron que si alguien perdía algo en las calles nadie lo tomaría y el objeto permanecería ahí hasta que su dueño lo encontrara.
A medida que se acercaba la hora de la cena, el humo se iba elevando de las chimeneas de las casas, lo que le daba un toque final y rústico a la escena de cuentos de hadas.
Un letrero que decía “Plaza Ártica” nos alertó de que habíamos llegado al centro de la aldea. Ahí vimos una lápida donde se podía leer: “El Ártico de la Tierra Divina”. Si bien no es técnicamente exacto –el Círculo Polar Ártico está 1.500 km más al norte– nos pareció que debía haber algo digno de ser visto en ese lugar. El empleo del término “Ártico” es, sin duda, una gran tarjeta de presentación turística, pues las tiendas, la oficina de correos y los hoteles recuerdan siempre que son los “más septentrionales” de China.
Nos dirigimos hacía el río Heilong-jiang. Rusia está literalmente en la otra ribera. Siempre que disponía de tiempo iba a pasear por el Heilongjiang. Es hermoso, profundo, tranquilo y en sus aguas se reflejan detalladamente las nubes, el cielo y el sol. Hace un frío gélido, incluso en los meses en los que el río no está congelado. Un poco de agua en la cara y me sentí refrescada para varios días.
El Tíbet –pensé previamente– es el lugar de China “más cercano al cielo”, como solemos decir. El Tíbet puede ser mayor en altitud, pero la Aldea Ártica lo es en latitud. ¿Podría ser este el lugar más tranquilo de China fuera de los monasterios del “Techo del Mundo”?
Después de nuestro primer día de paseo tuvimos hambre y nos fuimos a cenar a la posada Riverside Family. El portero nos estaba esperando. Su apellido era Yu y la tierra de sus ancestros estaba en la provincia de Shandong. Yu había sido muy servicial a la hora de hacer las reservaciones, en lo que fue un momento particularmente intenso. Él nos recogió del aeropuerto y bebimos y comimos juntos. A medida que avanzaba la noche nos fuimos a observar el cielo nocturno y a contar las estrellas. Compartimos historias y hablamos de la vida bajo la luz de las velas, ya que los cortes de energía son frecuentes por las noches.
No quería irme, pero tenía que hacerlo. Al regresar a Beijing me sentí mucho más a gusto, aunque un poco desanimada. Los campos verdes y el relajante río Heilongjiang quedaron impregnados en mi memoria y su recuerdo me calmó cuando me encontré nuevamente en medio de las asfixiantes calles de la capital.