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2017-March-16 09:44

Los chinos de ultramar en América Latina

18 de septiembre de 2016. El Grupo Artístico Tangyun de Brasil presenta un espectáculo de qipao (vestido femenino chino de origen manchú) en Sao Paulo. Cnsphoto

 

Por XU SHICHENG

 

Según registros históricos chinos y extranjeros, hace 400 o 500 años los chinos arribaron a América Latina por el océano Pacífico, a través de la Ruta de la Seda Marítima. Los nuevos inmigrantes no solo fueron partícipes del desarrollo local, sino que también influenciaron en la región latinoamericana con sus costumbres y tradiciones culturales. En cuanto a los intercambios con América Latina, los chinos en ultramar han hecho importantes contribuciones.

 

Historia de la emigración

 

La Ruta de la Seda Marítima, un trayecto de navegación comercial entre China, Filipinas y México, se abrió tras grandes descubrimientos geográficos, desde finales del siglo XVI hasta la primera mitad del siglo XVII.

 

De acuerdo con documentos históricos, los intercambios culturales directos entre China y América Latina datan de 1573, cuando reinaba el emperador Wanli, de la dinastía Ming. En esa época, cerca de 5000 o 6000 “chinos de Manila”, entre comerciantes, artesanos y marineros, se trasladaron a México, Perú y otros lugares latinoamericanos para trabajar o dedicarse al comercio.

 

Precisamente, fueron estos chinos de ultramar quienes llevaron seda, porcelana, artesanías y otros productos y prácticas culturales chinas a los territorios de América Latina. Al mismo tiempo, en los viajes de vuelta a su país, regresaron con monedas de plata de México y otros productos típicos de Latinoamérica, como maíz, patatas, tomates, cacahuetes, camote y tabaco. Esto no solo promovió la industria financiera de China, sino que también diversificó la estructura alimenticia del pueblo chino.

 

A principios del siglo XIX, los colonizadores británicos y portugueses iniciaron el tráfico de chinos a América Latina, para que fueran contratados como culíes en las colonias. Los primeros 147 trabajadores chinos desembarcaron en la Trinidad británica (ahora Trinidad y Tobago) en 1806. Entre 1808 y 1810, los portugueses reclutaron a cientos de agricultores de Hubei para cultivar té en Río de Janeiro y Sao Paulo.

 

Entre 1840 y 1870, tras el fin de la Guerra del Opio, alrededor de 300.000 a 400.000 obreros contratados chinos se trasladaron a América Latina. A pesar de que el comercio de culíes fue prohibido en la década de 1870, muchos de estos obreros continuaron desplazándose a América Latina. La diáspora se dio principalmente hacia Cuba y hacia las colonias inglesas, holandesas y francesas productoras de azúcar en Latinoamérica y el Caribe. Sin embargo, también hubo una gran inmigración de culíes a Perú, que producía guano, así como a Panamá, México, Chile y otros países en donde hubo grandes proyectos de construcción.

 

Junto con los pueblos de los diversos países latinoamericanos, los cientos de miles de trabajadores chinos realizaron arduos trabajos e hicieron importantes contribuciones a la construcción de la civilización, el progreso social y el desarrollo económico local, lo que promovió la prosperidad de la región. La construcción del Canal de Panamá, el desarrollo de granjas azucareras, cafeteras y algodoneras en diversos países centroamericanos y caribeños, la explotación de salitre en Chile y de guano en Perú, la construcción de ferrocarriles en Panamá, Perú y México, entre otras obras y proyectos, encarnan el sudor y el desgaste de los trabajadores chinos en ultramar. Cabe destacar que los chinos también combatieron y derramaron sangre al lado de la población local en las guerras de independencia y liberación de estos países.

 

24 de noviembre de 2015. Chinos residentes en México y estudiantes chinos en ese país dan la bienvenida a la flota número 152 de la Armada China, en la ciudad de Acapulco. Cnsphoto

 

Un mayor número en México y Perú

 

México y Perú son los países latinoamericanos que cuentan con un mayor número de chinos de ultramar, y comparten una historia relativamente larga. México comenzó a introducir obreros contratados chinos a partir de la década de 1870. El primer grupo arribó en 1875. El 14 de diciembre de 1899, Wu Tingfang, ministro plenipotenciario del Gobierno de la dinastía Qing de China en EE. UU., y Manuel de Aspiroz, su homólogo mexicano en el mismo país, firmaron oficialmente en Washington el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre China y México. Fue de esta manera que se establecieron relaciones diplomáticas entre México y el Gobierno de la dinastía Qing.

 

En 1854, poco más de treinta años después de que Perú obtuviera su independencia, el general Ramón Castilla anunció en Huancayo la abolición de la esclavitud y, debido a la extensa mano de obra que requería la roturación de terrenos, la construcción de carreteras y puertos y la minería, propuso la contratación de obreros chinos para sustituir a los esclavos africanos. Debido a que China se encontraba en una época de caos como consecuencia de la Primera Guerra del Opio, muchos de sus habitantes se vieron obligados a abandonar sus hogares y emprender largos viajes a través del océano Pacífico para ganarse la vida en Perú.

 

El primer grupo de 75 trabajadores chinos llegó a Perú en octubre de 1849, y para 1874 el número ya había alcanzado los 90.000. Este fenómeno fue conocido como la primera oleada de la inmigración china.

 

En 1856 Perú estableció un consulado en Hong Kong. El 26 de junio de 1874 se firmó en Tianjin el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre China y Perú, y se anunció el establecimiento oficial de las relaciones diplomáticas entre los dos países. Diez años después, China ya contaba con una legación en Perú.

 

En el siglo XX, el Gobierno peruano tomó medidas para reducir gradualmente el número de inmigrantes chinos. Perú sufrió dificultades económicas entre 1929 y 1933, a causa de la crisis económica capitalista, y las consecuencias no solo se vieron reflejadas en un gran número de chinos que tuvieron que regresar a su país, sino también en el hecho de que se redujo el número de inmigrantes chinos al país. El número total de chinos en Perú disminuyó a siete u ocho mil.

 

Después de la victoria de la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa y la fundación de la República Popular China, hubo otra llegada masiva de inmigrantes chinos a Perú, lo que constituyó la segunda oleada de la inmigración china.

 

A partir de la política de reforma y apertura de China, en especial desde finales de la década de 1980, el número de chinos que se trasladaron a Perú para visitar familiares, hacer inversiones empresariales o establecerse se volvió a incrementar. Estos han trabajado duro e inteligentemente para poder sobrevivir, prosperar y fusionarse con los locales. En la actualidad, la población de origen chino en Perú es de la séptima u octava generación.

 

Pórtico en el barrio chino de Lima, Perú. Cnsphoto

 

Fortalecimiento del intercambio cultural

 

Durante ese proceso, los trabajadores chinos en América Latina llevaron también las tradiciones, costumbres y cultura chinas a esta región, así como técnicas de producción agrícola y la medicina tradicional china.

 

En Puebla, México, una estatua de unos diez metros de altura, de una chica con trenza y falda de colores, adorna la plaza principal. Es conocida como la “China Poblana” y, según la leyenda, mientras trabajaba como sirvienta para una familia comerciante de Puebla, diseñó un vestido de seda, de falda larga y sin mangas, colorido y bien bonito. Las mujeres mexicanas luego comenzaron a confeccionar imitaciones del vestido de la China Poblana y el diseño sigue siendo hoy muy popular.

 

Las destrezas culinarias de los chinos también son conocidas en América Latina. En Lima, Perú, los restaurantes chinos se llaman “chifa” (homófono de la pronunciación shifan en cantonés), y muchas verduras chinas, como brotes de soja, col china y malanga, así como platos de tofu, ravioles de camarón, wantan, rollitos de primavera y rollos de huevo, forman ahora parte de la dieta diaria de los latinoamericanos.

 

Además de la ropa y la comida, en muchos países latinoamericanos se han conservado algunas otras costumbres chinas, como la celebración de la Fiesta de la Primavera, los fuegos artificiales y petardos, la danza del león y dragón, la quema de incienso y los tambores. Hoy en día, estas costumbres no solo son practicadas por los chinos de ultramar, sino también por los residentes locales, lo que permite que la cultura china en América Latina eche raíces, florezca y dé frutos.

 

En 1808, después de que la familia real portuguesa se trasladara a Brasil, el primer ministro portugués le ordenó al gobernador acreditado en Macao reclutar agricultores chinos para cultivar té en Brasil. Entre 1808 y 1810, cientos de agricultores de té de Hubei llegaron a Río de Janeiro y otros lugares de América vía Macao para enseñar el arte del cultivo del té. Hoy en día hay un monumento en Brasil en conmemoración a los agricultores chinos.

 

Los chinos residentes en los países latinoamericanos también han enseñado activamente la medicina tradicional china. Algunos de ellos, originalmente médicos, han contribuido al desarrollo de la medicina de América Latina en los países donde residen, haciendo uso de la medicina china para curar enfermedades y salvar vidas, de acuerdo con las necesidades de cada país.

 

En su libro Los chinos en las luchas por la liberación cubana, el historiador cubano Juan Jiménez Pastrana mencionó que en la década de 1870 había un médico llamado Zhan Bobi entre los obreros chinos en Cuba. Reconocido por su ética y avanzados conocimientos de medicina tradicional china, Zhan era considerado el mejor médico, y nadie superaba sus habilidades en este campo. Jiménez Pastrana destacó que el médico chino atendiera a menudo a los pobres y no les cobrara nada.

 

Según La servidumbre china en el Perú: una historia de los culíes chinos en el Perú, de Watt Stewart, en Perú, México y otros países latinoamericanos también hubo muchos médicos chinos. Por medio de las hierbas medicinales chinas pudieron curar a pacientes que los médicos peruanos no habían podido sanar.

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