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2017-March-14 14:45

Jilin un corazón latiente en medio del invierno

Plantas deshojadas cubiertas en escarcha adornan las calles en todos los rincones de la aldea de Hantun.

 

Por MATEO HERRERA

 

Desde Xinjiang hasta la costa de Zhejiang y desde Mongolia Interior hasta Guangdong, China es una vasta nación que alberga algunos de los paisajes naturales más espectaculares del mundo. No es coincidencia, por ejemplo, que Pandora, el planeta futurista de Avatar, esté inspirado en las extrañas formaciones geográficas de Zhangjiajie, o que los paisajes montañosos a lo largo del río Lijiang de Guilin decoren el reverso del billete de 20 yuanes. Sin embargo, de todas las maravillas naturales que se pueden encontrar en el “Reino del Medio”, existe una joya muy particular en el paisaje chino: Wusong Dao (la Isla de Escarcha).

 

Ubicada 40 km al norte de Jilin, segunda ciudad más importante de la provincia nororiental con el mismo nombre, en invierno la Isla de Escarcha deslumbra con un imponente paisaje de árboles cobijados por la escarcha. Sin ser nieve como tal, la escarcha es una capa de hielo única que se forma cuando los vapores emanados por el río Songhua –cuyas aguas se mantienen a una temperatura promedio de 4 °C– se congelan y quedan atrapados en las ramas deshojadas de las plantas.

 

“Estuve durante el frío invierno de diciembre pasado y me siento realmente afortunada de haber podido estar allá”, publicó una turista hongkonesa de 28 años en un reconocido portal especializado en viajes y turismo. “El fenómeno es poco común debido a que es causado por el vapor de aguas más calientes descargadas diariamente desde una central hidroeléctrica río arriba”.

 

Desde hace aproximadamente tres decenios, este espectacular fenómeno natural ha llamado la atención de turistas provenientes de todos los rincones del planeta. Sin importar las temperaturas de hasta -30 °C que azotan a Jilin durante la época más fría del año, los aventureros se llenan de coraje y arriban a la isla de 6 km² y sus alrededores para maravillarse con un espectáculo que hoy es considerado como una de las cuatro maravillas naturales de China.

 

Vistiendo sus típicos trajes invernales de lana de oveja, hombres pertenecientes a la minoría manchú posan frente a las cámaras en la Isla de Escarcha.

 

Cambio de rutina

 

Al igual que en la Isla de Escarcha, el invierno en toda la provincia nororiental de Jilin es largo y difícil. Rara vez se sienten temperaturas superiores a los 0 °C, los campos de maíz, arroz y sorgo son cubiertos por gruesas cortezas de nieve y los días son tan cortos que es difícil desarrollar con éxito muchas de las actividades que durante el resto del año mantienen la economía regional marchando.

 

A pesar de esto, la llegada de los gélidos vientos y de la nieve, que también anuncia la aproximación de la Fiesta de la Primavera, supone nuevas oportunidades económicas, tanto para campesinos como para gente de la ciudad en toda la provincia. En medio del lúgubre paisaje, mientras las actividades agrícolas e industriales toman un respiro, aflora el turismo y se dispara el comercio previo a las celebraciones de Año Nuevo.

 

En Hantun, una aldea de minoría manchú ubicada cerca de Wusong Dao, varios residentes han podido elevar su nivel económico gracias a la creciente industria turística en la zona, sobre todo durante la temporada invernal. Familias que solían mantenerse en casa entre finales de noviembre y mediados de febrero, ahora acogen cada año a cientos de viajeros que pueden degustar especialidades locales y dormir en las típicas kang (camas de ladrillo dispuestas sobre una superficie calentada por un horno de carbón). La aldea tiene capacidad para hospedar a cerca de mil huéspedes a la vez.

 

Unos 40 km al sur de Hantun se encuentra Changchun, la ciudad moderna e industrializada que hace varias décadas reemplazó a Jilin como la capital de la provincia. De los casi 4 millones de habitantes de la urbe, muchos aprovechan la cercanía del Año Nuevo para atender a los turistas e impulsar las ventas durante la congestionada temporada.

 

El mercado Medio Oriente, un bazar situado en el ajetreado centro de la ciudad, alberga a cientos de mercaderes que aprovechan la alta demanda comercial durante las fiestas para vender considerables cantidades de productos a precios muy razonables. “Es la primera vez que veo un mercado como este, que combina comestibles, almacenes de ropa, supermercado, farmacia y todo lo que se pueda imaginar”, le dijo a China Hoy Chen Boyuan, un visitante que trabaja en Beijing. “En ninguna otra parte de China he visto un fenómeno similar”.

 

Junto a enormes parques que exponen inmensas esculturas de todo tipo talladas en hielo, dignas de hacer del Festival de Hielo y Nieve de Changchun un evento de renombre nacional, la temporada invernal también se presta para practicar deportes extremos como esquí y snowboarding. A escasos 100 km de la ciudad, el resort Lago Songhua complace los caprichos de los visitantes más adinerados, que viajan con el único propósito de bajar a toda velocidad las laderas de las montañas a bordo de sus tablas o esquís. Según Dong Dong, jefe de mercadeo del resort, en 2015 el lujoso centro recibió alrededor de 210.000 turistas, en su mayoría chinos, pero también provenientes de Rusia, Japón y Corea del Sur.

 

La montaña Changbai, una barrera natural que marca la división entre China y Corea del Norte, es otro de los puntos que más se destacan en Jilin. El Lago del Cielo, formado en el cráter de un volcán durmiente a poco más de 2600 msnm, es la atracción más visitada dado que su imponente vista marca el punto más alto de la cordillera. En esta frontera desmilitarizada, más de un turista atrevido osa cruzar la línea divisoria para sentir la emoción de pisar el territorio del país más hermético del mundo, así sea por un breve instante.

 

El Lago del Cielo se congela completamente durante la época de invierno. Al fondo, Corea del Norte.

 

La “aldea de nieve”

 

Si se precisa un lugar que reúna al mismo tiempo la economía rural invernal y las tradiciones de la Fiesta de la Primavera en Jilin, sin duda alguna sería la aldea de Laobaishan. Situada cerca de la frontera más septentrional de Corea del Norte, esta villa manchú, promocionada como la “aldea de nieve”, es otro de los destinos obligados si se viaja a esta provincia durante la época más fría del año. En este pequeño caserío, cada invierno los anfitriones reciben a decenas de viajeros para que degusten especialidades gastronómicas, se entretengan con los juegos de nieve y se empapen en las tradiciones locales durante una de las fechas más alegres para los chinos.

 

En uno de los rincones de la aldea, personajes con cómodos gorros, abultados trajes de lana de oveja y una cinta roja amarrada alrededor de la cintura suelen preparar a los visitantes tofu y jianbing, una masa muy parecida a los crepes franceses, en acogedoras cabañas calentadas por hornos de leña. Otros lugareños manejan un antiguo proyector que destella una vieja cinta china en el muro de una de las rústicas cabañas de madera.

 

La “aldea de nieve” también está adecuada para que los viajeros disfruten de ingeniosos juegos. Cerca de la entrada principal hay un enorme tobogán de hielo por donde se deslizan cuesta abajo varios “neumáticos” y, justo afuera de la cabaña donde se proyecta la anacrónica cinta, unos ingeniosos vehículos improvisados se prestan para que los curiosos se den una vuelta alrededor de una pequeña e improvisada pista de hielo.

 

Ran Yan pega una calcomanía del caracter “fu” en una puerta de la aldea de Laobaishan. Fotos de Mateo Herrera

 

Comienza el gallo a cacarear

 

A mediados de enero pasado, Ran Yan, una simpática habitante de Laobaishan, llevó a cabo los preparativos para despedir al mono y recibir al gallo de fuego. Durante los primeros días de fiesta, celebrada entre el 13 de enero y el 21 de febrero, la mujer de 46 años se dedicó a preparar diferentes platillos típicos, entre los que sobresalen los miandoubao (bollos rellenos de pasta de frijol rojo), para calmar el estómago de cientos de huéspedes que visitaron la villa.

 

“Aquí estamos acostumbrados a cocinar muchos de los platos del Año Nuevo con cerdo”, explicó Ran a China Hoy. “Esta carne puede ser congelada durante el frío invierno, así que también se puede comer después de las celebraciones de la Fiesta de la Primavera”.

 

Al igual que en el resto de China, las familias en Jilin suelen reunirse durante el festejo del fin de año para compartir abundantes banquetes, repartir hongbao (sobres rojos) a los chicos, pegar calcomanías representativas del carácter “fu” (bendiciones y fortuna) en puertas y ventanas, y lanzar petardos sin cesar durante días enteros mientras finalizan las conmemoraciones. Sin embargo, las aldeas nevadas de Jilin también tienen sus tradiciones únicas, como escalar montañas en familia y revolcarse en el hielo, para librarse de las complicaciones que puedan surgir en el año venidero.

 

Muchos aldeanos en Jilin han dejado sus hogares en el campo en busca de oportunidades más atractivas en las grandes metrópolis. No obstante, con el desarrollo y las mejoras en la calidad de vida rural, personas como Ran Yan han optado por quedarse y mantener con vida las tradiciones ancestrales de la tierra que los vio nacer. “Tengo casas a las que puedo ir en las ciudades cercanas”, afirmó Ran. “Pero aquí es donde he crecido, no me falta nada y ya me he acostumbrado al paisaje”.

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