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2016-July-29 09:37

Sherab Gyaltsen, un héroe en medio de los escombros

POR CHANG CHUAN*

EN la comunidad de Zham en Shigatse (Tíbet), nos encontramos con Sherab Gyaltsen, director del Comité de Residentes de Xuebugang del poblado de Zham, distrito de Nyelam. Él estaba ocupado, junto con los miembros del comité de la aldea, debido a la elaboración del padrón de electores para la designación de líderes del campo y del poblado que se celebraría al final del mes.

La comunidad de Zham sirvió como residencia temporal para los empleados del comité municipal del Partido Comunista de China (PCCh) de Shigatse. Después del terremoto de 2015 que afectó terriblemente a Xuebugang, el comité decidió instalar a la población afectada aquí. Hoy en día, más de 300 familias que originalmente vivían en Xuebugang han sido trasladadas a espaciosas y bien iluminadas casas.

El 25 de abril de 2015 ocurrió en Nepal un terremoto de 8,1 grados de magnitud, el cual afectó también a 19 distritos del Tíbet. Los distritos de Nyalam y Gyirong, que limitan con Nepal, fueron los más perjudicados. Ante este desastre, Sherab Gyaltsen se encargó de transferir e instalar a las poblaciones afectadas, sin importar el dolor que sentía por la pérdida de cuatro de sus familiares más cercanos.

Sherab Gyaltsen (derecha), director del Comité de Residentes de Xuebugang, discute la situación de las personas reubicadas a raíz del terremoto. Chang Chuan

 

“Papá no te abandona”

Al recordar esta catástrofe, Sherab Gyaltsen habla despacio con un rostro sombrío. Tocar este tema no es nada fácil para él.

Unos días antes del terremoto, la lluvia tormentosa y el fuerte viento habían hecho que un árbol se viniera abajo y que uno de los caminos quedara destruido. Al mediodía de aquel funesto 25 de abril, después de una reu-nión con los miembros del Comité de Residentes, Sherab Gyaltsen quiso ir a las montañas –a pesar de la intensa lluvia– a tomar fotografías y a entregar a 28 pobladores las autorizaciones para recoger cordyceps (conocida medicina tradicional china).

Sin embargo, al salir de la oficina, se escuchó un estruendo cavernoso. La tierra empezó a temblar. Una roca en forma de pico de águila cayó y rodó cuesta abajo llevándose consigo árboles, en medio de espantosos ruidos. Nubes de polvo se elevaban al cielo. Sherab Gyaltsen esquivó una y otra roca y volvió a casa tambaleándose. Una piedra tan grande como un camión había caído de la montaña y aplastado el techo de su casa, para luego chocar con la oficina del Comité de Residentes, ubicado al otro lado de la calle.

Al llegar a casa, Sherab Gyaltsen se dio con la trágica noticia de que su esposa, su nieta, su nieto y la niñera, quienes habían vivido juntos muchos años, ya no respiraban. Desde su vivienda en ruinas se oían los gritos de su hija, Tsering Chozin: “¡Papá, socorro!”.

“¡No te preocupes, voy!”, respondió Sherab Gyaltsen, quien desafió todas las dificultades y movió con todas sus fuerzas las piedras que mantenían atrapada a su hija. Y la salvó. Las rocas seguían rodando y no pudo hacer nada para evitar que sus otros familiares, ya muertos, quedaran enterrados por estas.

“¡Vete papá, no te preocupes por mí!”, gritaba y lloraba Tsering Qunzong, luego de ver las rocas caer y de sentir las réplicas del terremoto. Sufrió múltiples fracturas en el muslo, la mitad de la planta del pie derecho había quedado lastimada y no sentía las extremidades inferiores.

“¡Papá no te abandona!”, contestó Sherab Gyaltsen, quien la llevó a cuestas y empezó a correr hacia abajo de la montaña. Cuando llegó al puesto fronterizo, habían ya reunidas unas trescientas personas. Al ver a la gente desconcertada, las hendiduras de las montañas y los edificios a punto de caer, Sherab Gyaltsen sugirió a Nyima Dondrup, secretario de la célula del PCCh en Xuebugang, que se trasladara a todos los habitantes a la aldea de Lixin, que era más segura. Nyima Dondrup respaldó la idea.

Benba Cering, uno de los damnificados por el terremoto, recibe un televisor. Chang Chuan

 

“No puedo pensar solo en mi familia”

Sherab Gyaltsen se acercó al oído de su hija desmayada y le dijo: “Aquí están el secretario y los médicos. Quédate aquí. Voy a llevar a la gente a Lixin”. Fue una decisión difícil para él. “¡Todos síganme!”, gritó mientras extendía el brazo. Sherab Gyaltsen encabezó el grupo y, al cabo de tres horas y media de andar a pie, logró llegar a la aldea de Lixin. Había guiado a unos 270 habitantes, quienes estaban sanos y salvos. Las viviendas de todas las 81 familias de Xuebugang se habían venido abajo y casi no había quedado piedra sobre piedra. Lo que quedaba era su hija gravemente herida y el cuerpo de sus familiares entre los escombros.

Los días del 25 al 29 de abril del año pasado fueron los más largos para unos mil habitantes del poblado de Zham. Las rocas gigantes en los precipicios parecían mostrar afilados dientes, a punto de caer y tragarse todo. Los edificios lucían una serie de grietas, como si fueran rayos, y probablemente se iban a venir abajo con la próxima réplica. Ante esta peligrosa situación, muchas personas cayeron en un mar de nervios.

Sherab Gyaltsen tranquilizaba a la gente, les llevaba artículos y materiales, y diseñaba los planes de alimentación y alojamiento, mientras aguantaba el dolor por la pérdida de sus familiares. Todo con la finalidad de que la gente se recuperara lo más pronto posible.

Afectado también por el terremoto, el poblado de Zham, ubicado al pie de la montaña, ya no era un lugar seguro. Ante el riesgo inminente de un desastre geológico, las autoridades decidieron evacuar al pueblo de inmediato. Sherab Gyaltsen y los miembros del PCCh del Comité de Residentes exhortaban a la gente a abandonar el lugar, familia por familia. Trescientos ciudadanos de la aldea hicieron sus maletas.

“Unos ancianos de la dehesa no quieren irse de aquí”, se le avisó. “No puedo dejar a ninguno”, pensó Sherab Gyaltsen, quien era consciente del riesgo que implicaba seguir en Zham. Sherab Gyaltsen y Nyima Dondrup fueron juntos a la dehesa y persuadieron a los ancianos de que bajaran de la montaña.

“Sherab Gyaltsen es una persona capaz. Fue el primer miembro del PCCh de Xuebugang y tiene mucho prestigio. Los vecinos le hacen caso”, asegura Nyima Dondrup.

A las 9 de la noche del 29 de abril se fue de la zona el último grupo de habitantes de Zham. Sherab Gyaltsen, quien se quedó hasta el final, se dio cuenta de que su ropa y zapatos estaban desgastados y de que no había sacado ni un papel de su propia casa.

“Yo soy el director del Comité de Residentes. Por lo tanto, no puedo pensar solo en mi familia y pasar por alto la seguridad de la gente”, manifiesta Sherab Gyaltsen.

Bajo la luz de las estrellas, Sherab Gyaltsen acompañó al último grupo de personas a salir del poblado. Él había traído esperanza a todos, aun cuando sabía que no volvería ya a encontrarse con sus familiares.

Estar a disposición de la gente

Mientras guiaba a la gente al distrito de Lhatse, Sherab Gyaltsen llevaba un radioteléfono portátil y corría de una tienda de campaña a otra. Siempre estuvo a disposición de la gente.

“Al llegar a Lhatse, Sherab Gyaltsen no dejaba de consolar a las personas y nos exigió que veláramos más a los residentes”, recuerda Dawa, funcionario de Xuebugang. Para él, Sherab Gyaltsen es un buen director que siempre piensa en los demás.

Dawa recuerda, por ejemplo, que el año pasado quiso renovar su casa y Sherab Gyaltsen lo ayudó a recibir la aprobación de los funcionarios de Xuebugang, así como a quitar las piedras que estaban detrás de su vieja vivienda para iniciar la construcción. Otro ejemplo –añade Dawa– fue el caso de Sangnu, pobladora de Xuebugang que había caído gravemente enferma. Sherab Gyaltsen y los cuadros de la aldea reunieron fondos y la llevaron a Lhasa (la capital de la región autónoma del Tíbet) para que recibiera un adecuado tratamiento. Un caso más fue el de una pareja de la aldea que no encontraba un lugar adecuado para celebrar su boda. Sherab Gyaltsen les organizó una celebración en la oficina del Comité de Residentes.

Una semana después del terremoto, Sherab Gyaltsen pudo tener un poco de tiempo para visitar a su hija, quien acababa de ser operada en Lhasa. Acostada en la cama, ella le preguntó llorando: “¿A dónde se fue mamá?, ¿A dónde se fueron mis hijos?”. Sherab Gyaltsen no pudo decir nada y bajó la cabeza. Las lágrimas caían sin cesar.

Sherab Gyaltsen es también una víctima del terremoto, solo que tiene otro papel: el de ser un militante del PCCh. Según él, es el destino que ha elegido un miembro del Partido.

“La gente ya ha sido trasladada a sus nuevas casas. Ahora se ganan la vida trabajando. En vista de que antes del terremoto ellos tenían sus negocios, el Gobierno les ha ayudado a abrir sus tiendas. Además, cada uno goza de una subvención temporal de 15 yuanes al día, y se ha proporcionado también subsidios a los habitantes de la zona fronteriza y de los prados. En total son 5000 yuanes al año para cada persona”, indica Sherab Gyaltsen.

Ha pasado más de un año del terremoto y la vida de los habitantes de Xuebugang ha vuelto ya a la normalidad. Sin embargo, Sherab Gyaltsen aún está ocupado en llevar más bienestar y oportunidades de desarrollo a su pueblo.