CHINAHOY

HOME

2017-November-14 15:39

La cuestión China-América Latina

El presidente de China, Xi Jinping (izq.), lleva a cabo una gran ceremonia para dar la bienvenida al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la plaza contigua a la puerta este del Gran Palacio del Pueblo, en Beijing, capital de China, el 9 de noviembre de 2017. (Xinhua/Li Xueren)
 

Por ERNESTO DE JESÚS ZAMORA TORRES*

Fuera del evidente trasfondo político y comercial que envuelve a la vista de Estado del presidente estadounidense Donald Trump a China este 8 de noviembre, vale la pena preguntarse exactamente qué tipo de relación tienen los dos países más económicamente poderosos del mundo, más allá de las formalidades y las preocupaciones del momento.

El decir el nombre de China en cualquier país de Occidente acarrea una gran cantidad de reacciones e ideas. Para cualquier niño o niña, al menos en países como México, apenas después de reconocer la idea de la nación a la que se pertenece y los países representados en los medios masivos —sobre todo en la televisión— y referidos oralmente, el infante se encontrará irremediablemente con un término que permanecerá latente durante toda su vida: China.

Decir esto no es cualquier cosa. Gente vive y muere sin conocer más que un puñado de países o de lugares fuera de su propia realidad inmediata. Posteriormente al fin de la Guerra Fría y la entrada al mundo unipolar, este espacio en la memoria lo suele guardar un país como Estados Unidos en la mayoría de los casos, dado el inmenso flujo de exportaciones de este país en materia de comunicaciones y entretenimiento. Nótese aquí el impacto que tienen en las mentes jóvenes las series, dibujos animados, películas y canciones durante esta etapa de su vida, pues formarán una parte muy importante en el desarrollo de sus gustos y sofisticación de la personalidad, pues estarían formando parte de la base de su crecimiento psicológico, base que es la infancia y sus recuerdos, imágenes y sonidos.

Las relaciones exteriores de América Latina

En países como México, la imagen del país vecino del norte es mucho más compleja que en muchos otros países. México y Canadá son básicamente los únicos países con los que EE. UU. comparte una frontera física, y mientras Canadá es cultural y políticamente muy similar, la relación con México, el país tercermundista más cercano a la primer potencia del mundo, ha conllevado a lo largo de los siglos a una relación como pocas. Y en el ámbito de Latinoamérica en general, es innegable el papel que ha tenido EE. UU. en cada uno de sus miembros, siendo la relación aún más intensa con México.

México, América Central y todo el Caribe es una zona definitivamente bajo la influencia económica de EE. UU., al grado de que la relación de países como Guatemala y Honduras es para ambos miembros secundaria a la relación propia con los EE. UU. Es también la zona de contacto del tercer mundo con la potencia hegemónica. Esto ha traído casi desde la existencia propia de Estados-nación en la región a un contacto que ha beneficiado largamente a Estados Unidos siempre como miembro preponderante, un proceso comenzado desde la derrota de México en la guerra de 1848 hasta la construcción del canal de Panamá. Los resultados son tan agudos que pruebas hay de sobra, pero basta con mencionar que países que desafían la hegemonía de la Unión Americana son inmediatamente aislados por sus vecinos (Cuba y Venezuela).

Mientras en Europa el balance de poder siempre ha sido un factor importante en las relaciones internacionales, en América la historia es totalmente lo opuesto. EE. UU. ha sabido aprovechar las oportunidades para, primero, impedir toda forma de insurgencia que ponga en riesgo su dominio, y segundo, desarrollar relaciones exhaustivas con cada país, en donde los países latinoamericanos vean beneficios inmediatos —acuerdos de libre comercio que les permitan exportar sus recursos naturales para recibir ingresos de forma estable, generar empleos gracias a las instalación de transnacionales, mantener el statu quo—, pero que a largo plazo solo impedían que las naciones accedieran a una verdadera independencia económica que les permita dar el paso a convertirse en países desarrollados. Estados Unidos, pues, no se convirtió en potencia industrial exportando a Europa materias primas. El progreso para estos países se mide muchas veces en el grosor de las exportaciones, y no en el crecimiento del sector de servicios, como se vio en varias ocasiones en ciertos países descolonizados de Asia a fines del siglo XX.

Las dificultades de los países del tercer mundo en las vías hacia el progreso

Esta condición no fue documentada únicamente en América Latina, ni tampoco ha pasado inadvertida en el ámbito político. Esta condición es nombrada por algunos sectores del marxismo socialista como neocolonialismo. El político ghanés Kwame Nkrumah acuñó este término para dar a entender el fenómeno que experimentaron los países descolonizados de África por parte de Francia y el Reino Unido, mediante la creación de organismos internacionales como la Mancomunidad de Naciones y la Comunidad Francesa, pero mientras esto ocurrió por sus propias potencias, en América los Estados Unidos lo consiguieron en base a su propia potencia económica. De una potencia colonizadora pasaron a una potencia neocolonizadora.

Sin embargo, las naciones africanas han comenzado a desarrollar un mercado interior propio para hacer competencia al mercado europeo —gracias a los enormes esfuerzos de la Unión Africana como organización de integración—, y han creado fuertes lazos comerciales con países como India y China que desafían la posición europea como principal socio comercial. En el caso de las relaciones entre la Unión Africana y China, y también en las relaciones entre la Liga Árabe y otras naciones asiáticas con China, las antiguas colonias europeas se han visto ampliamente beneficiadas al tener a otro país del tercer mundo como lo es China, en donde ambas partes tratan de beneficiarse mutuamente para alcanzar el progreso de forma conjunta. Además de proyectos como la Franja y la Ruta, China también ha hecho una gran cantidad de exportaciones de manufacturas para apoyar la industrialización y mejora de infraestructuras que únicamente tenían como propósito la explotación de recursos hacia la metrópoli. Este ejemplo se puede ver en 92.220 millones de dólares en exportaciones que hizo China al continente africano en el año 2016.

Sin embargo, el nivel de intercambio entre China y los Estados de América Latina y el Caribe ha sido definitivamente distinto. Esta región se ha mantenido aún en el siglo XXI muy cerca de la zona de dominio comercial y político de Estados Unidos. A China le separa de América Latina el océano más grande del mundo, y gran parte del comercio de China con los países latinoamericanos se ha dado indirectamente por medio de Estados Unidos. En 2016, el volumen de exportaciones de China a América Latina y el Caribe fue de 113.900 millones de dólares, apenas un poco más que para el continente africano, pero también se debe tomar en cuenta que el PIB de las naciones africanas juntas es aproximadamente un tercio de las latinoamericanas y caribeñas.

Un futuro prometedor en las reformas del presidente Xi Jinping y el Partido Comunista

Las políticas del presidente Xi Jinping, en una era en la que China está más dispuesta que nunca a revolucionar la economía mundial, ha patrocinado una serie de proyectos en América Latina como parte de mejorar las relaciones interoceánicas ahora en un momento crítico, aprovechando las políticas aislacionistas y proteccionistas de la administración Trump. China debe ser cautelosa en estrechar los lazos económicos, culturales y políticos con los países de América Central y el Caribe. Además, muchos de estos países no tienen relaciones oficiales con China, y emplean instituciones asociadas al Gobierno como instrumento para lograr acuerdos comerciales. La falta de reconocimiento en la región es también un obstáculo para el desarrollo de acuerdos de libre comercio y la reducción de aranceles, que ya existen en países como Brasil, Chile y Perú.

China tiene aún un lejano camino por recorrer para distanciarse de esa expresión de un país lejano y exótico para presentarse ante la gente de Latinoamérica y otros países del tercer mundo como un país moderno, progresista y sobre todo un amigo dispuesto a tenderles la mano y mostrarles a otras naciones que sufrieron el imperialismo y el colonialismo a superar las tragedias del pasado y emerger como naciones desarrolladas, estables y donde sus habitantes pueden vivir una vida de calidad. La visita de Donald Trump, debe servir para que China pueda seguir con su agenda política y a la vez demostrarle a los Estados Unidos que ya es una nación comprometida con el desarrollo global, por vías pacíficas y cooperativas.

*Ernesto de Jesús Zamora Torres, entusiasta de la política y estudiante de la Universidad de Guadalajara en México.

Política

  • (Franja y Ruta) Presidente chino pronuncia discurso e...
  • (Franja y Ruta) China y Chile profundizarán asociaci...
  • (Franja y Ruta) China apoya rol de liderazgo de la ON...
  • (Franja y Ruta) Presidente chino espera mayor coopera...
  • (Franja y Ruta) Presidente chino elogia a Malasia por...