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2016-October-11 09:42

“México necesita absorber capital chino” Entrevista a Eugenio Anguiano, primer embajador de México en la República Popular China

Por MICHAEL ZÁRATE

CUANDO llegó por primera vez a Beijing, China era un país muy diferente. Eugenio Anguiano Roch es uno de los pocos diplomáticos que ha tenido la oportunidad de conocer en persona al presidente Mao Zedong. Por toda esa experiencia reunida, vale la pena conocer sus apreciaciones sobre el proceso de desarrollo chino, ya que fue un testigo privilegiado al haber sido dos veces embajador de México (1972-1975 y 1982-1987).

Anguiano es, además, junto con el académico italiano Ugo Pipitone, coautor de China: de los Xia a la República Popular y de República Popular China: de la utopía al mercado. Después de nueve años volvió al país para brindar una serie de conferencias en la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing y en la Universidad Renmin de China, organizadas por la Sede de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en China.

China Hoy: Usted llegó a Beijing en 1972 como primer embajador de México en la República Popular China. Sin embargo, las relaciones formales entre ambos países tienen una historia previa.

Eugenio Anguiano (EA): La primera relación formal política-diplomática entre China y México data de 1899, entre agentes plenipotenciarios del emperador Guangxu y del general Porfirio Díaz. En 1903, México abrió su primera legación diplomática en Beijing, todavía bajo el imperio chino. Desde entonces, con algunas interrupciones, México ha tenido representaciones diplomáticas en China. Durante los años de la Guerra Fría, mexicanos y chinos comenzaron a acercarse a través del comercio. En 1960, por ejemplo, varias asociaciones mexicanas civiles de amistad habían creado tiendas y librerías para distribuir revistas como Beijing Informa y China Ilustrada. Estas asociaciones fueron un primer vínculo cultural.

CH: ¿Qué recuerdos tiene de ese momento en que asume su cargo como embajador?

EA: Era octubre de 1972 y tanto el embajador de China en México como yo presentamos nuestras cartas credenciales el mismo día. A mí me tocó hacerlo frente al señor Dong Biwu, uno de los fundadores del Partido Comunista de China. ¿Se imagina? Yo tenía 34 años y Dong, 86 años. Al señor le llamó mucho la atención mi presencia. Nuestra reunión era protocolaria, a través de un intérprete, y se supone que debía ser de media hora, pero terminó durando hora y media. Dong me preguntó: “Oiga, ¿y usted por qué llegó aquí?”. Fue una larga conversación.

CH: El primer presidente mexicano en llegar a China fue Luis Echeverría, allá en 1973.

EA: En abril de 1973, el presidente Echeverría hizo una visita oficial y tuvo una reunión con el presidente Mao, la cual fue muy interesante porque el presidente Mao habló de política mundial. Habló de Estados Unidos, de la Unión Soviética, de Europa, así como de Asia, África y América Latina. A estos últimos, Mao no los llamaba Tercer Mundo, sino la Tercera Esfera. Para Beijing, México era muy importante como atalaya de observación de América Latina, y eso hizo que se me abrieran las puertas como nunca más se las han vuelto a abrir a un diplomático mexicano. No solo pude hablar con Mao, sino que a Zhou Enlai lo vi siete veces.

CH: ¿Qué impresión le dejó?

EA: Una notable impresión. Zhou Enlai era un hombre de una gran capacidad, de un gran carisma y con mucha habilidad para ganarse a cualquier extranjero. Y así como él, hubo otros grandes personajes en aquella generación de líderes chinos que habían realizado la revolución, ganado la guerra civil y fundado la República Popular China.

CH: Usted volvió a ser designado embajador en China en 1982. ¿Cuál fue el principal cambio que notó respecto a aquellos años 70?

EA: Entre mi primer y segundo periodo como embajador hubo un cambio muy radical. Yo me fui de China a fines de 1975. No habían muerto Mao Zedong, Zhou Enlai, Zhu De. No había ocurrido el terremoto de Tangshan. No habían sido arrestados los de la Banda de los Cuatro. Cuando volví ya había otro presidente de la República, y había un primer ministro, que era Zhao Ziyang. Pero Deng (Xiaoping) era el líder y empezaba la apertura económica.

Cuando llegué a Beijing por primera vez, en 1972, uno no encontraba un solo producto de importación, ni siquiera en los hoteles para turistas. Cuando regresé, diez años después, ya estaban los primeros hoteles de inversión extranjera. En 1982 estaban las zonas económicas especiales, como Shenzhen, la cual pudimos visitar. Yo conocí Shenzhen en agosto de 1972. Eran varias comunas. Era una zona bucólica y uno que otro camioncito pasaba por allí. Pero en mayo de 1982 Shenzhen era irreconocible. Tenía rascacielos. Ya había un tren que comunicaba Beijing con Hong Kong.

CH: Eran cambios sustanciales.

EA: Así es, aunque debo decir que me gustaba más la China de los años 70. Para empezar no había tantos automóviles. Andábamos en bicicleta. Todos íbamos con la familia en bicicleta. Pero el progreso no lo mide uno. Para los chinos ha sido un progreso total. El que millones de chinos hagan hoy turismo por el mundo es otro cambio sustancial. Mi gusto personal no tiene ningún significado frente a esta aplastante realidad que es la transformación de este país.

CH: Actualmente, ¿qué campos cree que son prioritarios en la relación México-China?

EA: Decir qué piensan los mexicanos sobre China es arrogarse un derecho muy grande. Yo creo que hay un sector de la población mexicana que sabe muy bien lo grande e importante que es China. Ahora bien, ¿qué debemos hacer? En el plano económico debemos profundizar las conversaciones. Necesitamos absorber capital chino, y el capital chino no va sino se invierte con otros inversionistas mexicanos. Necesitamos también incrementar muchísimo el conocimiento de los servicios. México necesita crear bases para atraer turistas chinos. Y, en tercer lugar, necesitamos incrementar el conocimiento académico y tecnológico entre los dos países.

CH: ¿Cuánto espacio hay para profundizar la cooperación académica?

EA: Potencialmente tiene mucho espacio para desarrollarse. Alguno dirá que México no lo ha hecho bien, pero yo no me apresuraría a dar esa conclusión porque no es fácil intensificar la relación académica de la noche a la mañana. México y la República Popular China llevan 40 años de relaciones, y 40 años en la historia es como el paso de la noche a la mañana.

Acercar a dos pueblos como el chino y mexicano es una tarea muy difícil. Tanto chinos como mexicanos tenemos una gran dosis de etnocentrismo. No es fácil abrirnos. Es una tarea muy complicada, pero lo tenemos que hacer. Creo que existe la determinación en ambos de acercarnos como pueblos y culturas. Es un desafío difícil, pero hay que hacerlo.

CH: ¿Cómo debería enfocar América Latina su relación con China?

EA: Los latinoamericanos tenemos que buscar un reacomodo en las relaciones comerciales con China. Eso se puede resolver mediante acuerdos que el mismo Gobierno chino introdujo en la CELAC el año pasado. La solución es que ingrese más inversión china en proyectos de infraestructura para que la inversión local y los gobiernos locales en América Latina desarrollen más la diversificación económica. Yo creo que ese es el cambio.

CH: En más de cuarenta años de observar a China, ¿qué le ha sorprendido más?

EA: El pragmatismo es impresionante. El otro aspecto que me llama la atención es el ligero cambio en el discurso diplomático con el “Sueño chino”, el cual es ya un lenguaje más asertivo en la diplomacia mundial.

Eugenio Anguiano con el presidente Mao Zedong. Archivo personal

Análisis

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