Cuando China come, otros engordan
DE no ser por las pequeñas porciones de carne con las que de vez en cuando salteaba sus comidas, la dieta que durante muchos años llevó el pueblo chino, a base de pasta, verdura y cereales, estaba muy cerca del paradigma alimenticio del vegano. Sin embargo, como todo en China, también la dieta de la gente comenzó a evolucionar a medida que su nivel de vida fue creciendo, y a las mesas de muchos hogares fue llegando, con relativa frecuencia primero y a discreción después, lo que antes solo llegaba en contadas ocasiones: carne. Rápidamente, el apetito del pueblo chino fue percibido como una fabulosa oportunidad por los países exportadores, que se lanzaron a un nicho de negocio aparentemente interminable con el que engordar sus cuentas de resultados.
Tres cocineros se preparan para ofrecer una degustación de carne de res argentina. Ramón Martínez
La demanda china
“China pide más productos”, dice con absoluta convicción Cristina Marí, responsable del Departamento de Productos Agroalimentarios de la Oficina Económica y Comercial de la Embajada Española en Beijing. Su certeza se basa en un hecho incontestable: actualmente China importa prácticamente el doble de productos agroalimentarios de los que exporta. En 2014 la diferencia fue de 135.000 millones de dólares, y los analistas creen que no dejará de aumentar en los próximos años.
Estamos en el Centro Nacional de Conferencias de China, donde el pasado mes de noviembre se celebró la II Feria Internacional de Alimentación de Beijing. En los 35.000 metros cuadrados habilitados para la ocasión hay más de 600 puestos, donde se compra y se vende de todo: té neozelandés, pasta turca, chocolate ruso, quesos ingleses, pistachos iraníes y, sobre todo, carne. Mucha carne.
Hace ya tiempo que China, según datos de la FAO, se convirtió en el principal consumidor de carne del planeta. Si en 1978 China consumía 8,4 millones de toneladas anuales, en 1990 lo había multiplicado por más de tres y ya superaba a EE. UU. Fue entonces cuando McDonald’s abrió su primer restaurante en China. Actualmente, el país asiático consume más del doble de carne que EE. UU., y solamente en este país y en Japón hay más restaurantes McDonald’s que en China, según datos de la propia multinacional.
“McDonald’s es nuestro aliado”, dice a China Hoy Pablo Caputi, director de Información y Análisis Económico del Instituto Nacional de Carnes de Uruguay (INAC). El pequeño país sudamericano, al igual que su vecina Argentina, montaron sendos llamativos stands en la feria para explicar y dar a probar las excelencias de su producto.
No en vano, Uruguay exporta carne de res a más de 120 países del mundo, pero ha encontrado en el apetito del pueblo chino su verdadero El Dorado, convirtiéndose en su segundo proveedor. “El 75 % de las exportaciones de Uruguay son de origen agropecuario, y el 25 % son productos del sector cárnico. Cuando la venta de carne funciona mal, a Uruguay le va mal”, explica Caputi, que añade: “El 40 % de la carne de res que produce Uruguay viene a China, nuestro principal mercado con diferencia”.
De algún modo, Uruguay ha vinculado su suerte a la de China, que de momento no parece renunciar a la carne, más bien al contrario. “China necesita suministro y su política es realizar inversiones en otros países para garantizarlo. En 2015 realizó una primera inversión en la industria frigorífica del Uruguay. De momento es solo del 2,5%, pero el hecho de tener capital chino en Uruguay nos alienta de cara al futuro”, explica Caputi.
La dependencia de Argentina con respecto a China, del que es su cuarto proveedor, es menor que la de su vecino, pero sus lazos igual de estrechos. Según datos de la Embajada de Argentina en Beijing, solo en 2014, el país sudamericano incrementó sus ventas de carne deshuesada y congelada en un 96 % con respecto al año anterior.
“Venimos creciendo año a año, sobre todo en el congelado”, explica Ulises Forte, presidente del Instituto de Promoción de Carne Vacuna de Argentina. “Actualmente, China es nuestro primer cliente, y aunque estamos también en Europa, China vino a sustituir a Rusia como principal importador de carne argentina. Exportamos entre el 5 % y el 8 % de nuestra producción, y el 20 % de esas exportaciones se las queda China”, explica.
La exigente política de seguridad alimentaria china dejó fuera de juego durante algún tiempo a Brasil, donde en 2012 se descubrió un caso de encefalopatía espongiforme bovina que le cerró las puertas del mercado asiático. Ahora, el gigante latinoamericano está de vuelta, y la Asociación de Exportadores de Carne de Brasil calcula que China importará en 2020 unas 770.000 toneladas de carne bovina, un incremento de un 85 % en tan solo cinco años.
Pese a todo lo anterior, el consumo de carne bovina por parte del pueblo chino, aunque creciente, aún es residual. La carne en la que verdaderamente se fundamenta su dieta es la de cerdo. De hecho, la mitad de los cerdos del mundo se consumen en China. En 2014, el pueblo chino se comió 700 millones de cerdos, una cantidad enorme aunque insuficiente, como demuestra el hecho de que necesite importar más. España ha encontrado aquí un nicho, aumentando paulatinamente sus exportaciones hasta situarse como el tercer proveedor del país, según datos de Aduanas de China.
Pero quien verdaderamente se beneficia del gigantesco consumo de cerdo por parte del pueblo chino no es el sector ganadero, sino el agrícola; en particular el de los países exportadores de soya: EE. UU., Brasil y Argentina, responsables de más del 80 % de la producción mundial. Aunque este oleaginoso tiene diferentes destinos, el más importante es satisfacer las necesidades nutricionales del ganado. De hecho, China ha incrementado sus importaciones de soya en más de un 300 % en la última década y, actualmente, consume en torno al 60 % de la que se cultiva cada año en el mundo. Si en 1995, China importó soya por valor de 75 millones de dólares, en 2014 lo hizo por valor de 38.000.
El futuro
La perspectiva es que estas tendencias crezcan a corto plazo. Una serie de factores difícilmente modificables se combinan para que sea así. China dispone de muy poco terreno cultivable, el cual, a su vez, disminuye a causa del proceso de urbanización en el que está inmerso el país. La población urbana, además, consume más comida rápida y procesada que la rural, por lo que las importaciones de China crecerán.
“China está atravesando un proceso de transición: de ser un país pobre a ser uno de renta media”, explica Caputi. “En general, la gente que come carne de vaca es gente adinerada, así que a medida que la gente aumenta su capacidad adquisitiva cambian también sus hábitos de consumo, también de consumo alimenticio”.
Hay cuestiones de fondo que, de momento, no parecen preocupar más que a los ambientalistas y a la propia FAO, que advierten: la enorme demanda de soya por parte de China está creando transformaciones agrícolas indeseables en el hemisferio occidental y, en cualquier caso, el planeta no se puede permitir una huella de carbono tan gigantesca como la que deja una cría masiva de ganado como a la que nos encaminamos. Pero esa es otra historia.