CHINAHOY

HOME

2014-February-10 15:42

¡China, firme!

Por ZHU FENG*

Zona de Identificación de Defensa Aérea sobre el

Mar de China Oriental (ZIDA)

Fuente: Ministerio de Defensa Nacional

 

EL 23 de noviembre de 2013, el Ministerio de Defensa Nacional de China anunció el establecimiento de la Zona de Identificación de Defensa Aérea (ZIDA) sobre el Mar de China Oriental, donde se exige que todos los sobrevuelos, tanto civiles como militares, reporten su plan de vuelo a nuestro país. Se trata de una medida necesaria para que China proteja su soberanía, así como su seguridad territorial y aeroespacial. Busca, además, mantener la seguridad de los vuelos en el espacio aéreo internacional y va de acuerdo con la práctica internacional. Sin embargo, la decisión ha provocado la enérgica objeción de algunos países, como Estados Unidos, Japón, Corea del Sur y Australia. El 26 de noviembre, EE. UU. envió dos aviones bombarderos B-52c a la ZIDA de China, en un acto de provocación. El gobierno japonés, dirigido por Shinzo Abe, declaró el desconocimiento absoluto de la ZIDA de China y pretendió, erróneamente, engatusar a algunos miembros de la comunidad internacional con el propósito de impedir su establecimiento. El 16 de diciembre, durante su visita oficial a Vietnam, el secretario de Estado de EE. UU., John Kerry, expresó también su oposición a la medida. Ocho días antes, el 8 de diciembre, Corea del Sur había anunciado la ampliación de su propia ZIDA. De pronto, el establecimiento de la ZIDA china parece haberse convertido en un elemento que ha intensificado las discrepancias en la región de Asia Oriental. No obstante, lo que amenaza la seguridad de la región no es la acción china, sino el prejuicio, la preocupación y la desconfianza que algunos países sienten al ver los pasos tomados por China.

Medida necesaria para la seguridad nacional

En realidad, los países colindantes establecieron su ZIDA mucho antes que China (Corea del Sur en 1951, Japón en 1969, la India en 1975 y Tailandia en 1977). China ha pasado varios años reflexionando y preparando el establecimiento de su ZIDA sobre el Mar de China Oriental. Frente a las ZIDA de Japón y Corea del Sur, China —como el país con la costa más larga en el Mar de China Oriental— no podía proteger, adecuadamente, el espacio aéreo de su territorio marítimo e interior sin una ZIDA propia. Asimismo, no beneficia en nada la resolución de disputas territoriales, como la de las Islas Diaoyu.

Es más, las provincias costeras del Mar de China Oriental, en el sureste del país, son las regiones más desarrolladas económicamente, más pobladas y más representativas de la industrialización del país. Según las estadísticas de 2012, provincias como Shandong, Jiangsu, Zhejiang, Fujian, Guangdong y el municipio de jurisdicción central de Shanghai albergan al 21 % de la población del país y constituyen el 55 % de todo el Producto Interno Bruto (PIB). Sin la ZIDA sobre el Mar de China Oriental, el territorio interior chino se iba a encontrar “descubierto” ante las fuerzas aéreas de posibles adversarios estratégicos. Era algo intolerable para un país que viene dedicándose a fortalecer su seguridad territorial y a elevar su capacidad de defensa mediante una modernización militar. El establecimiento de la ZIDA sobre el Mar de China Oriental es una acción necesaria para fortalecer la defensa nacional y la seguridad estratégica en momentos en los que la economía china viene dependiendo cada vez más del desarrollo de sus provincias costeras del sureste.

En cuanto a la defensa nacional, China siempre le dio prioridad al ejército de tierra, por lo que durante mucho tiempo no contó con ciertas capacidades, como las de alerta temprana, monitoreo, crucero, supervisión y control de su espacio marítimo y aéreo en las aguas costeras. Sin embargo, en estos últimos años, gracias a la modernización de la defensa nacional, China ha podido obtener estas capacidades y la situación la ha obligado a establecer la ZIDA sobre el Mar de China Oriental, lo que va de la mano también con los intereses del país.

Beijing sabía que el establecimiento de la ZIDA sobre el Mar de China Oriental iba a generar problemas diplomáticos y de seguridad. No obstante, China ha mantenido una estrategia clara y de buena voluntad, en el marco de la construcción de una nueva relación sino-estadounidense basada en los principios de “no choque, no confrontación, pero sí de respeto mutuo, cooperación y espíritu de ganar-ganar”. China no busca desafiar a EE. UU. en cuanto a su sistema de asociación y a su puesto predominante y estratégico en Asia-Pacífico. Incluso, ha buscado fortalecer la comunicación y la cooperación con EE. UU. en los asuntos candentes de la región. Creemos que el océano Pacífico es lo suficientemente amplio como para que dos grandes países, como China y EE. UU., entren en él. Los problemas generados en los ámbitos diplomático y militar por el establecimiento de la ZIDA sobre el Mar de China Oriental pueden resolverse pacíficamente.

28 de noviembre de 2013. Yang Yujun, portavoz del Ministerio de Defensa Nacional de China, señaló que Japón estableció su ZIDA en 1969, mucho antes que China. CNSPHOTO

 

El origen de las diferencias

El establecimiento de la ZIDA de China ha ganado la compresión y el respaldo de la mayoría de países. Hasta el 20 de diciembre pasado, 55 compañías aéreas de 20 países habían reportado sus vuelos programados hacia China. Incluso, el gobierno de Barack Obama le aconsejó a American Airlines que reportara sus sobrevuelos a China. Sin embargo, el alboroto armado por EE. UU. y Japón, que han desconocido la ZIDA, no ha beneficiado, de manera alguna, la estabilidad de Asia Oriental ni ha significado una solución a la disputa.

El crecimiento de China y el cambio de poderes en la región Asia-Pacífico agudizan la inquietud y la ansiedad de algunos países. El establecimiento de la ZIDA sobre el Mar de China Oriental va en contra de la superioridad y la libertad monopolizadas por EE. UU. en el espacio aéreo sobre el mar en Asia Oriental durante 68 años, luego del fin de la Segunda Guerra Mundial. La parte sureste de la ZIDA de China está cerca de la isla de Okinawa, lo que limita la libertad exclusiva de la fuerza aérea estadounidense en el Mar Oriental (este país cuenta con la base aérea de Futenma). Debido a la superposición con la ZIDA japonesa y a la inclusión de las Islas Diaoyu, el establecimiento de la ZIDA china ha molestado mucho a Japón, que desde 1969 ha tenido siempre la libertad de emplear sus aviones de caza y de vigilar los aviones chinos en el espacio aéreo sobre el Mar de China Oriental.

Desde que los buques de vigilancia marítima chinos ingresaron a las aguas de las Islas Diaoyu, el 12 de septiembre de 2012, esta zona en disputa ha estado bajo el hecho de la administración conjunta por China y Japón. Ahora, con las Islas Diaoyu como parte de la ZIDA de China, Japón se siente amenazado por la posibilidad de perder el control tanto marítimo como aéreo de dicha zona. Es imaginable el resentimiento del gobierno de Shinzo Abe. Sin embargo, el fondo del ambiente tenso entre China y Japón reside en la continua negación del Gobierno japonés a la existencia de una disputa territorial entre ambos países sobre las Islas Diaoyu. Si no reconoce eso, ¿cómo pueden sentarse las dos partes a dialogar para solucionar el problema?

Muchas políticas de Shinzo Abe hacia China han sido contradictorias. Por un lado, Tokio critica que China afecte el statu quo en las Islas Diaoyu, se queja lastimeramente de la “amenaza china” y finge inocencia para ganar la simpatía de la comunidad internacional. Por otro lado, rechaza, tercamente, un diálogo con China sobre la soberanía de las Islas Diaoyu y aprovecha, intencionadamente, la denominada “amenaza china” para aumentar su gasto militar, emprender una expansión armamentista y preconizar su derecho de autodefensa colectiva dejando de lado lo que dice su Constitución. En pocas palabras, la estrategia de Shinzo Abe respecto a la seguridad nacional no es resolver la disputa territorial con China mediante la diplomacia y la negociación, sino aprovechar al máximo posible el problema de las Islas Diaoyu para cumplir con la ambición que declaró al asumir el cargo de primer ministro: “¡Japón ha vuelto!”.

Lo que quiere el gobierno de Shinzo Abe es alcanzar la meta de ser un “país normal”, algo que Japón ha perseguido durante 22 años, luego de la Guerra Fría, y liberarse así, totalmente, de las restricciones que fueron consecuencia de su derrota en la Segunda Guerra Mundial. Frente a ello y como país víctima de la invasión japonesa en la Segunda Guerra Mundial. China, obviamente, se mantiene alerta. No obstante, con toda sinceridad, queremos seguir manteniendo relaciones de buena vecindad, amistad y cooperación con Japón. Pero Shinzo Abe no habla con China, sino que pregona, a voz en cuello, la teoría de la “amenaza china” para obtener ventajas políticas a favor de su estrategia y trama diplomática. No es un proceder honesto.

EE. UU. y Japón censuran que China haya establecido la ZIDA sobre el Mar de China Oriental con el propósito de “cambiar el statu quo” de las Islas Diaoyu. Es una censura muy irrazonable. En 2009, el Gobierno japonés de Naoto Kan declaró, unilateralmente, que no existía disputa alguna entre China y Japón en torno a la soberanía de las Islas Diaoyu, a pesar del acuerdo alcanzado por los dos países al momento de normalizarse su relación bilateral: dejar para el futuro la resolución de este problema. El 10 de septiembre de 2012, el gobierno de Yoshihiko Noda, sin tener en cuenta la objeción solemne de China, nacionalizó las Islas Diaoyu. ¿Acaso no fue una acción que buscaba “cambiar el statu quo” de las islas? Según Abe, la mayor contribución de Japón a la paz mundial es “contrarrestar a China”, idea con la que intenta cambiar su Constitución posguerra.

Tiempos de diálogo

Es preocupante la diferencia diplomática provocada por el establecimiento de la ZIDA sobre el Mar de China Oriental. Si EE. UU. y Japón, confiados en su superioridad militar, continúan realizando provocaciones contra la ZIDA de China, la seguridad regional se verá ensombrecida. En realidad, no hace falta una reacción exagerada ante la decisión china, pues el establecimiento de la ZIDA no cambiará, radicalmente, la correlación de fuerzas estratégicas en Asia Oriental, ni tampoco la distribución de las fuerzas militares de diferentes países en el océano Pacífico occidental. El sistema de alianza liderado por EE. UU. cuenta con una superioridad absoluta sobre China en el espacio marítimo y aéreo, así como en materia de fuerzas estratégicas. La intención de Beijing, en resumen, es aumentar, en cierto grado, su seguridad aérea alrededor de las zonas costeras del sureste del país, cuya economía es más próspera. El impacto que trae consigo la ZIDA de China contra EE. UU. y Japón es, a lo mucho, psicológico. Aquellos que creen que la decisión de Beijing desafía la seguridad regional de Asia Oriental están siendo exagerados y caen en la malinterpretación.

Es inaceptable que insistan en que China anule su decisión. El establecimiento de la ZIDA es una práctica internacional normal. Cualquier duda o inquietud puede ser conversada con nosotros, pues tenemos el deber de responderlas oportunamente y aclarar todo con sinceridad. Por ejemplo, ¿a qué se refieren “las medidas de emergencia defensivas” que tomará China, en caso que sea necesario?. Desde el 23 de noviembre pasado, Beijing ha venido adoptando una actitud moderada y controlada durante sus labores de vigilancia en la ZIDA. China no quiere provocar ningún conflicto. Países como EE. UU. y Japón tienen que respetar la necesidad razonable de establecer la ZIDA. China tampoco se deja intimidar por parte de cualquier país con medios diplomáticos o militares con intención de obligarle a revocar su decisión. Aquellos que lo intentan, quedarán frustrados.

Con el fin de evitar el riesgo de un ataque militar en las áreas superpuestas de las ZIDA china y japonesa, es tiempo de que Beijing y Tokio se sienten a conversar concienzudamente. No importa cuán enfadados estén, ambos países tienen la responsabilidad ineludible de controlar la crisis, de impedir los conflictos y de afrontar la situación de manera constructiva, aliviando así la divergencia sino-japonesa en el Mar de China Oriental. El gobierno de Shinzo Abe ha puesto obstáculos en cuanto al reporte que las compañías aéreas de su país deben hacer a China respecto a sus vuelos programados. Es una acción irresponsable.

Lo más importante para resolver la disputa sobre la ZIDA en el Mar de China Oriental es que EE. UU. y Japón dejen de intimidar a China.

*Zhu Feng es subdirector del Instituto de Estudios Estratégicos Internacionales de la Universidad de Beijing.