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2017-August-8 09:58

La Ruta de la Plata, el eje de cuatro continentes

Por PETER GORDON y JUAN JOSÉ MORALES*

 

Portada del libro The Silver Way: China, Spanish America and the Birth of Globalisation, 1565-1815, de los autores Juan José Morales y Peter Gordon, publicado en China por la Editorial Penguin Random House.

 

Andrés de Urdaneta (1498-1568) fue uno de los últimos exploradores y navegantes que partiendo de la Península Ibérica contribuyeron a configurar el mundo casi como lo conocemos hoy. Sin embargo, son pocos los que identificarán su nombre con facilidad. Mientras que Cristóbal Colón dio nombre a todo un país y varias ciudades, y Fernando de Magallanes tiene su famoso estrecho, Urdaneta carece de conmemoraciones similares.

Esta omisión puede deberse a que Urdaneta no descubrió cómo llegar a ninguna parte. Su hazaña consistió en el hallazgo –menos deslumbrante pero igualmente importante– de cómo regresar. Hasta 1565 ningún barco había logrado navegar por el este, desde Asia hasta las Américas, atravesando el Pacífico. Fue Urdaneta, superviviente de una expedición anterior, quien primero lo consiguió dejando constancia de su derrota en sus cartas de navegación. Su descubrimiento fue llamado el tornaviaje.

La importancia de esta gesta fue reconocida ya en su tiempo: el rey de España lo había incluido como objetivo específico del viaje y la llegada de Urdaneta a México fue motivo de celebración pública. En una carta de la época se puede leer: “Y los de México están muy ufanos con su descubrimiento, que tienen entendido que serán ellos el corazón del mundo”.

 

El papel de la plata

 

Como veremos, estuvieron bastante acertados en su suposición. Aquel descubrimiento permitió el establecimiento de una línea de transporte entre Manila y Acapulco, conocida como el Galeón de Manila o Nao de China. Durante dos siglos y medio, desde 1565 a 1815, el Galeón transportó mercancías de China y Asia en general a América. A cambio y en sentido contrario, el mismo Galeón llevó plata extraída de las minas americanas. Los juncos chinos navegando entre Manila y los puertos de Fujian completaban esta ruta comercial.

Pero fue la plata americana y no la seda china la mercancía que jugaría un papel determinante. Desde el siglo XV, China había adoptado la plata como medio de pago de los impuestos y de sus funcionarios. Este metal aparecía también como el más adecuado en una economía que crecía en tamaño y sofisticación. Pero China carecía de plata suficiente. La plata americana llegó pues en un momento propicio. Y siendo China el país más rico y populoso de la tierra, la ruta comercial que unió China con el mundo hispano iba a tener implicaciones globales.

Esta Ruta de la Plata o “Silver Way”, que es también el título del libro que hemos presentado en China bajo el sello editorial Penguin Random House, marcó un periodo en el que el comercio entre China y la América española se convirtió en el eje de rutas comerciales que enlazaban cuatro continentes. Es entonces cuando el mundo comienza a integrarse a través de redes comerciales y financieras dando origen a la economía global hoy presente. Es también en este momento cuando China se convierte, por primera vez, en la fábrica del mundo.

Sin embargo, la relevancia tanto de la América española como de China durante aquellos 250 años previos de integración global ha sido oscurecida y sustituida por una narrativa anglófona que desde el siglo XVIII parece dominar en todos los ámbitos, desde la economía a la tecnología o el poder militar.

China cada día encaja menos en esta narrativa. Su prominencia hoy, sus políticas y posicionamientos tanto a nivel doméstico como internacional, serían más comprensibles si retrotraemos doscientos años atrás el inicio de esta narrativa anglófona, y partimos de un momento en el que ni Nueva York ni Londres eran capitales financieras, un momento en el cual los Estados Unidos ni siquiera existían.

 

Amnesia en el mundo anglófono

 

Si Urdaneta fue para la globalización lo que Colón a América, ¿por qué ha sido olvidado en el mundo anglófono? Tanto el Galeón de Manila, como el comercio de la plata y el protagonismo del real de a ocho prácticamente ni se mencionan en los textos de historia. Sin embargo, el comercio de “Indias” en general y el de la plata en particular son centrales en el libro de Adam Smith La riqueza de las naciones, publicado en 1776.

 

Primera descripción occidental de un junco chino. Grabado de Theodore de Bry. Les Grandes Voyages, Frankfurt, 1602.

 

Esta amnesia tiene fecha. Es justo a partir de este momento, cuando el imperio español comienza a desaparecer del escenario, mientras que los angloparlantes se encuentran con otras prioridades geopolíticas y económicas, la Revolución Industrial entre otras, que esa historia comienza a desvanecerse de la memoria común.

Urdaneta, como buen navegante, entendió la importancia de los mapas y cartas de navegación. Estas herramientas son necesarias para saber dónde se ha estado, dónde se va a ir y cómo regresar. A menos que, como ocurrió con las cartas de navegación de Colón, no lo sean. La realidad que Colón encontró no se adecuaba a sus cartas de navegación. Pero en vez de modificarlas para que se ajustaran a la realidad, Colón dedicó el resto de su vida a intentar que la realidad se acomodara a las cartas.

 

Moneda utilizada durante la Ruta de la Plata.

 

En la narrativa histórica anglófona, la China del siglo XXI equivale a lo que las Américas fueron para las cartas de Colón. China es una potencia mundial que aspira a liberarse progresivamente de las limitaciones que conlleva el orden mundial actual, una estructura multinacional de instituciones construida con tanto esfuerzo desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Ante tal perspectiva, no sorprende que la emergencia de China esté suscitando cierta inquietud en algunos círculos de pensamiento tradicional anglófono.

China también desconcertó a los españoles hace 450 años. Estos se encontraron con una China que restringía la navegación, ambicionaba y a menudo lograba sentar las bases del comercio y hacía las cosas a su modo, y que raramente se plegaba a la persuasión o al uso de la fuerza. Una China, en otras palabras, que esperaba que el resto del mundo aceptara sus propias condiciones.

 

Acapulco: Nicolaes van Geelkercken, 1609.

 

Dos siglos y medio de creciente dominio anglófono –que se acentuó principalmente en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial– no solo se han traducido en una preeminencia política, militar y económica, sino también en una constante invasión en cuestión de leyes, lengua, moneda, impuestos, filosofía, prácticas de negocio y otras prioridades generales en función de sus propias prerrogativas.

Es importante recuperar el papel de Asia y de Latinoamérica en los orígenes de la época moderna dentro de la narrativa histórica, es decir, actualizar nuestros mapas mirando al pasado. Una vez que lo logremos, muchas de las tendencias que ahora consideramos inevitables no parecerán ni siquiera tendencias. En particular, si China fuera a construir relaciones sustantivas en Latinoamérica, no empezaría de cero. A la luz de la retirada de los Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) y la consideración de alternativas favorecidas por los chinos en la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) celebrada en Lima en noviembre pasado, este eje sino-latinoamericano ya no es solamente teórico.

China podría reclamar una historia compartida anterior al actual orden económico y político. Igualmente, Filipinas podría volver a alcanzar el papel de antaño, cuando sirvió como principal vínculo comercial y cultural entre las Américas y Asia.

De regreso de Lima, el presidente chino, Xi Jinping, se detuvo en su propio tornaviaje en las Islas Canarias para reunirse con la vicepresidenta española, Soraya Sáenz de Santamaría. Se discutió la posibilidad de proyectos conjuntos en Latinoamérica: La Ruta de la Plata restaurada o con efecto retroactivo, como un regreso al futuro.

La conexión entre la narrativa de dicha ruta y la posterior narrativa anglófona es la plata, o mejor, la conversión monetaria y la integración de las economías del mundo a través de la moneda y de los mercados financieros. La conexión actual se mantiene por medio del dólar y el yuan, ambos descendientes del peso español. Si la relación entre China y Estados Unidos es realmente la más importante del mundo en el siglo XXI, hay que implementar una estructura conceptual que no mida el crecimiento de China en base a un criterio histórico inadecuado.

Las historias es mejor empezarlas desde sus inicios. Esta en particular –la historia de nuestro mundo cada vez más integrado– comienza en el Pacífico alrededor de 1565 y no, como se suele creer, en la Europa occidental del siglo XVIII.

 

*Peter Gordon, editor de Asian Review of Books, y el escritor Juan José Morales son coautores del libro The Silver Way: China, Spanish America and the Birth of Globalisation, 1565-1815.

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