Kurbanjan Samat: El fotógrafo
Trabajando en India en 2013.
KURBANJAN Samat no pudo dormir la noche del 1 de marzo de 2014, luego de escuchar en las noticias que 29 personas habían sido asesinadas por ocho asaltantes uigures en la Estación Ferroviaria de Kunming, provincia de Yunnan. Las autoridades identificaron a los agresores como integrantes de las fuerzas separatistas de Xinjiang. Kurbanjan se sintió indignado y triste al ver que algunos blogueros en Weibo (red de microblogging de China) responsabilizaban de los hechos a todos los “xinjianeses”, por lo que decidió responder a esos sesgos con una serie de fotografías titulada “Soy de Xinjiang”.
Cada foto es un retrato tomado desde finales de 2013 y se centra en las personas nacidas en Xinjiang que trabajan en otras zonas de China e, incluso, en ultramar. “He querido que mis fotos muestren el verdadero rostro de mi pueblo”, dice Kurbanjan.
Kurbanjan entrevistando a un anciano que prepara nang (comida típica de Xinjing).
Nacido en Hotan (Xinjiang) en 1982, Kurbanjan ha vivido ocho años en Beijing. Su primera cámara la compró a los 17 años. Ha hecho de todo para vivir: ha sido boxeador, encargado de barbacoas y hasta vendedor de jade. Esta variada experiencia le permitió conocer a Meng Xiaocheng y Li Xiaodong, directores de la Televisión Central de China (CCTV, por sus siglas en inglés), el medio de comunicación más importante del país, donde Kurbanjan se encargó de la elaboración de documentales. En 2006, llegó a Beijing para estudiar en la Universidad de Comunicaciones de China. Desde entonces ha sido camarógrafo de CCTV.
En Beijing, han sido escasas las veces que Kurbanjan se ha sentido incómodo debido a su origen étnico. De hecho, se llevaba bien con todos en su universidad, donde lo llamaban “Hermano Jiang”. Su capacidad de organización y su rendimiento laboral han sido frecuentemente elogiados. Sus compañeras de trabajo lo han apodado, afectuosamente, “Banban”. El director raramente lo llama por su nombre y se refiere a él como “Pequeño Kur”, aunque aprecia su madurez, su buena apariencia, su actitud positiva y su honestidad. Para nadie es un problema que sea un uigur de Xinjiang.
Kurbanjan muestra la foto recién tomada a un anciano que fabrica papeles de morera.
La intolerancia deriva de la ignorancia que hay sobre la población de Xinjiang. “En Xinjiang habitan trece grupos étnicos, ninguno de los cuales puede representar a toda la población”, señala Kurbanjan. Los rostros de sus fotografías muestran la rica diversidad de once poblaciones locales, entre ellas los uigures, los han y los mongoles. Cuando esté terminada, su serie de imágenes incluirá, ampliamente, personas de los trece grupos étnicos de la región, de todas las edades y profesiones, desde vendedores ambulantes hasta ejecutivos de empresas. Pocas cosas en común tendrán todos ellos, salvo su procedencia xinjianesa.
“Una de las razones para quedarme en Beijing es la de convertirme en un puente entre la capital y Xinjiang”, indica Kurbanjan. “Quiero explicar lo que es mi pueblo a través de las fotografías”. Sin embargo, la vida en Beijing no ha sido fácil. Rechazado por su familia de acogida y sin lugar a donde ir, se vio obligado a vivir en un sótano que le costaba 7 yuanes (RMB) la noche. Trabajó en un canal de televisión con un sueldo modesto. Después de meses de lucha, todo se derrumbó. Durante un año no hizo más que permanecer en su vivienda durmiendo y jugando póquer en línea. Con el tiempo encontró consuelo diciéndose a sí mismo: “Las cosas serán mejor el próximo mes”.
Su gran sueño de ser un puente cultural no fue lo único que lo ayudó a superar la amargura de la vida en Beijing. Kurbanjan tuvo la suerte de encontrar una oportunidad que le iba a permitir aprovechar plenamente su talento. “Él podría hacer una fortuna con los jades”, comenta uno de sus amigos, “pero ha tomado otra decisión: ahora es un chico de la televisión”. Lo cierto es que Kurbanjan sabe lo que quiere. “Hacer documentales es mi sueño a largo plazo, no importa lo que cueste”, asegura.
Filmando en La Ruta de la Seda en 2012.
De hecho, Kurbanjan quiso plasmar su idea de “Soy de Xinjiang” en un documental, pero no pudo reunir suficientes fondos.
“Retratar a todas estas personas ha sido como ver en un espejo mi propio rostro”, continúa. “Todos ellos tienen cosas en común. Tienen una mentalidad abierta. Yo, más bien, soy de miras estrechas y me molesto fácilmente. Debo aprender de ellos. Además, hacen lo que deben y se han desprendido de consignas”.
Durante algún tiempo, Kurbanjan tuvo un comportamiento demasiado cauteloso. Incluso, pasaba media hora recogiendo la basura de las calles. “Ahora me siento mucho mejor”, dice con una sonrisa. “No le doy mucha importancia a las cosas que no me conciernen. Hago mi mejor esfuerzo y trato de no decepcionar a mis padres. ¡Eso ya es bueno!”.
Kurbanjan se opone a cualquier atribución de carácter político a la gente de Xinjiang, ya sea con todo lo relacionado a “política étnica” o al calificativo de extremistas.
Filmando un documental en la carretera Sichuan-Tíbet.
En una reciente entrevista con la prensa extranjera, se le preguntó si alguna vez se había sentido discriminado. “¿Qué opina sobre la política étnica?”, se le inquirió también. “Yo no soy un político”, respondió de manera reacia. “¿Por qué me hace esa pregunta? No nos trate como si se preocupara por nuestro pueblo. Como periodista, usted nos está cuestionando todo el tiempo. ¿Ello es digno de su trabajo? Si en verdad le preocupa, demuestre su interés por nuestro pueblo y escuche sus verdaderas voces”.
Kurbanjan está satisfecho con los 37 primeros retratos que ha tomado de los 120 que espera presentar. Al final, publicará un álbum de fotos muy completo. Su siguiente paso será volver a fotografiar a cada persona, pero en situaciones que evidencien su carácter. “Los presentaré en un documental apenas consiga los fondos”, asegura. “Si bien unas cuentas manzanas podridas pueden dañar la imagen de todo un grupo, una adecuada comprensión de la mayoría de ellos y una perspectiva positiva pueden impulsar el progreso”.