Li Zijian, la fuerza del realismo chino
Sus cuadros, que despiertan pasiones, asombro y lágrimas, han dado la vuelta al mundo.
Por MICHAEL ZÁRATE
Alguna vez, el escritor argentino Julio Cortázar comparó un buen cuento con la fuerza de una fotografía. Y es una comparación válida. Pero, ¿puede decirse lo mismo de una pintura? Al igual que la fotografía, un buen cuadro es también una imagen que, dotada de un enorme poder de sugestión, insinúa muchas otras. Es como hallarnos solo ante la punta de un iceberg. Esa es, al menos, la sensación que dejan las obras de Li Zijian, un artista al cual tuvimos la oportunidad de conocer en nuestro paso por Urumqi, capital de la región autónoma uigur de Xinjiang.
Vestido completamente de negro, encontramos a Li en la Primera Bienal de Arte Contemporáneo de Xinjiang, inaugurada en agosto pasado y donde se exhibieron 235 de sus obras. Sus pinturas al óleo –cargadas de una fuerte dosis de realismo y costumbrismo– han recorrido ya 25 ciudades de China y cerca de 30 países y regiones del mundo.
Memorias del campo
Li Zijian nació en 1954 en Shaoyang, una de las principales áreas de reserva forestal de la provincia de Hunan, lo que explica su gran cariño por el mundo rural y el cual puede verse reflejado en sus trabajos. Cuando apenas tenía 3 años, su padre fue encarcelado por un caso de negocios, por lo que su madre debió encargarse de su crianza y de la de sus siete hermanos.
“Todos nos pusimos a trabajar y yo ayudaba a recolectar basura, así que era imposible soñar con el arte o con llevar mis pinturas por el mundo. En ese momento solo soñaba con crecer y ganar dinero. Hacía dibujos hasta en el suelo. Dibujar era un consuelo y mi único mundo hermoso”, mencionó.
En efecto, tras aquellos años dolorosos, el artista logró graduarse en 1982 de la Academia de Bellas Artes de Guangzhou y radicar desde 1988 en Los Ángeles (EE. UU.), aunque la nostalgia por esa infancia en Hunan –triste, pero aleccionadora– sigue siendo el germen de su prolífica y bucólica obra. Ahí está, por ejemplo, la serie de seis cuadros sobre abuelas chinas, presentada en la Bienal de Xinjiang. “Escogí a estas abuelas porque en la diversidad de sus rostros y de sus gestos está simbolizada la madre china. Se trata de señoras de provincias como Shanxi, Guizhou y Hunan, sostuvo Li a China Hoy.
El budismo ha ejercido también una gran influencia en el arte de Li Zijian y, en particular, su amistad con Zhing Yun, maestro budista en Estados Unidos, quien no solo lo apoyó económicamente, sino que fue el que le sugirió pintar un cuadro sobre la Masacre de Nanjing, ocurrida en 1937 a manos de las tropas japonesas y cuyo trágico recuerdo sigue muy presente en la sociedad china. La obra La Masacre de Nanjing, dibujada a gran escala, permitió que Li Zijian alcanzara una nueva dimensión en cuanto a su arte y sea objeto de reconocimientos a nivel mundial.
Este cuadro, por ejemplo, mereció los elogios del entonces secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, quien destacó su mensaje. Más aún, en 2004 se le concedió a Li en Bélgica el título de Caballero de la Orden de San Juan, mientras que en 2006 el Foro de la Paz Internacional de Nanjing le otorgó una medalla por su contribución a la paz mundial.
Allá por Sudamérica
En junio de 2005, Li Zijian exhibió 120 de sus cuadros en Lima, en un evento que fue inaugurado por el entonces alcalde de la capital peruana, Luis Castañeda, y que tuvo mucho significado en un país que –al igual que China– sabe lo que ha sido la pobreza y la violencia. “Yo no sé español, pero pude sentir que los limeños habían captado el mensaje. Muchos de ellos me expresaron su asombro porque no sabían que un chino también podía hacer pinturas al óleo; lo que pasa es que en Perú los chinos son famosos por los restaurantes”, dijo.
Sin embargo, cuando se le pregunta cuál ha sido el lugar más remoto en el que ha estado, Li Zijian responde: Chile. En noviembre de 2005, el artista de Hunan se presentó en la Universidad Santo Tomás, en Santiago de Chile, donde el profesor de la Escuela de Diseño, Miguel Valderrama, tuvo estas palabras: “Al revisar sus distintas series creativas es posible entender un gran cariño hacia el ser humano; los personajes típicos, las costumbres, las tradiciones y la cultura transmiten finalmente su condición de criatura creada por Dios”.
En diálogo con China Hoy, Li explicó que en la religión budista uno siempre tiene que sacrificarse y dar su amor y paciencia, lo cual explica también su loable gesto para con los damnificados por el terremoto de Wenchuan, ocurrido en mayo de 2008, a quienes donó 1,28 millones de yuanes (unos 203.000 dólares) producto de la venta de algunas de sus obras.
El relato de Li Zijian sobre sus recorridos por el mundo nos hizo olvidar que estábamos en la Primera Bienal de Arte Contemporáneo de Xinjiang, que ha tenido un gran significado para él. “Aquí en Xinjiang constantemente se presentan danzas típicas, pero esta vez hemos querido presentar la naturaleza humana y el amor, que llegan mucho más a la gente, sobre todo porque estamos en una región en la que ha habido tensiones”, puntualizó. La obra de Li Zijian es, finalmente, una muestra más de que el buen arte ennoblece a una sociedad.