Una carpa persistente
Texto: Zhang Ling’er
Longmen, también conocida como la Puerta del Dragón, es un lugar en una cascada del río Amarillo, donde el agua cae con mucha energía desde una gran altura y fluye rápidamente entre altos acantilados en ambas orillas. Según la leyenda, en los tiempos antiguos, si una carpa lograba saltar la cascada en la Puerta del Dragón, se transformaría inmediatamente en un dragón y volaría al cielo.
Por lo tanto, cada mes de marzo, miles de carpas se reunían en el lugar y trataban de saltar la cascada, una por una, con la esperanza de convertirse en dragones.
Un día de marzo, el famoso poeta Li Bai llegó al lugar para presenciar el espectáculo. De pie sobre una roca cerca del río, el poeta, amante del vino, disfrutaba de la escena mientras bebía y escribía poemas que enaltecían los esfuerzos de todas las carpas al saltar.
Li Bai se sorprendió al ver a una pequeña carpa que saltaba más alto que las demás, y que parecía que iba a superar la catarata. El poeta se puso muy contento y levantó su vaso para animarla.
Desafortunadamente, la pequeña carpa no pudo mantener su ímpetu y cayó sobre la roca donde estaba Li Bai.
La mala caída dejó al pequeño pez inconsciente, inmóvil al sol, con solo las aletas branquiales abriéndose y cerrándose. Li Bai rápidamente recogió un poco de agua y la derramó sobre su cuerpo.
De repente, una ráfaga de viento sopló el agua de la catarata y Li Bai se vio obligado a cerrar los ojos. Al abrirlos, se sorprendió de ver a un niño regordete de pie delante de él. Una cinta roja con puntos brillantes en los brazos del chico le sugirió a Li Bai que este era el pequeño pez que había acabado de salvar.
El niño le estuvo muy agradecido a Li Bai, ya que muchas otras carpas habían caído sobre las rocas intentando saltar la catarata y, sin ninguna ayuda, habían muerto allí. El niño hizo una prolongada reverencia ante Li Bai y le dijo: “¡Gracias por salvarme la vida!”. A Li Bai le gustó mucho la cortesía del muchacho.
El niño le contó a Li Bai: “Este año ha sido mi tercer intento. Volveré el próximo año”. Impresionado por su perseverancia, Li Bai tomó su pincel, le puso un punto rojo en medio de la frente y le aseguró: “Muchacho, vendré a verte el próximo año. Esta marca me ayudará a reconocerte”.
En marzo del próximo año, Li Bai volvió a la Puerta del Dragón. Buscó la pequeña carpa que tenía un punto rojo, pero esta lo vio primero. Enseguida saltó fuera del agua y se convirtió en un adolescente, quien le dijo a Li Bai: “Míreme, señor, he crecido. Estoy seguro de que lo conseguiré este año”.
Li Bai le señaló: “Muchacho, aunque no lo logres, estará bien”. El chico le respondió: “Si vuelvo a fallar este año, seguiré intentándolo hasta que lo consiga”. Una vez más, emocionado por su perseverancia, Li Bai levantó su vaso de vino y le dijo: “Chico, déjame ayudarte a saltar la catarata”.
Li Bai echó un poco de vino en el río. Mágicamente, el agua teñida con el vino comenzó a elevarse y se convirtió en una columna muy alta de agua que llevó al niño hacia el cielo, cada vez más cerca de la Puerta del Dragón.
A medida que iba creciendo, la columna de agua se tiñó de los colores del arco iris, y de repente apareció una puerta celestial. En ese instante, el niño desapareció y un dragón blanco salió volando.
El dragón blanco voló tres veces alrededor de Li Bai y le hizo tres veces una señal de agradecimiento para luego elevarse hacia el cielo. Con una sonrisa, Li Bai observó cómo el dragón se alejaba. Cuando el dragón finalmente desapareció en la distancia, el poeta terminó el resto de su vino de un solo trago.