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2014-June-20 14:43

La falacia del sentimiento antijaponés en China

Por WANG TAIPING*

EN los últimos años, ha devenido práctica frecuente de los medios informativos de Japón enarbolar el término “antijaponés”, al referirse a sucesos ocurridos en China, que abarcan desde protestas tras la “compra” por parte de Tokio de las islas Diaoyu, a la condena expresada por Beijing ante la visita del primer ministro nipón, Shinzo Abe, al Santuario Yasukuni.

El uso de este término es engañoso y provocativo y no puede estar más lejos de reflejar la verdad. Ambos pueblos deben mantenerse en alerta máxima sobre el mismo, ya que, a su sombra, se pretende estimular el enfrentamiento y el conflicto entre ellos.

El Gobierno y el pueblo chinos no están contra Japón o su pueblo, pues sus protestas van dirigidas a las fuerzas de derecha que sabotean a propósito las relaciones entre China y Japón, para obtener beneficios políticos.

Los problemas territoriales e históricos son puntos muy sensibles en las relaciones bilaterales. Sin embargo, los legisladores japoneses adoptan, de vez en vez, medidas provocativas en ese sentido, poniendo en peligro la soberanía de China y ofendiendo al pueblo chino. ¿Cabe esperar entonces que China se cruce de brazos y guarde silencio en una situación de esa índole? “Los vientos fuertes levantan olas, pero la marejada retrocede cuando se retiran las olas”, reza el refrán chino. Los líderes japoneses deben examinar su propia conducta para explicarse por qué China responde con tanta fuerza hacia algunas de sus palabras y acciones.

Las actuales y evidentes tensiones en las relaciones bilaterales no suponen animosidad entre los dos pueblos, pero sí entre las fuerzas derechistas de Japón y el pueblo chino o - más exactamente – entre éstas y los pueblos chino y japonés. Para los activistas de derecha, las acusaciones de “sentimientos antijaponeses en China” y “la amenaza china” son pasos previos hacia su objetivo de revisar la Constitución pacifista, construir un ejército más activo y poderoso, y ejercer el derecho a la defensa colectiva, con lo cual otorgarían al país el derecho a lanzar la guerra externa. Una vez que Japón disponga de la prerrogativa de embarcarse en una guerra externa, dicha posibilidad no sólo amenazará la paz y la estabilidad en Asia, sino que se revertirá en un peligro para su propio pueblo.

25 de febrero de 2014. Un abuelo acerca a su nieto a la historia para que recuerde lo sucedido. CNSPHOTO

La derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial socavó el estatus internacional del país, consecuencia a la cual se hace acreedora cualquier nación que invada a otras. Pero es la gente común la que arrostra el mayor sufrimiento. Por generaciones, los japoneses han vivido bajo las sombras persistentes de esa guerra. En este sentido, entendemos el deseo del pueblo japonés de que su país vuelva a la normalidad. Sin embargo, lo cierto es que la noción de “país normal” que promociona Shinzo Abe no concuerda con las expectativas del pueblo nipón. Por otra parte, queda aún sin respuesta la interrogante de cómo se propone Japón alcanzar esta meta.

A mi juicio, sólo a través de la adhesión a la senda del desarrollo pacífico, la adopción de una actitud apropiada hacia la historia y un comportamiento consecuente conseguirá Japón reparar su imagen ante otros países de Asia y en todo el mundo. De lo contrario, sus esfuerzos por convertirse en un país normal resultarán vanos. Ni la comunidad internacional ni su propio pueblo aceptarán un Japón que niega la historia y se aleja del desarrollo pacífico. También es contraproducente para Japón dañar sus relaciones con los países vecinos, al adoptar la noción de China como su enemigo imaginario o incitando sentimientos nacionalistas.

Eric Heginbotham, politólogo sénior y profesor de la Escuela Superior Pardee RAND, de la RAND Corporation, comentó que el mejor enfoque para que Japón pueda seguir adelante es admitir, francamente, los pecados de su época imperialista, de modo que estos no constituyan legado para futuras generaciones.

El año pasado, Philip Stephens, comentarista principal y editor asociado del diario Financial Times escribió el artículo Abe no resucitará a Japón reescribiendo la Historia, en el cual señaló que “el señor Abe está avivando rescoldos de viejas rivalidades y odios en el este de Asia... No hay nada que ganar y sí mucho que perder en el intento de reescribir el pasado”.

Durante su intervención en Hiroshima, el año pasado, el director de cine estadounidense Oliver Stone dijo que Japón debería aprender de Alemania sobre cómo enfrentar la historia – en su condición de las dos grandes potencias derrotadas en la Segunda Guerra Mundial. “En Alemania, vemos un país que, literalmente, se recogió hacia el interior, se autoexaminó y se sintió muy culpable por lo que había pasado, por lo que hizo en la guerra. Se disculpó y, lo más importante, se convirtió en una fuerza moral a favor de la paz en Europa, una verdadera fuerza moral. Cuando miro a Japón desde la Segunda Guerra Mundial, veo una gran cultura, belleza, grandes películas, estupenda comida, pero no veo un político, un primer ministro que se haya pronunciando en sentido alguno, por la paz, la integridad moral, ni uno... Se trata, simplemente, de un Estado satélite, un Estado cliente de Estados Unidos”.

27 de octubre de 2013. Fukuda Yasuo, exprimer ministro nipón, interviene en el IX Foro Beijing-Tokio, enfatizando que el desarrollo de Japón depende de toda la sociedad internacional. CNSPHOTO

Alemania reafirma la noción de que cualquier país que sea honesto acerca de su pasado, sin ocultar las partes amargas, y tenga las agallas para asumir sus responsabilidades, estará destinado a avanzar hacia un futuro mejor. Japón debería aprender de Alemania.

Con todo, esta sugerencia es rechazada por ciertas personas en Japón, cuyos argumentos se reducen a la afirmación de que Japón y Alemania son países diferentes, y que cualquier comparación entre ellos resulta superflua. Tal actitud refrenda la percepción generalizada de que el “sentido común” de Japón es más bien una falta de sentido común internacional. ¿Acaso ha enloquecido la comunidad internacional en pleno, o será que esas personas opuestas a las comparaciones con Alemania abrigan segundas intenciones? Existe un amplio consenso a nivel mundial – que niega la posibilidad de un enfoque minoritario -, de que Japón debería seguir el ejemplo de Alemania en relación con el pasado. La humildad no es una tarea sobrehumana, y el propio Japón se beneficiará al máximo de este consejo bien intencionado. Como enseñó Confucio: cuando uno se encuentra a una persona virtuosa, es de sabios seguir su ejemplo.

La amistad es mutuamente beneficiosa, mientras que la enemistad perjudica a ambas partes. Tanto los chinos como los japoneses deben aprender de la Historia. A China le perturba ver que su relación con Japón se haya hundido al nivel más bajo desde el establecimiento de las relaciones diplomáticas bilaterales. Las dos partes deben tomar medidas para restablecer dichos lazos. El desarrollo sano y estable de las relaciones chino-japonesas concuerda con los intereses fundamentales de ambos pueblos.

*Fue cónsul general de China en Sapporo, Fukuoka y Osaka.