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2014-May-14 10:51

A propósito del 35.º aniversario de las relaciones diplomáticas entre China y EE. UU.

Por ZHANG YAN*

Zhang Yan. Foto cortesía del autor

 

ESTE 2014, se cumple el 35.º aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y EE. UU. Su importancia es evidente desde una perspectiva global. Los últimos 35 años han atestiguado cambios ingentes, tanto en los vínculos chino-estadounidenses como en el mundo en pleno. En 1979, fui designado primer corresponsal en plaza del Diario del Pueblo en EE. UU. Si bien no me especializo en análisis de la situación internacional, me gustaría dejar constancia de mi percepción personal, sustentada por mis vivencias en el país norteamericano.

Poco después de establecerme y comenzar mi labor allí, se elevó el nivel de los lazos bilaterales. A partir de entonces, entrevisté a numerosos estadounidenses, impartí conferencias en universidades y departí, ampliamente, con el ciudadano de a pie. Todo esto me facilitó un profundo conocimiento del país y de sus habitantes, haciéndome comprender cuánto teníamos que aprender los unos de los otros.

El pueblo estadounidense me impresionó con su amabilidad y sinceridad. Al principio de mi llegada solía llevar conmigo un mapa, por si me perdía. Pero cada vez que lo abría en la calle para encontrar el camino, alguien se me acercaba y preguntaba: “¿Necesita ayuda?”. Esa persona podía ser cualquiera, lo mismo una anciana que un joven estudiante.

Mi hijo, que a la sazón estudiaba en EE. UU, me condujo en auto, en cierta ocasión, a visitar a un amigo. En el camino, preguntamos a una transeúnte por la dirección. Cuando le dijimos a dónde nos dirigíamos, de inmediato se montó en su auto, indicando que la siguiéramos. Después de conducir por unas pocas cuadras, hizo una señal de que habíamos llegado a nuestro destino. Desafortunadamente, desapareció antes de que tuviéramos la oportunidad de preguntarle su nombre. A mí se me antojó una especie de Lei Feng, el joven modelo chino que sirve al pueblo de todo corazón. ¡Aquella mujer nos ayudó por puro instinto!

21 de febrero de 1972. El presidente Richard Nixon llega a Beijing para cumplir una visita oficial a China. El premier Zhou Enlai, junto con otros dirigentes chinos, le da la bienvenida.

 

Durante casi dos años, mi esposa y yo vivimos en Johnstown, Pennsylvania, a donde nos trasladamos tras recibir una invitación para dictar conferencias en el campus de Johnstown, de la Universidad de Pittsburgh. Como ninguno de los dos sabía conducir, solíamos ir de compras a pie. En nuestra primera incursión al mercado, le preguntamos a una mujer que conocimos en la calle cómo llegar al supermercado más cercano. En lugar de responder, nos exhortó a subir a su auto. Luego nos llevó al supermercado, que estaba a cierta distancia. Para nuestra sorpresa, cuando salimos del sitio, ella estaba aún allí, esperando para llevarnos de regreso a casa. Mi esposa y yo nos sentimos profundamente conmovidos. Los tres nos hicimos buenos amigos y solíamos visitarnos mutuamente. Ella se sentía fascinada con China y su gente, y nosotros, a menudo, le contábamos historias sobre nuestro hogar y el país en general. Más tarde, ese año, nos invitó a celebrar la Navidad en una iglesia cercana. Durante su homilía, el sacerdote mencionó a varios lugareños cristianos, cuyas buenas acciones alabó. Nuestra amiga estaba entre ellos y recibió un caluroso aplauso por su ayuda voluntaria a los demás.

La ciudad donde vivíamos tenía unos pocos cientos de miles de habitantes, muchos de los cuales eran pobres. Las organizaciones de socorro proporcionaban refugio a las personas sin hogar y acogían a las víctimas de la violencia doméstica, entre otros servicios. Aunque había muchos problemas sociales, la gente solía mostrarse dispuesta a hacer todo lo posible por resolverlos. Pero las buenas acciones también requieren de dinero en efectivo, factor que atraía la curiosidad de mi esposa, interesada en las fuentes de financiación de estas buenas obras. Después supimos que los ciudadanos ricos y las empresas rentables de EE. UU., a menudo, hacen donaciones a las fundaciones nacionales de beneficencia. Los menos afortunados, tras proporcionar pruebas de su situación financiera, podían solicitar subsidios. En una sociedad donde existe una amplia brecha entre ricos y pobres, esta es una manera de resolver los conflictos sociales.

Zhang Yan y su esposa con estudiantes de la Universidad de Pittsburgh.  Foyo Cortesía del autor
 

Como periodista he viajado extensamente a través de EE. UU. Rara vez tuve que buscar mi propio alojamiento, pues viejos amigos me invitaban a quedarme con ellos, exhortándome a sentirme como en casa. Algunos eran exmiembros de la 14.ª Fuerza Aérea de EE. UU, también conocida como los Tigres Voladores, cuya misión fue defender a China de la invasión japonesa. Mi asociación con ellos comenzó en Kunming, donde estuvo destacada la tropa durante la Segunda Guerra Mundial, cuando yo todavía era un estudiante universitario. Cuando visité a Edward Bell, uno de mis amigos de los Tigres Voladores, en Nueva York, este, incluso, me entregó las llaves de su casa diciéndome: “Esta es tu casa ahora, así que siéntete libre de entrar y salir cuando quieras”. Edward también me presentó con orgullo a sus vecinos, diciendo: “¡Este es mi amigo chino de toda la vida!”. Una tarde fui a visitar a otro amigo, que, inesperadamente, me invitó a ir al cine y a cenar después. No regresé a casa de Edward hasta las once de la noche. Cuando abrí la puerta, me preguntó enojado: “¿Dónde has estado? ¡He estado tan preocupado!”. Temeroso de que hubiera ocurrido una emergencia, Edward había llamado a varios hospitales e, incluso, a algunas comisarías, pensando en un posible accidente de tráfico. Al escuchar esto me sentí avergonzado por haberle causado angustia, pero al mismo tiempo me conmovió, enormemente, aquella expresión de afecto fraternal que superaba fronteras.

Además de los viejos amigos, nuevos conocidos, a menudo, también me echaron una mano. La Asociación de Amistad de los Pueblos de EE. UU. y China (USCPFA, por sus siglas en inglés) es una organización nacional formada antes de que los dos países establecieran relaciones diplomáticas. Cuenta con sucursales en todo el país y sus miembros tienen un profundo interés por China. Cuando me iba de viaje, los que vivían en la localidad en cuestión me recogían en los aeropuertos y me llevaban a sus hogares. Se convirtieron en amigos cercanos y guías locales, y también enriquecieron mi comprensión sobre EE. UU. y su cultura.

En una ocasión, justo antes del feriado por Navidad, necesitaba hacer una entrevista en un distrito suburbano a un centenar de kilómetros de distancia. La única persona que estaba de guardia ese día en la sede de la USCPFA recibió mi llamada. Le expresé mis disculpas por pedirle ayuda en medio de un feriado, pero a la mujer pareció no importarle y, de inmediato, se comprometió a llevarme en su auto. A la mañana siguiente, Tese Wintz, una bella mujer de 24 años de edad, con quien había hablado, apareció en mi puerta. Comenzó por llevarme a entrevistar al presidente de la Unión de Agricultores de EE. UU. (UFWA), que vivía en lo profundo de un bosque. Luego, nos fuimos a visitar a algunos propietarios de fincas que se oponían a la UFWA. En el camino, Tese y yo tuvimos ocasión de charlar sobre una amplia gama de temas y nos hicimos buenos amigos después de ese viaje. Años más tarde, se convirtió en experta en estudios chinos y asiáticos, y enseñó en una universidad. Incluso, vino a China para trabajar como asesora lingüística de la revista China Ilustrada en inglés y, más tarde, enseñó inglés en la Universidad de Beijing.

Otro buen amigo fue Jordan Phillips, un médico obstetra. Él y su esposa viajaron a China en la década de los 70, justo después de la Gran Revolución Cultural. El Dr. Phillips detectó que China sufría una escasez crítica de libros de texto y material médico. También que la asistencia sanitaria, en ese momento, estaba, lamentablemente, atrasada. Además de compartir sus ideas y experiencia profesional con la comunidad médica china, el Dr. Phillips pidió a las instituciones de educación médica de EE. UU. donar libros de texto y material a las escuelas de medicina y bibliotecas chinas. Para tal fin, se creó un comité. Durante más de una década, la pareja viajó cada año entre los dos países, por su propia cuenta, para supervisar la operación. Al llegar a Beijing, su primera llamada telefónica siempre era para mí. El Dr. Phillips recibió el Premio de Salud de China, en reconocimiento a sus importantes contribuciones. Durante la Segunda Guerra Mundial, el médico canadiense Norman Bethune llegó a China para atender a los heridos en el frente. El pueblo chino se refiere a mi amigo el Dr. Phillips como “el Dr. Bethune estadounidense”.

En el 35.º aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y EE. UU, en momentos en los que pasamos revista a la importancia estratégica de las relaciones entre los dos países en las condiciones del mundo actual, no podemos menos que admirar la gran influencia que ha acompañado a este acontecimiento. Los drásticos cambios que tuvieron lugar en China, tras la aplicación de la política de reforma y apertura, han transformado el mundo. Hoy en día, EE. UU. y China son, respectivamente, la primera y segunda mayores economías del mundo. Las relaciones entre estos dos países, mutuamente dependientes, exhiben tanto competitividad como cooperación. A pesar de los muchos altibajos entre ellos, siempre han formulado soluciones viables. Durante sus reuniones en la Hacienda Annenberg, los presidentes de China, Xi Jinping, y de EE. UU., Barack Obama, acordaron que ambas naciones trabajarán para construir un nuevo modelo de relación entre grandes países, a la vez que imprimirán una dirección correcta al fomento de las relaciones bilaterales. Xi resumió el concepto de dicho nuevo modelo: la ausencia de conflictos y confrontación, el respeto recíproco y la cooperación de beneficio mutuo. Dicho pronunciamiento no solo conlleva significado para las relaciones entre China y EE. UU, sino que, a la par, supone una firme garantía para la paz mundial.

Dick Pastor volvió a Kunming 60 años después, y se reunió con Zhang Yan (izq.) y Ma Shitu (der.). Foto cortesía del autor

 

A través de su historia moderna, China ha sufrido humillación y opresión de las grandes potencias. Sin embargo, en los últimos doscientos años, China y EE. UU. han mantenido relaciones relativamente buenas. Durante la Guerra de Resistencia contra Japón, EE. UU. le brindó una ayuda inestimable al pueblo chino. Más de 2000 pilotos estadounidenses sacrificaron sus vidas por China. Cuando el país entró en su etapa más crítica, muchos periodistas estadounidenses viajaron a Yan’an para entrevistar a los líderes del Partido Comunista e informar al mundo sobre la posición antijaponesa de China. Estrella roja sobre China, el libro de reportajes de Edgar Snow, ejerció una influencia considerable en este sentido. La profunda sabiduría de los líderes y académicos de ambos lados ha hecho contribuciones sustanciales al desarrollo de la intrincada relación entre China y EE. UU. El 1 de octubre de 1970, en ocasión del aniversario de la fundación de la República Popular China, Mao Zedong invitó a Edgar Snow a unírsele en la tribuna Tian’anmen, con la intención de promover la relación bilateral. Este hecho allanó el camino para la visita del presidente Richard Nixon a China. La situación política mundial se ha transformado desde entonces.

El mundo ha experimentado grandes cambios en el nuevo milenio. Para adaptarse a los mismos, es preciso adoptar nuevas actitudes para hacer frente a las relaciones entre las naciones, sobre todo entre grandes países como China y EE. UU. Aumentan por día los temas que necesitan ser resueltos a través de la solidaridad humana. Por ejemplo, los que toman las decisiones en todos los países tienen la obligación de combatir la grave contaminación ambiental. Cada país tiene sus condiciones históricas y normas de desarrollo. Una nación puede y debe aprender de los méritos de sus contrapartes, en lugar de imponer su voluntad a los demás. De lo contrario, se producirán desastres. Teniendo en cuenta la naturaleza de las actuales armas de destrucción masiva, la guerra entre las grandes potencias solo puede provocar un desastre mundial. Todos los países se enfrentan a la misma prueba. Solo mediante la adopción de un pensamiento correcto podremos garantizar la paz mundial. En su condición de dos grandes países que ejercen una influencia decisiva en el mundo, China y EE. UU. comparten grandes responsabilidades.

La amistad de pueblo a pueblo siempre ha sido una base sólida sobre la cual descansan las relaciones entre China y EE. UU. Desarrollar la relación bilateral requiere de la participación y el decidido apoyo del pueblo. La profundización de la amistad de pueblo a pueblo, sin dudas, alimenta la vitalidad de los lazos entre China y EE. UU.

*Zhang Yan es periodista con larga experiencia.

 

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