Por MARCO ANTONIO CABERO*
El valor de vivir y hacer ciencia en China
Cabero en la librería de la Universidad de Beihang.
Vivir en el extranjero cambia a la gente. Puedo decir que después de vivir cuatro años en China, mi vida ha cambiado por completo y he ganado valiosas experiencias tanto en lo profesional como lo personal. Como millennial tuve la oportunidad de viajar al país asiático gracias a que, después de una serie de exámenes y entrevistas, fui uno de los 60 ingenieros elegidos –en una competencia a la cual postularon 6000 candidatos– para ser entrenados durante un año en el proyecto de diseño y operación del Túpac Katari, el primer satélite de telecomunicaciones de Bolivia.
Tal vez se estén preguntando por qué acepté este reto. Considero que conocer el mundo es enriquecedor, debido no solo a que culturiza a las personas, sino que también les abre la mente, fortalece sus habilidades sociales y les ayuda a ser más organizadas y a planificar mejor.
Después de culminar exitosamente los 12 meses de este proyecto satelital, volví a mi país y continué enseñando en una universidad. Sin embargo, por alguna razón, los recuerdos de China quedaron tan grabados en mi mente y en mi corazón que, seis meses después, decidí nuevamente tomar rumbo a China y continuar haciendo ciencia en una de las áreas que siempre me han fascinado: la espintrónica.
Tras postularme y ser aceptado en la Universidad de Beihang, me integré al equipo de trabajo en el Laboratorio de Espintrónica del Centro Internacional de Investigación (CII) para trabajar con materiales orgánicos y estudiar sus propiedades electromagnéticas. Una de las muchas razones que me llevaron a vincularme con este tipo de estudio es el hecho de que en el futuro la biología y la electrónica se fusionarán de manera más contundente, para mejorar la calidad humana. Esta tecnología se podrá aplicar en el diagnóstico, prevención y, quizás, cura de diversas enfermedades.
Con jóvenes científicos de diferentes países.
Perseverancia, optimismo y arduo trabajo son cualidades importantes para obtener buenos resultados científicos.
Haciendo ciencia en la Universidad de Beihang
En el laboratorio de espintrónica realicé experimentos con equipos modernos, que de un día para otro se fueron multiplicando. También viví momentos increíbles durante los procesos de investigación. Por ejemplo, conocí a diferentes personalidades del ámbito académico, como Albert Fert (premio Nobel 2007 de Física) y Alan Heeger (premio Nobel 2000 de Química), científicos que visitaban nuestros laboratorios como mínimo una vez cada semestre.
Se me encomendó trabajar con dos laboratorios, el primero de espintrónica, liderado por el profesor Zhao Weisheng, y el segundo, de materiales orgánicos fotovoltaicos, a la cabeza del profesor Sun Yanming. Debido a que son áreas muy distintas, mi misión fue integrarlas en la parte experimental y teórica. La investigación culminó en tres artículos científicos, de los cuales dos me permitieron participar en el Congreso Internacional de Astronáutica (CIA), celebrado hace dos años en Israel, y el otro será publicado en la revista American Chemical Society (ACS OMEGA) dentro de poco.
Si bien la experiencia científica en lo técnico ha sido increíble, debo confesar que el trabajo de laboratorio no fue una taza de leche. Creo que el mayor reto para mí fue demostrar que, como sudamericano, también era capaz de hacer aportes valiosos a la ciencia. Por este motivo, pasé largas horas en el laboratorio y en la oficina que se me había asignado, corroborando varias veces el avance que había reportado, para que no quedara duda de que el fenómeno observado era real.
Particularmente, soy una persona que se enfoca en los resultados, por lo cual muchas veces tuve que reanudar funciones justo después del almuerzo, quedarme hasta altas horas de la noche, o incluso trabajar durante los fines de semana, todo con el afán de demostrar mi interés por conseguir los resultados esperados. Gracias a mi experiencia previa como integrador en Siemens, Allen Bradley y Endress+Hauser, no fue difícil adaptarme rápidamente al ritmo acelerado de trabajo, enfocado exclusivamente en la obtención de resultados.
Trabajé en un ambiente bastante colaborativo. Si bien existen diferencias en el “cómo” y en la “forma” de hacer las cosas, mis clases de cultura china me hicieron caer en la cuenta de que, a diferencia de los locales, los extranjeros somos más directos para ir del punto A al punto B. Sin embargo, parte de los excelentes resultados obtenidos fueron fruto de la buena comunicación y paciencia entre ambas partes.
También considero que el mundo científico tiene que ser flexible, en el sentido de que se deben aceptar nuevas ideas y nuevas formas de hacer las cosas. Cabe mencionar que a veces caminos que no parecen ser los correctos, o que no siguen los métodos tradicionales, pueden derivar en algo más grande, como pasó, por ejemplo, con el descubrimiento de la vaselina, de la baquelita, del teflón o del velcro. Perseverancia, optimismo, comunicación y arduo trabajo son cualidades que no solo considero importantes para obtener buenos resultados científicos, sino también en muchas otras áreas cuando diferentes culturas se proponen cumplir un objetivo común.
El instituto donde Marco Antonio Cabero realiza sus investigaciones en China. Fotos cortesía del autor
Perspectivas para el futuro
Cada día veo más start-ups, más publicaciones en WeChat acerca de la inteligencia artificial, más drones en la universidad sobrevolando el estadio de Beihang y más robots en las calles. Taobao, la mayor tienda virtual de China, está llena de aparatos para todo lo que uno se pueda imaginar. Creo que esta revolución tecnológica es auspiciosa y tendrá una influencia muy grande en el mundo. Al igual que en China, me gustaría ver este fenómeno ocurriendo en Bolivia en una o dos décadas, gestionado a nivel político, institucional, empresarial y universitario/investigativo por líderes de mi generación, millennials que formen parte de esta revolución tecnológica.
Creo que existen personas con el deseo de mejorar cada día, de organizar y planificar bien el trabajo, y lo suficientemente optimistas para afrontar la vida con alegría, tenacidad y pasión. Al estar lejos de casa, la vida cobra otro significado. La mayoría de personas se encuentran a sí mismas y su camino deja de pertenecer a un solo lugar.
Mis expectativas y opiniones sobre el futuro, por supuesto, han cambiado, quizás debido a la gente que conocí o porque abrí más mi mente. A pesar de esto, lo que tengo claro es que quiero pasar el resto de mi vida haciendo ciencia. Después de estos años de investigación, me di cuenta de que no se necesita mucho para ser feliz, y de que es posible serlo en China. La ciencia me enseñó que lo elemental y lo necesario es a veces invisible ante los ojos.
Haber viajado a China fue una buena elección, y creo que si alguien es lo suficientemente bueno en su trabajo, se esfuerza lo suficiente y respeta la cultura china, las posibilidades de crecer son enormes. Tal vez este es buen momento para estar en China y contribuir a esta revolución tecnológica, que sin duda marcará un hito en la historia de la humanidad.
*Marco Antonio Cabero Zabalaga es profesor boliviano e investigador científico en China, recientemente graduado como Ph.D. en la Universidad de Beihang.