Alejandro Bronchales, un Quijote del español
LIANGXIANGNANGUAN es la penúltima parada de la línea de metro más suroccidental de Beijing. Se trata de uno de los últimos núcleos poblacionales de la capital china, en el distrito de Fangshan, a más de hora y media y a unos cuantos transbordos desde el centro de la ciudad. Actualmente, ni siquiera los vecinos parecen saber exactamente cuántos son, aunque quienes llevan viviendo algún tiempo allí, como el español Alejandro Bronchales, son conscientes de que la población, en los últimos años, no ha dejado de crecer. Los precios de los inmuebles y sus más asequibles alquileres, así como el tren que hace unos pocos años conectó la zona con el centro de la ciudad, están detrás de estos traslados poblacionales.
“En el último censo del distrito de Fangshan había un millón de habitantes, pero ahora debe haber unos 2,5 millones”, explica Alejandro Bronchales a China Hoy. Los cálculos de Alejandro, claro, están hechos a ojo de buen cubero pero, por la cuenta que le trae, no han de estar muy lejos de la realidad. Porque Alejandro tiene una academia de español. Se llama Maester, y las posibilidades de captar un número suficiente de alumnos que le sirvan para consolidar su empresa son directamente proporcionales a la cantidad de vecinos que opten no solo por vivir en Fangshan, de momento un distrito formado por ciudades dormitorio, sino por hacer su vida allí.
Alejandro Bronchales en el Tíbet.
“De momento, los núcleos poblacionales están repartidos. Todo esto hace nada era rural, y la población aún está desperdigada… La gente solo duerme aquí pero, en general, está todo el rato en Beijing”, explica Alejandro.
La propia evolución de Maester está relacionada con todo lo anterior. Alejandro abrió su academia en 2013. “Fue un mes de julio”, explica. “Hasta noviembre no tuve ningún alumno. En noviembre entró el primero, que aún mantengo: una niña de ocho años, que con 9 aprobó ya el A2 y este año se presentó al B1, a ver si lo aprueba. Un éxito. Creo que es la china más pequeña con el A2, al menos que yo sepa. Un mes después me vino otra alumna y durante ochos meses estuve con dos alumnas que venían una hora cada una a la semana. El segundo año vino un grupo de cuatro alumnos que aún se mantiene. Y ahora tengo veinte alumnos fijos y otros diez que van y vienen”, cuenta.
¿Suficiente? No, todavía no. Para consolidar Maester Alejandro necesita más alumnos. Bastantes más, de hecho. Sobre todo si quiere cumplir su sueño: “Mi expectativa no es solo asentar la academia, que ya la tengo más o menos asentada, sino poder abrir otras academias en el distrito de Fangshan. Mi idea es que se conozca que aquí hay español, que hay un profesor de español, y en el futuro abrir academias, tres o cuatro en todo el distrito”, apunta.
Contra viento y marea
Escuchando a Alejandro, cualquiera diría que está librando una batalla demasiado ingrata. Que tal vez no merezca la pena. Que, en todo caso, el centro de Beijing, donde podría cobrar precios más ajustados a mercado, hubiese sido una opción más sensata. Pero Alejandro Bronchales, un Quijote del español, no está de acuerdo. Lo dice en voz alta, aunque tampoco hubiese hecho falta. También lo dicen sus alumnos, felices con la docencia recibida.
En todo caso, basta comprobar cuál es su horario laboral, con apenas un puñado de horas libres los martes por la mañana, para hacerse una idea de que lo suyo es casi un apostolado. Imparte clase allí donde se lo pidan, cuando se lo pidan y a quien se lo pida. Eso, a veces, implica muchas horas de desplazamientos, horarios leoninos y un gran sacrificio. “Es una vida dura, dura”, reconoce él, que además confiesa que no ha detectado en China un verdadero interés por el idioma español.
“Pues no. Si te fijas, en las academias de español casi todos los alumnos son mujeres. La mujer china es muy práctica, y sabe que el inglés lo estudia todo el mundo, por lo tanto no es ninguna ventaja cualitativa. Gracias a Latinoamérica se han ido dando cuenta de que el español tiene mucha salida y empiezan a estudiarlo, pero el 80 por ciento de los estudiantes son mujeres. Si cada vez hay más es porque cada vez hay más negocio con Latinoamérica. No es que haya una devoción por el español, de hecho hay más demanda de francés o de alemán que de español. La verdad es que el español no se promociona como se debería”, dice.
Estudiantes de español en la academia de Alejandro Bronchales. Fotos del archivo personal del entrevistado
Profesor y empresario por accidente
Alejandro Bronchales tiene 57 años, es un tipo optimista que habla como una ametralladora, y es empresario y profesor de español por accidente. De hecho, su verdadera profesión es la de contable. Eso es lo que fue mientras vivía en Barcelona hasta que, convencido de que China era el futuro, viajó a Beijing en 2006 invitado por Radio Internacional de China tras haber ganado un concurso. Le gustó lo que vio y decidió estudiar mandarín.
“Vine a China con la idea de estudiar el idioma un año o dos y luego regresar a España, pero luego me encontré con mi mujer…”, explica. En 2008 estaba casado con su mujer china, con la que se trasladó a vivir a Fangshan. Se formó y comenzó a trabajar para una academia de español firmemente asentada a la que se llevó por delante la crisis. Desde entonces lo intenta todo en solitario. Ha recibido muchos reveses, dice, duros pero incapaces de acabar con su entusiasmo. Ha tenido que lidiar con la burocracia, con costumbres que no comparte, con el papeleo y un montón de problemas más con los que no contaba. Pero, con todo y mientras tanto, va logrando lo que se ha propuesto: llevar el idioma español allí donde el viento da la vuelta.
Cierto que, como él mismo reconoce, ha recibido ayuda de otra profesora de español asentada en Beijing, panameña y llamada Liz Vargas, gracias a la cual su escuela ha firmado un acuerdo para que sus alumnos participen en algunas actividades organizadas por las embajadas latinoamericanas. También han sido invitados a Radio Internacional de China y a la televisión pública CCTV. Pero aún tiene trabajo por delante Alejandro Bronchales, que trabaja muy duro para tratar de apuntalar su escuela y ayudar a sus alumnos. Todo es poco, dice, para conseguir que, si todo va como tiene planeado, Maester acabe tal vez por convertirse en una referencia del estudio del español en China, un país que Alejandro ya no piensa abandonar.