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2015-October-27 15:47

Judas Arrieta, un artista español con alma china

Por RAMÓN MARTINEZ BERMÚDEZ

Judas Arrieta posa con muñecos diseñados por él.

 
ASEGURA que aprendió a dibujar antes que a anudarse los cordones de los zapatos, y desde muy joven creyó detectar que algo extraño y venido de muy lejos impulsaba su mano sobre el lienzo. Es lo que el artista español Judas Arrieta denomina su “alma china”. No en vano, cada vez que habla de arte, y particularmente del suyo, cita de memoria a Lao-Tsé, a Confucio y hasta al maestro de las artes marciales, Bruce Lee.

No es una casualidad. Arrieta se confiesa un enamorado de la cultura oriental en general y de la china en particular, con la que ha establecido una relación tan estrecha que ha impregnado no solo su obra artística, sino también su vida familiar y hasta su discurso.

“Mi primer contacto con la cultura china fue a través de las películas”, dice Arrieta. “Mi abuelo trabajaba en un cine, que yo visitaba todos los fines de semana, y por la semana devoraba películas de kung fu. El poso que dejaron hizo que me interesara por la cultura china, primero por el mundo de las artes marciales, luego por la filosofía e historia del país, y luego por autores o directores contemporáneos”.

El resultado está a la vista. Con el tiempo, Judas Arrieta se ha convertido en un artista tan singular como inclasificable, cuya obra es un barroco y confuso cóctel en el que interactúan referencias culturales de Oriente y Occidente.

“Como artista tengo multitud de padres”, explica Arrieta. “No solo reconozco en mi trabajo las lógicas influencias de los grandes pintores y artistas clásicos de la historia del arte. También tienen una poderosa presencia dibujantes de cómics y manga, realizadores de dibujos animados, diseñadores, poetas y escritores. La televisión, el cine, los videojuegos, el Photoshop y hasta los juguetes tienen gran influencia en mi trabajo. Ante todo, intento eliminar restricciones en cuanto a las influencias en el acto creativo. Defiendo que un artista debe sentir, más que percibir, su oportunidad a la hora de crear”.

El arte de Arrieta es multidisciplinario y deliberadamente caótico. Combina infinidad de referencias y mensajes extraídos de cuanto le rodea para componer pinturas híbridas y extremas, donde la publicidad, la prensa o las referencias al consumo se entremezclan con los iconos más reconocibles de diferentes culturas.

“Nunca he sido un teórico del arte”, reconoce el pintor español, para quien la magia de su trabajo está en la diversión, tanto del que crea como del que observa.

Fury of the dragon. Técnica mixta sobre papel hecho a mano.

 

Puede dibujar pequeños cuadros por docenas o murales de gran formato, se atreve a decorar automóviles y tablas de skate, a diseñar muñecos, a ilustrar libros o a hacer programas de televisión, pero siempre lo hace todo con un mismo objetivo.

“Mi trabajo intenta reflejar o representar las experiencias vitales y estéticas de una generación que ha crecido expuesta a importantes cambios sociales, económicos y culturales, y a nuevas formas de disfrutar y padecer el día a día a través de la televisión, el cine, los videojuegos”, asegura el pintor español.

Apasionado de la caligrafía y la pintura chinas, del cómic japonés y estadounidense y del cine de todas partes, Judas Arrieta propone en su obra un osado mestizaje entre culturas con el que pocos se han atrevido antes que él, y que hace de su trabajo una interesante rareza.

Un viaje iniciático a China

Para moldear ese estilo tan peculiar, Arrieta decidió, como los héroes clásicos de la literatura, emprender un viaje iniciático con destino a Oriente. Un viaje iniciático no es el que permite ver mundos diferentes, sino ver el mundo de diferentes maneras. Y eso fue lo que hizo Arrieta que, aunque visitó medio continente asiático, escogió como lugar de residencia China, donde permaneció durante ocho años.

“Decidí instalarme en China por su situación geográfica, por ser el centro de Asia, desde donde era mucho más sencillo llegar a otras zonas, como Corea, Japón, Singapur. Mi idea era operar desde China y mostrar mi trabajo en toda Asia. Además, Beijing tiene su magia, es un lugar en ebullición cultural donde las galerías, los nuevos museos y los espacios para exponer son increíbles, un lugar donde no solo la escena artística es activa e interesante, sino también la musical y cultural en general. Era el lugar donde había que estar”, señala.

Pero había otros motivos, que se derivan de su defensa del arte como un acto de generosidad: “El arte consiste en devolver lo que a uno le han dado. Mi amor y admiración por las culturas orientales ha sido siempre algo muy visceral, así que este era un viaje que tenía que hacer. Quería viajar a Asia y mostrar mis trabajos a sus habitantes, compartir con ellos mis homenajes a su cultura”.

Judas Arrieta pinta un Mini Cooper en Beijing por el aniversario de His Life Magazine. Fotos cortesía del entrevistado

Se convirtió así en el primer artista español que viajó a China para quedarse. Con el dinero que obtuvo de dos becas y del prestigioso premio “Generaciones”, que otorga un banco español, alquiló en 2005 un estudio gigante en la zona conocida como 318, y se puso a trabajar.

Pintó cientos de cuadros, participó en decenas de exposiciones, vendió algunas obras y se convirtió en una especie de embajador informal entre España y China al abrir el camino para que otros artistas como él siguieran sus pasos.

“A partir de 2007, con un programa de residencias, mi estudio se convirtió en un puente para creadores españoles. Un lugar que artistas españoles visitaban y donde, con mi ayuda, desarrollaban proyectos artísticos. Durante cinco años realizamos más de 40 eventos, exposiciones, conferencias, siempre intentando buscar conexiones entre la cultura china y la española. Nuestro programa de residencias se llamó ¡Vámonos a China!”, explica.

Pero las intenciones de Arrieta al viajar a China eran más ambiciosas. Un viaje iniciático no consiste exclusivamente en un desplazamiento geográfico. Quienes lo emprenden se imponen una misión y parten dispuestos a vencer obstáculos para encontrar esa “fórmula mágica” que genere en ellos un cambio interior, una renovación con la que regresar a casa. Lo que Arrieta quería era convertirse en un pintor oriental. Hoy reconoce que perseguía una quimera: “Uno aprende que después de comenzar ese viaje iniciático ya no existe el retorno, y que el sueño que lo impulsó nunca se cumplirá”.

Tal vez su viaje iniciático no haya hecho más que empezar.

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