El español: la llave del mundo hispanoamericano
El autor junto a José Mujica, presidente de Uruguay. Foto cortesía de Liu Jian
El español, cuyos usuarios sobrepasan 400 millones de personas, constituye un depósito en que se guarda el rico bagaje cultural de todos los hispanohablantes. Gracias al aprendizaje de la lengua castellana, miles de chinos hemos tenido acceso directo al bagaje cultural de los hispanohablantes y no se sabe cuántos millones, de forma indirecta. No solo nos percatamos de las cosas comunes que hacen posible nuestro entendimiento, sino también de muchas otras que nos diferencian e, incluso, obstruyen más o menos nuestra comunicación. Cuando un chino inicia la conversación con su amiga mexicana diciendo: “¡Qué perrito más bonito!” y le escucha contestar con “Sí, pero es una perrita”, no se quedaría tan perplejo como un paisano suyo sin el correspondiente conocimiento lingüístico, puesto que sabe que ese detalle agregado, aparentemente disparatado para un chino por su total desconexión con el discurso anterior, se debía a que en español, la distinción en género de los nombres es obligatoria, rasgo que no existe en la lengua china. A su vez, un hispanohablante que sepa chino se llevará una gran sorpresa cuando lee que el término cantante, usado indistintamente para Plácido Domingo, Miguel Bosé o cualquiera que cante en un lugar de diversión, tiene tres correspondientes distintos en la lengua china, de acuerdo con el estilo musical que ostenta el artista, su nivel artístico y la fama profesional que le ha granjeado su trabajo.
A pesar de la globalización, la lengua, identidad de cada pueblo, sigue siendo, tal como fue, la clave con que se lleva a cabo un contacto directo con su cultura. Las llamadas linguas francas sirven para determinados fines, pero son menos eficientes en expresar o transmitir lo que realmente siente una nación. De modo que el entenderse entre todos los seres humanos por medio de una o dos de estas lenguas parece algo utópico.
La diversidad socio-cultural exige la diversificación de la enseñanza y educación de lenguas. En mi universidad, la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing, más de 5000 jóvenes están haciendo la carrera de filología de cuarenta y tantas lenguas de todo el mundo, desde el inglés hasta el persiano, pasando por todas las oficiales de la Unión Europea y las de Asia Sudoriental. Y cada día hay más estudiantes interesados en kiswahili, pasthu o amharic, lengua oficial de Tanzania, Afganistán y Etiopía, respectivamente.
Actualmente, la Facultad de Filología Española y Portuguesa, que se creó en 1953 y tengo el honor de representar, cuenta con más de 300 alumnos, entre los de licenciatura, maestría y doctorado. Si durante muchos años trabajamos con el único objetivo de formar filólogos, docentes universitarios y traductores, con unos resultados de reconocimiento internacional, en la actualidad, no sólo atendemos en nuestras aulas a los interesados en literatura y lengua hispánicas, sino también a los matriculados en las escuelas de Derecho, Relaciones Internacionales, Informática y Negocios. Son universitarios que aparte de inglés, francés o japonés, creen necesario mejorar su formación con una segunda e, incluso, tercera lengua extranjera. A su vez, licenciados de mi departamento están interesados en cursar estudios de posgrado en facultades como la de Negocios o de Derecho. Obviamente, este creciente interés por las lenguas en el campus universitario se debe, antes que nada, a la concienciación cada vez más popular de que el saber la lengua vernácula de un pueblo permite comunicarse y entenderse con él con una eficiencia y unos resultados mucho más satisfactorios.
Muchos académicos chinos se dan cuenta del papel trascendental que desempeña la lengua española en el estudio de América Latina. Juristas de la Universidad Renmin de China y especialistas en relaciones internacionales de la Universidad Tsinghua han admitido a nuestros estudiantes de español en sus centros de investigación, cosa inédita hasta hace poco, porque para profesores de estas universidades, nuestros alumnos carecen de una formación disciplinaria básica. Casos similares han tenido lugar en otras facultades. Por ejemplo, hace años que profesores y alumnos de lenguas de Asia y África de mi universidad colaboran con investigadores del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos en Londres (International Institute for Strategic Studies in London). ¿Por qué ha surgido este cambio? Según mi modesta opinión, la razón consiste en que para llevar a cabo investigaciones de calidad en los terrenos sociales, no basta con disponer de metodologías científicas. Hace falta tener datos de primera mano. También es necesario conocer y entender el entorno socio-cultural de lo que se estudie. Los que dominen lo uno y lo otro ostentan, indudablemente, más competitividad. Es por eso por lo que estamos desarrollando, en colaboración con universidades de México, España y Chile, programas académicos para preparar gente cualificada tanto en estudios especializados como en la comunicación intercultural en inglés y español.
Vivimos un mundo cada día más globalizado, adjetivo que se entiende en muchas ocasiones como sinónimo de homogeneidad y estándar. Quizá eso sea verdad en ciencia y tecnología, terrenos en que las terminologías tienen usos y valores universales. Pero en los estudios humanísticos, la llamada globalización está llamando la atención, justamente, por suponer una eventual amenaza a la diversidad cultural, razón y condición de la existencia humana. Por lo tanto, todos los pueblos están defendiendo con mayor ahínco que nunca su cultura aborigen, empezando por su lengua. No hay mejor expresión de la variedad cultural que la variedad lingüística. La lengua, en nuestro caso el español, no es tan sólo una simple herramienta de comunicación diaria. Más que eso, nos da acceso a la idiosincrasia del pueblo de la que es portadora: su cosmovisión, su forma de ver e interpretar la realidad y sus intereses particulares en el mundo circundante. De modo que si alguien me preguntara qué debería hacer para conocer y entender América Latina y a los latinoamericanos, yo le diría: “Aprenda primero español.”
* Decano de la Facultad de Filología Española y Portuguesa de la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing.