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2014-February-13 15:14

China las cría y Cuba las junta

-Dos hermanas chinas de la provincia de Guangdong han hecho de Cuba su segundo hogar. En la Isla del Caribe, cada una  aplica su propia filosofía de vida, bajo el común denominador de la búsqueda del éxito empresarial.

 
Por GUO LINGXIA

ADEMÁS del apellido Chen y su nacimiento en la provincia china de Guangdong, las hermanas Xiulian y Xiuzhen comparten hoy la decisión de establecerse en Cuba. Allí han vivido por más de doce años. Cachita y Mey – como las conocen sus anfitriones cubanos - han entrado en la cuarta década de vida, han asumido otra lengua y otra cultura, se han enamorado y han navegado entre fracasos y triunfos. Siempre, eso sí, con la mirada puesta en un mañana mejor. Cada una apegada a su credo particular, pero compartiendo, ambas, el cariño por un pueblo alegre que las ha acogido como hijas.

De chinos emprendedores y con espíritu pionero como estas dos hermanas podría depender un futuro renacimiento de la comunidad china en el país antillano, que más de un siglo atrás albergó al asentamiento chino más poblado y próspero de América Latina. El día que esa historia retome su cauce, los nombres de estas dos hermanas podrían quedar entre los precursores de una nueva comunidad.

Chen Xiulian (Cachita), en la sala de su casa en el barrio de Buena Vista, La Habana. Fotos de Isidro Estrada

 

Cachita, la romántica

Después de recorrer 24 países y trabajar en once, Chen Xiulian dice saber por qué camino orientar su vida. Por eso, su decisión de asentarse en la isla antillana fue resultado de una acción bien pensada.

“Me encontraba en Brasil cuando escuché una presentación que hizo (el expresidente cubano) Fidel Castro sobre su país. Me puse a pensar qué tal sería la vida en un país que, como Cuba, vivía bloqueado, sin cosas como la Coca-Cola o los McDonald’s. En Brasil, yo hacía rechazo a la violencia reinante. Así, un buen día, me presenté en el Consulado cubano, y en el año 2000 estaba desembarcando en La Habana.”

A partir de entonces, Xiulian, hoy con 44 años, inició una vida signada, en un principio, por grandes privaciones materiales. Al respecto abunda:

“Dormía sobre un colchón que ya tenía más de 30 años de uso, colocado en el suelo, en una casa muy sencilla, a cuyos dueños llegué a considerar como mis padres cubanos. No tenían más que lo imprescindible para sobrevivir, pero, por otra parte, me enseñaron tanto de su país, me regalaron tanto cariño y afecto, que compensaron todas las demás carencias,” afirma Xiulian, acudiendo a ratos a su español salpicado de cubanismos, para agregar que “Cuba me impactó en el alma desde que llegué. Encontré amor en medio de la pobreza.”

En Cuba tuvo, además, una revelación. Descubrió que los cubanos adoran a la Virgen de la Caridad del Cobre, como patrona tutelar, llamándola “Cachita”. Ella, que en sus clases de japonés había adoptado el sobrenombre de Kagita, de inmediato transformó la grafía del mismo, para quedar bautizada desde entonces como hija de la diosa Oshún, equivalente en los ritos afrocubanos de una imagen religiosa de origen europeo.

Con el tiempo, Cachita logró abrir, junto a su hermana Mey, y con ayuda financiera del padre de ambas en China, una compañía importadora, cuyas oficinas ubicaron en las entonces promisorias zonas francas (ZF) de Wajay y Berroa, en las afueras de La Habana.

Fue una época de apogeo de la inversión foránea en Cuba, pero que duró poco. A partir de 2002, Cuba inició un viraje hacia una recentralización de toda su actividad económica, lo que restó incentivo a la entrada de capital extranjero. La emprendedora Cachita vio derrumbarse sus perspectivas de negocios como castillo de naipes. Tendría que volver a empezar.

Con el mismo poder de asimilación que confiesa tener para cualquier medio ambiente, Cachita se adaptó a la pérdida. Trabajó para la Reserva Estatal de Cuba, integró la Asociación de Amistad China-Cuba, inició su labor como colaboradora de la Sociedad Cultural José Martí y siguió edificando sueños y aprovechando las coyunturas del gradual proceso de recuperación económico cubano, que en medio de altas y bajas, hoy vuelve a ofrecer oportunidades al inversionista.

“Hoy Cuba es el mejor país para invertir, solo que la premisa es conocerlo muy bien”, señala. “Creo que Cuba debe aprovechar lo que le sirva del modelo chino. Y me parece que eso es lo que está haciendo Raúl Castro, a la vez que procura no sacrificar sectores clave para el país como son Salud y Educación. Eso sí, para poder avanzar, con todas las cosas buenas que tiene Cuba, nunca se debe olvidar el factor geográfico, pues este país tiene a Estados Unidos, sólo, a 90 millas de distancia”.

Cachita gesticula todo el tiempo, como cualquier cubana. A la par, alaba a las muchas amistades que tiene por todo el país, desde los niveles más altos del Gobierno al cubano de a pie. Para todos tiene frases de elogio. Ella ha hecho del guanxi (relaciones interpersonales) a la china, un arte de la socialización en Cuba, el país que ya la ve como una hija y en el cual, según sus propias palabras, está dispuesta a morir.

Chen Xiuzhen (Mey) en la barra de su restaurante-bar “Los dos dragones”, del Barrio Chino de La Habana, Cuba.

 

Mey, la pragmática

El día que Chen Xiuzhen llegó a Cuba, la agobiaron tanto las carencias materiales que se echó a llorar. Para colmo, no conocía nada del país y ni siquiera hablaba el idioma.

Corría el año 2000 y Mey recién había recibido un paquete de jubilación anticipada por 200 mil yuanes de la compañía china para la que había trabajado durante casi dos décadas, la cual había sido absorbida, entonces, por una firma de Singapur. Apenas comenzaba a sopesar la decisión de pasar al retiro laboral cuando recibió un mensaje de su hermana en Cuba.

“Mis empleadores querían que siguiera en la oficina, pero yo insistí en marcharme. Mi hermana recién había abierto su negocio en Cuba y estaba muy necesitada de alguien de confianza que le echara una mano,” indica.

Pero aún le quedaban otras sorpresas en Cuba, y no precisamente para celebrar.

“Al segundo día, Xiulian me llevó a su almacén y me mostró cómo se le acumulaban las mercancías que no lograba vender. Para colmo, la compañía cubana a la cual mi hermana le suministraba, se negaba a pagarle los adeudos. Así, mi hermana se convirtió en la primera empresaria china en establecer una demanda en la zona franca. Ganó el pleito, pero de dinero, nada. La compensaron con más mercancías y automóviles.”

Así las cosas, los números continuaron en rojo hasta que, en 2004, las hermanas Chen comenzaron a percibir un alza en sus transacciones, luego de dos años de pérdidas. Sin embargo, el respiro fue muy breve. La zona donde operaban cerró en 2006. A partir de entonces, Mey puso los ojos en otros países cercanos, como México o Panamá, aunque mantuvo residencia en Cuba.

“El argumento, en aquel momento, dice Mey, fue que resultaba más factible fabricar que importar. El Estado cubano estableció que solo el 25 % de los productos que traían los contenedores se comercializaría en el país; el restante 75 % iría al exterior. No en balde, para 2008, quedaban apenas 200 compañías haciendo negocios en Cuba”.

Llegado 2013, año en que Cuba anuncia la apertura de la Zona de Desarrollo Especial del Mariel (ZDEM), al oeste de La Habana, Mey – al igual que muchos empresarios en varias latitudes- coloca sus esperanzas en que el país antillano, finalmente, apruebe una Ley de Inversiones, que funja como hoja de ruta para las reglas del juego entre inversores y Estado.

“Lo que me preocupa es que el proceso de cambios en Cuba se hace demasiado lento, y en medio de frecuentes retrocesos, lo cual deja poco margen de seguridad”, dice.

Apercibida de este panorama, la dinámica Mey optó por invertir, finalmente, en un sector al cual define como el más seguro y lucrativo en este momento en Cuba. Hoy administra el restaurante de comida china “Los dos dragones”, en el corazón del Barrio Chino, tras vincularse al grupo Zhong Shan, una de las 13 sociedades chinas que mantienen sus “casinos” en ese sector de la capital cubana.

Convencida de que marcha por buen camino, Mey ya cuenta con varios socios cubanos a los que califica de “muy confiables”, para seguir expandiendo sus negocios gastronómicos.

“Mi hermana es muy ‘política’”, explica Mey, estableciendo así la diferencia que separa las brújulas de cada una al navegar en las aguas procelosas del mundo empresarial. “Yo soy más realista y siempre he creído que hay que vivir con los pies bien puestos sobre la tierra”, concluye.

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