Lhasa, ciudad de la meseta nevada
26 de julio de 2017. Vista nocturna del Palacio Potala. VCG
Con más de 1400 años de historia, Lhasa es la capital de la región autónoma del Tíbet y la ciudad más alta del mundo. Enclavada en la zona sureste de la región, es el destino de diversos itinerarios turísticos. En tibetano significa “santuario” o “tierra de Buda”, y ha constituido durante largo tiempo el centro político, económico, cultural y religioso del Tíbet. Una Lhasa cada día más moderna tiene un mejor atractivo para los turistas. Además de las praderas y montañas nevadas, la luz del sol y el aire completan un clima diáfano. Muchos viajeros han encontrado una sensación hogareña y de paz interior en el Palacio Potala, el Templo Jokhang, la calle Barkhor, Norbulingka u otros sitios.
Songtsen Gampo y la princesa Wencheng
Según registros históricos, alrededor del siglo I, en la meseta de Qinghai-Tíbet vivían muchos clanes y tribus. En siglos posteriores, las guerras ocasionaron anexiones o adquisiciones entre clanes y tribus, y se establecieron varias alianzas. En el año 632 aproximadamente, Songtsen Gampo estableció un poderoso reino llamado Tubo en la zona de Lhasa. En la meseta desierta, el rey tibetano mandó a erigir una gran cantidad de obras, como palacios, canales y monasterios, que definieron la génesis de una urbe.
Para reforzar su gobierno y establecer alianzas, envió mensajeros a la corte de la dinastía Tang para expresar su petición de contraer matrimonio con una princesa de la familia imperial china. Tiempos después, la princesa Wencheng llegó a la región y él le construyó un conjunto de pabellones en el monte Maburi (actualmente monte Potala). Sin embargo, la decadencia del reino Tubo, las guerras posteriores y las calamidades naturales provocaron la destrucción de tales pabellones. El Palacio Potala que vemos hoy es una restauración del original.
El Templo Jokhang fue construido en el mismo periodo que los edificios del Potala con la intención de instalarle una estatua de Buda. Dicen que Siddharta Gautama –también conocido como Shakyamuni, fundador del budismo– no estaba de acuerdo con la veneración de ídolos, ni con la construcción de templos ni la instalación de estatuas budistas. Pero poco antes de su muerte, aceptó que se moldearan figuras suyas en tres edades. Él mismo las diseñó y bendijo. De ellas, una estatua dorada de Buda de 12 años de edad resultó la más esmerada y valiosa. De la India antigua la estatua fue llevada a China y más tarde, como dote de la princesa Wencheng, llegó al Tíbet. Hasta hoy sigue siendo venerada en el templo Jokhang. Además de su valor histórico y artístico, es honrada por los budistas que al verla sienten como si estuvieran frente al Shakyamuni de hace 2500 años.
Existen muchos registros históricos sobre la vida de la princesa Wencheng en el Tíbet y también leyendas trasmitidas de generación en generación. Ella se dedicó a promover la comunicación y el intercambio entre la dinastía Tang y la Tubo, por lo que la amistad bilateral alcanzó un enorme desarrollo. Como mujer de erudición y sabiduría, hizo grandes aportaciones a la civilización tibetana. El ejemplo más famoso es que, gracias a su consejo, Songtsen Gampo ordenó abolir la costumbre de pintarse de color rojo la frente, la nariz, la barbilla y las mejillas, y garantizó que las familias aristocráticas enviaran a sus descendientes a Chang’an (actual ciudad china de Xi’an) a aprender los conocimientos y protocolos de la nación de los han.
Llevó al Tíbet las tecnologías más avanzadas de la época, como el molino, el uso de la cerámica, la medicina, la agricultura y el tejido. También la acompañaron una gran cantidad de libros de historia, de medicina, de agricultura, sutras budistas, entre otros temas, contribuyendo en gran medida al avance de la economía y la cultura regionales.
20 de abril de 2017, Lhasa. Función del drama épico La princesa Wencheng. En un escenario natural, el espectáculo reproduce la entrada de la princesa al Tíbet después de superar muchas dificultades. Cnsphoto
Lhasa y el budismo
Lhasa es una ciudad que se erigió por su creencia en el budismo. Por todas partes se suelen ver budistas practicantes que giran sin cesar el cilindro búdico pequeño con una de sus manos, así como a peregrinos. Estos últimos juntan las manos sobre sus cabezas, las bajan haciendo paradas cortas delante de la frente, los labios y el pecho, lo que simboliza la presencia y la conciencia del cuerpo, el lenguaje y el corazón. Luego se arrodillan y extienden los brazos hacia delante hasta quedar tumbados de bruces en el suelo. Se trata de la reverencia máxima que hacen los fieles tibetanos ante los budas. Avanzando de esta forma, los peregrinos van por diferentes caminos rumbo a Lhasa desde sus pueblos natales. Los tibetanos son un grupo étnico centrado en la fe budista. Ir en peregrinación al Templo Jokhang de Lhasa es el deseo de cada uno de ellos.
En el siglo XIII el gobierno central de la dinastía Yuan anexó al Tíbet a su imperio. La región se encontraba bajo la jurisdicción de varios poderes locales. Uno de ellos logró el apoyo del gobierno central y así se desarrolló gradualmente. A mediados del siglo XVII, el V Dalai Lama, Lobsang Gyamco, recibió el título conferido por el emperador de la dinastía Qing y estableció la gobernación local de servidumbre feudal, caracterizada por la integración de los poderes político y religioso, la cual tomó a Lhasa como centro de gobierno. Estas medidas reforzaron en mayor grado la influencia de la secta Gelug (amarilla) del budismo tibetano. Desde entonces, Lhasa se convirtió en la capital regional del Tíbet.
En 1645, cuando el V Dalai Lama se trasladó al Palacio Potala que él había ordenado restaurar en parte, el lugar se convirtió en residencia oficial y oficina de los dalai lamas, y no dejó de ampliarse durante los siglos venideros. En 1936 el pabellón para guardar las cenizas del XIII Dalai Lama se completó y el Palacio Potala alcanzó la imagen actual. El V Dalai Lama también mandó a edificar una gran cantidad de pabellones en el Templo Jokhang y lo convirtió en un monasterio que jugó un importante papel en la gobernación de las autoridades locales. También es la sede de las ceremonias tradicionales del sorteo de la urna de oro para la reencarnación de budas vivientes. Fue mediante ese método tradicional que en 1995 fue elegido el actual Panchen Lama, cuyo nombre secular es Gyaincain Norbu, como reencarnación del X Panchen Erdeni.
En Lhasa existen más de 200 monasterios y templos budistas. Desde 1980, el Estado ha invertido cuantiosos fondos para la reparación y mantenimiento de 97 sitios, entre ellos el Templo Jokhang y el Palacio Potala, que lucen más brillantes y majestuosos.
La calle Barkhor conserva las características tradicionales y el estilo de vida de la ciudad antigua de Lhasa. VCG
Ruta celestial en la meseta
Lhasa se encuentra ubicada en la meseta Qinghai-Tíbet, la de mayor altitud del mundo, y antiguamente permaneció aislada del mundo exterior por su posición geográfica. Tal situación provocó que los habitantes locales vivieran de una economía señorial autofinanciada. Hasta 1949, a escala regional en todo el Tíbet, no había más de un kilómetro de camino que permitiera el tránsito de automóviles. El escritor estadounidense de viajes Paul Theroux, en su obra En el gallo de hierro: viajes en tren por China, escrita en la década de 1980, destaca: “Siempre que exista la cordillera Kunlun extendida, el ferrocarril nunca llegará a Lhasa”.
Sin embargo, ya en la década de 1950 el Gobierno Central había tomado la decisión de extender una vía férrea para llegar a Lhasa. Desde 1956, el Ministerio de Ferrocarriles organizó las labores de prospección e investigación geográficas en toda la región del Tíbet. Tras varios decenios de discusión y evaluación, en junio de 2001 se inició la construcción de la línea ferroviaria Golmud-Qinghai-Lhasa. La obra se logró completar después de superar desafíos como la dureza de la capa del suelo helado, el ambiente glacial y poco oxigenado, el frágil sistema ecológico, entre otros factores. En julio de 2006 fue inaugurada oficialmente.
Con 1956 km de largo, es el primer ferrocarril que conecta a Lhasa con el resto del país. Es llamado la “ruta celestial”, dado que es también el ferrocarril más alto del mundo. Esta vía atraviesa varias reservas naturales nacionales, como Hoh Xil, Sanjiangyuan, Qiangtang, entre otras.
Existen también varias carreteras por las que se puede entrar al Tíbet. Entre ellas, el tramo Sichuan-Tíbet de la carretera nacional N.° 318 fue calificado por la revista National Geographic de China como el camino paisajístico más bello del país. De la planicie de Chengdu a la meseta Qinghai-Tíbet, la ruta ofrece vistas variadas y extraordinarias. Incluso en un solo día de caminata, se puede experimentar el paisaje de diversas etapas de todo el año. Diariamente muchos viajeros a pie, en bicicletas o autos pasan por aquí.
11 de julio de 2017, Monasterio de Drepung de Lhasa, Tíbet. Los visitantes se sienten atraídos por la ceremonia de los exámenes de los lamas. Cnsphoto
Lhasa hoy en día
La fácil comunicación ha creado condiciones favorables para el desarrollo urbano de Lhasa.
Según los registros documentales de 1950, en esa época la ciudad tenía una zona urbana menor a 3 km2 y con 30.000 habitantes. No tenía equipamientos para el suministro de agua ni sistema de alcantarillado. Todos los caminos eran de tierra. Cada mañana las muchachas tibetanas, con cubetas de madera, iban en multitud a buscar agua al pie de la Montaña del Rey de la Medicina o al río Lhasa, una escena que dejaba una profunda impresión en los foráneos.
A fines de 2012 arrancó el proyecto de protección de la vieja zona urbana, con un presupuesto de inversión de alrededor de 1500 millones de yuanes. Medio año después, se ampliaron las calles alrededor del Templo Jokhang, se construyó el mercado de la calle Barkhor y se mejoró la infraestructura municipal.
La zona urbana de la ciudad ha crecido más de 20 veces; incluso, se ha extendido hasta el otro lado del río Lhasa. El área de la otra orilla se convirtió en la segunda zona administrativa de Lhasa. Cerca de 100 posadas y restaurantes se distribuyen a orillas del río, los cuales también sirven de escenario natural para la puesta en escena de la obra teatral La princesa Wencheng, que debutó en agosto de 2013 y se ha convertido ya en el espectáculo más representativo de la ciudad.
En la Lhasa de hoy, uno se puede encontrar con cualquier elemento moderno que existe en cualquier otra ciudad grande del mundo, como edificios altos, parques, hoteles, centros comerciales y tiendas de lujo. Es fácil que su fisonomía próspera haga olvidar a los visitantes su ubicación real en la meseta nevada, sobre todo por la popularización de teléfonos celulares y los servicios de Internet, que han unido al Tíbet con el resto del país.
Montaña del Rey de la Medicina:
Se encuentra al suroeste del Palacio Potala, casi pegada a la Montaña Roja, donde se ubica el palacio. Se trata de un monte sagrado del Tíbet porque una gruta en la cima de la colina es considerada el lugar de origen de la medicina tibetana y en la que han habitado los lamas médicos de generación en generación. En el este del monte hay un templo ubicado en las grutas que tiene más de mil años de historia, pero se mantiene en su estado original y en buenas condiciones. En las paredes de las grutas se han grabado y colocado figuritas de budas y personajes históricos, como Songtsen Gampo y la princesa Wencheng.
Mural pintado sobre rocas al pie de la Montaña del Rey de la Medicina.
Templo Jokhang:
El templo se construyó en la época más próspera del reino Tubo y es la obra arquitectónica más antigua con estructura de tierra y madera en el Tíbet. Se ubica en el centro de la zona vieja de Lhasa y mantiene una posición superior en la creencia del budismo tibetano. Lo que distingue a Lhasa como tierra santa se atribuye en gran parte a la existencia del templo. Después de que terminaron las primeras construcciones, se necesitaron varios siglos para su ampliación y modificación hasta alcanzar su actual fisonomía. Combina estilos arquitectónicos del reino Tubo, de la dinastía Tang, de Nepal y de la India. Su construcción se ha convertido en emblema de la arquitectura tibetana durante más de mil años. En el año 2000, el Templo Jokhang y el Palacio Potala fueron incluidos en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco.
Esquina del Templo Jokhang.
Recomendaciones
para viajar al Tíbet:
Debido a la altitud elevada de la meseta, los viajeros pueden tener mal de altura o soroche. Por eso, se deben hacer los preparativos necesarios. A los pacientes con enfermedades cardíacas, hematológicas y respiratorias, con epilepsia, fuerte gripe y otras indisposiciones, no les conviene viajar a la región.
Para entrar al Tíbet, los ciudadanos extranjeros tienen que conseguir el Permiso Especial de Viaje Turístico para Extranjeros, emitido por la Administración de Turismo de la Región Autónoma del Tíbet (TTB, siglas en inglés).
Se deben respetar las costumbres religiosas locales. Por ejemplo, no se deben girar los cilindros búdicos en dirección contraria a la del reloj, ni tocar la coronilla de la cabeza de los demás. En los templos no se debe fumar, tocar las estatuas de los budas, hojear los sutras, tocar campanas o tambores, sentarse en los asientos para los budas vivientes, hablar en voz alta o tomar fotos.
Cuando en medio del camino uno se encuentre con los templos, pilas de piedras Mani, pagodas, u otras instalaciones religiosas, hay que dar un rodeo de izquierda a derecha. No pasar por encima de los objetos religiosos o de braseros de fuego.