Tecnología e ingeniería de vanguardia
LA NASA anunció el pasado mes de julio que había descubierto un planeta de tamaño similar al de la Tierra y que además orbita alrededor de una estrella parecida al Sol. Eso significa que, potencialmente, podría tener agua en estado líquido, con todo lo que eso implica. El problema radica en que ese planeta, bautizado como Kepler 452-b, se encuentra en la constelación Cygnus, situada a 1.400 años luz, por lo que confirmar si alberga vida parece una quimera.
Sin embargo, tal vez solo lo parezca. Lo sabremos dentro de pocos meses, cuando China termine y ponga en funcionamiento el mayor radiotelescopio jamás construido. Se llama FAST, acrónimo en inglés de Telescopio de Apertura Esférica de 500 metros, aunque en China ya se lo conoce como Sky Eye (Ojo en el cielo). Un ojo que ocupa una superficie equivalente a treinta campos de fútbol, casi el doble que el mayor radiotelescopio actualmente en uso y que Estados Unidos construyó en Arecibo, Puerto Rico.
China ha invertido cientos de millones de dólares en la construcción del FAST y casi quince años solamente en decidir su ubicación: está en la depresión Dawodang, en la provincia meridional de Guizhou, una zona ideal gracias a su escasa población y a la ausencia de contaminación radioeléctrica. De este gigantesco radiotelescopio, formado por 4.450 paneles triangulares, se esperan muchas cosas.
“Nos ayudará a buscar vida inteligente fuera de nuestra galaxia y a explorar los orígenes del universo”, dijo recientemente Wu Xiangping, director de la Sociedad Astronómica de China. Para explicar las posibilidades del FAST a los profanos, Nan Rendong, científico jefe del proyecto, recurrió a un símil: “El telescopio es como un oído muy sensible, capaz de diferenciar los mensajes significativos del resto del ruido del universo. Sería como identificar el canto de las cigarras en medio de la tormenta”.
China ha vuelto a asombrar al mundo con este proyecto vanguardista de enormes posibilidades aún por descubrir con el que ratifica su apuesta por la investigación astronómica, demuestra su músculo financiero y expone la capacidad de sus mentes más lúcidas para acometer desafíos mayúsculos, varios de los cuales han sido completados en lo que llevamos de siglo XXI.
Ferrocarril Qinghai-Tíbet, el “Tren del techo del mundo”.
Infraestructuras asombrosas
En 2006, China inauguró el que se conoce popularmente como el “Tren del techo del mundo”, un tramo de vía férrea que conecta Lhasa, capital de Tíbet, con la ciudad de Golmud, en la meseta de Qinghai. Desde entonces, es posible recorrer los 4.000 km que separan Beijing y Lhasa en 48 horas y sin bajar del tren.
Se trata de un gran logro, alumbrado por un proyecto de ingeniería extremadamente complejo que obligó a tender la vía sobre un terreno helado, sísmico e irregular en el que hubo que construir puentes y túneles con riesgos de aludes. El 80 % de los 1.142 kilómetros de vía transitan por encima de los 4.000 metros, con un tramo a más de 5.000 en el Paso de Tanggula, una de las barreras naturales que abrazan Tíbet y hacen de él uno de los territorios más inexpugnables de la Tierra.
Así que se trata de la vía más elevada del planeta, más que la estación de Galera, el punto más alto del ferrocarril andino que conecta Lima y Huancayo, en Perú. Fueron necesarios cien mil operarios trabajando durante cinco años a temperaturas inferiores a 40 grados bajo cero, con vientos huracanados y muy poco oxígeno para concluir un proyecto tan arriesgado como sofisticado que costó 3.700 millones de dólares.
La presa de las tres gargantas
Se concluyó definitivamente en 2010 y es la muestra perfecta del pertinaz empeño del hombre por someter a la Naturaleza. Se trata del más faraónico proyecto que haya completado China desde la conclusión de la Gran Muralla. Un inmenso cepo artificial construido para domar los caprichos del legendario río Yangtsé, el tercero más largo del planeta.
Fueron necesarios quince años de obras, 250.000 trabajadores y decenas de miles de millones de dólares para completar una mastodóntica pared de cemento de 2.309 metros de longitud de coronación y 183 de altura sobre el cimiento, que estrangula el río a su paso por la localidad de Yichang, provincia de Hubei.
Con su construcción, China ha logrado regular las violentas crecidas periódicas del Yangtsé y generar una energía limpia de 85.000 millones de kilovatios hora al año, lo que cubre un diez por ciento de la demanda de energía eléctrica del país. Además, al hacer más transitable este río de más de 6.000 kilómetros, ha inyectado vida económica a la zona al multiplicar por cinco su capacidad de transporte fluvial y reducir sus costes en casi un 40 %.
La presa de Las Tres Gargantas es la mayor planta hidroeléctrica del mundo por delante de la de Itaipú, en el río Paraná, entre Brasil y Paraguay. Tan abrumadora es su presencia que se ha convertido también en uno de los lugares más visitados de China.
26 de noviembre de 2015. FAST, telescopio de apertura esférica de 500 metros, conocido como Sky Eye (Ojo en el cielo), cuya construcción se completará en septiembre. CFP
Puentes
Un año después de que se completase la presa, China inauguró el puente más largo del mundo, que está situado al este de la provincia de Jiangsu y que une las ciudades de Shanghai y Nanjing. El Gran Puente de Danyang-Kunshan mide casi 165 kilómetros, y se necesitaron cuatro años, unos 10.000 trabajadores y miles de millones de dólares para ponerlo en pie.
Dos días después de su inauguración, China presentó otra monumental obra de ingeniería: el puente marítimo más largo del mundo, de 36,48 km. y que está situado en la ciudad oriental de Qingdao. Cuatro años de obras y una inversión de 2.300 millones de dólares fueron necesarios para construirlo.
Actualmente, en China están siete de los diez puentes más largos del mundo, tres de los cuales no tienen competidores más allá de sus fronteras: el Gran Puente Danyang–Kunshan, el Gran Puente de Tianjin, con 113 km, y el Gran Viaducto de Weinan Weihe, que mide 79 km.
Pero no solo en las alturas se han desenvuelto con pericia los ingenieros chinos, sino que también lo han hecho bajo tierra, como demuestra la red de metro de Beijing, la más larga del planeta, pese a que hace una década no tenía más que dos líneas, y que aspira a multiplicar por dos sus kilómetros de vías para 2020. O el gaseoducto más largo del mundo, que traslada gas a lo largo de 8.700 km desde Turkmenistán, en Asia Central, hasta el este de China.
En las últimas décadas, China ha alimentado parcialmente su crecimiento económico a base de grandes inversiones en infraestructuras. Los resultados, a la vista están, han situado al país en la vanguardia de la innovación tecnológica y lo han convertido en una gran potencia ingeniera mundial.