Wang Lei: “Ninguna cumbre vale una vida”
DESDE que en 1953 el neozelandés Edmund Hillary alcanzase por primera vez el último metro de los 8848 que mide el Everest, muchos otros han tratado de seguir sus pasos. Son incontables los alpinistas que desistieron por el camino; más de 200 murieron en el intento y sólo unos 4000 consiguieron hacer cima en el techo del mundo y regresar a salvo a casa. Una de ellos es Wang Lei, la primera china y una de las diez primeras personas del planeta en coronar “las siete cumbres” y esquiar por ambos polos.
Wang Lei, antes de afrontar la ascensión del Everest en 2010.
2015 fue el primero año desde 1974 en que ni un solo alpinista hizo cumbre en el Everest. La ausencia de expediciones estuvo relacionada con el terremoto que el pasado abril devastó Nepal y que dejó casi 9000 víctimas mortales. Veinte eran alpinistas, sepultadas bajo el hielo del Everest a causa de un alud causado por el seísmo y que vinieron a sumarse a los 16 montañeros que perdieron la vida en la misma montaña en 2014.
2015 fue también el año en que se estrenó Everest, película basada en el libro Mal de altura, del periodista Jon Krakauer, que narra la fallida expedición a la cumbre que en 1996 se cobró la vida de otras ocho personas. En la película, el actor que interpreta a Krakauer pregunta a los aventureros por qué. ¿Por qué esa necesidad casi enfermiza de alcanzar la cima, aún sabiendo que puede ser lo último que hagan? “Porque está ahí”, responden entre carcajadas los alpinistas. Se trata de la respuesta más famosa de la historia del alpinismo, y se la dio en 1923 George Mallory a otro periodista ante idéntica pregunta, seguramente consciente de que no hay forma de explicar a un profano qué mueve a los alpinistas a jugarse el pellejo de ese modo.
“Es que es una pregunta muy complicada”, coincide Wang Lei, que hizo cumbre en esa misma montaña el 24 de mayo de 2010. “La mayoría la asciende por un sueño, fundamentalmente por un sueño personal. Yo no creo que ninguna cumbre merezca que nadie sacrifique su vida por ella, pero la gente toma decisiones equivocadas bajo condiciones extremas”.
Tal vez, también Wang Lei tenga problemas para explicar qué la mueve a ella a hacer lo que hacen, pero sí sabe qué es imprescindible para cualquier alpinista saber: “Ante todo, quien quiera conquistar una montaña, va a fracasar. Conquistar es una palabra irrespetuosa con la naturaleza, prohibida en el diccionario del montañismo. Lo primero que necesitas es conocerte en profundidad a ti mismo. Entender por qué quieres hacerlo”, explica.
Wang Lei caminando por la nieve del Vinson, en la Antártida. Fotos cortesía de Wang Lei
Hasta que se apuntó a un viaje a Ecuador como estudiante en la Universidad de Wharton, en Pensilvania, EE.UU., la loma más alta que había ascendido Wang Lei eran los 500 metros de las Colinas Fragantes (Xiangshan), en las afueras de Beijing. No sabía siquiera qué era un crampón o una polaina. Y, sin embargo, no dudó en embarcarse con sus compañeros en la ascensión de los 5897 metros del Cotopaxi, el volcán más alto del mundo. Y tuvo éxito.
A partir de entonces, y en sólo siete años, coronó sucesivamente las siete cumbres más altas del planeta. Entre medias, se paseó en esquís por el Polo Norte y el Polo Sur. Y si ella pudo, asegura, cualquiera puede.
“Yo soy como cualquier otro, físicamente como la media. Pero habiendo pasado por muchas cosas, tengo confianza y sé que siempre me levanto tras una caída, así que no temo abordar nuevos retos. No me importa si hay otros más listos o más fuertes, todo lo que necesito es trabajar duro”, explica Wang Lei.
Sin embargo, hace falta algo más que testarudez y conocimiento interior para jugarte con éxito la vida a temperaturas tan bajas que mantienen durante décadas congelados e intactos los cadáveres de alpinistas con menos suerte. Hace falta, como ella misma explica en su libro Wo Xing (我行), aún inédito en español, mucho, pero que mucho entrenamiento.
“Físicamente, tienes que estar tan en forma como sea posible. También necesitas ser todo lo diestro que puedas en asuntos técnicos, como escalada en roca y hielo, rescate, supervivencia… Pero lo más importante es el entrenamiento mental. Tienes que estar preparado para seguir, solo, cuando ni siquiera puedes ver la meta ni sabes qué pasará mañana.”, asegura.
El viaje
No es difícil sentir envidia sana de ese puñado de privilegiados que han podido contemplar el mundo desde su punto más alto. Sin embargo, como explica Wang Lei, estaríamos cometiendo un error.
“Siempre que he hecho cumbre, en lo único que pienso es en prepararme para descender y en asegurarme de regresar a salvo. De hecho, no vi mucho paisaje cuando hice cumbres. La mayoría de las veces había tormenta y no vi nada. Pero eso no importa. No fui tan lejos sólo para ver el paisaje. Es el viaje lo que importa. El aprendizaje sucede en el viaje, no en la cumbre. Y el viaje no empieza al pie de la montaña, sino que sucede a lo largo de días y noches durante años. Ahí es cuando yo aprendí más”.
¿Y qué fue lo que aprendió Wang Lei? “Pues aprendí a escuchar con más atención a mi corazón. A ser auténtica. A vivir la vida como yo quiero. A no dejarme influir por los juicios o las expectativas de los demás”.
Desde que Wang Lei completó su reto dedica su tiempo a dar charlas de motivación allí donde la requieran, tanto en chino como en inglés. “Ayudo a los profesionales a encontrar su pasión, les aliento para que vivan una vida en la que maximicen su potencial. Les digo que escuchen a su corazón, que sean auténticos y que afronten con la actitud correcta el éxito y el fracaso”.
Entretanto, está escribiendo un nuevo libro, esta vez en inglés, que verá la luz este mismo año y donde explica con detalle a quien lo quiera leer todo lo que ha aprendido en estos años de aventuras, entre otras cosas que, como dijo Mallory, al Everest se sube “porque está ahí”.