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2017-March-16 10:06

Un brasileño en la histórica Xi’an

El autor.

 

Por ALDRIN R. SPECK

 

Vivo en China desde 2010, año en el que llegué para trabajar como asistente de importaciones en la empresa DAVINCI CHINA, propiedad del comerciante chino e importante líder del movimiento esperantista de Xi’an, Wang Tianyi (Chielismo). Fui invitado por mi amigo Silvio Kniess Mates, otro eminente esperantista brasileño, para ejercer como traductor/intérprete e inspector de calidad en la entonces reciente filial china. La compañía opera en el área de comercio exterior, importando y exportando diversos productos entre China, Brasil y Angola.

 

Cuando vine a China no sabía mucho de este gran país. Mis conocimientos se resumían en unas viejas ediciones de la revista esperantista El Popola Cinio, películas de Bruce Lee y un libro del periodista brasileño Henrique de Souza Filho, más conocido como Henfil, escrito después del viaje que hiciera por China en 1977 (poco después de la muerte de Mao Zedong) y en el que describe a un país que comenzaba a recuperarse de la Revolución Cultural. Toda la gente vestía uniforme y el medio de transporte era la omnipresente bicicleta.

 

Esa era la imagen que yo tenía de China: un país aislado, peculiar y un tanto extraño (para un extranjero y occidental). Sin embargo, cuando llegué en 2010 me encontré con una China totalmente transformada y muy alejada de los estereotipos que suelen usar las personas poco informadas o desactualizadas.

 

Descubrí un país nuevo, vibrante, despierto de un sueño secular, joven, con energía renovada y mirando a un futuro que llega cada vez más rápido, más inesperado.

 

Todos me dicen que China es una civilización de 5000 años, pero los edificios de las ciudades son todos nuevos, la mayoría con menos de 50 años. China es un nuevo país con una historia milenaria. ¡Qué interesante combinación!

 

Una nueva vida

 

Mis primeros meses fueron difíciles. Me tuve que adaptar a una nueva vida, a una comida distinta, a hábitos diferentes, y a un nuevo trabajo y cargo en la empresa.

 

El cambio de clima fue particularmente fuerte. Nací y crecí en la costa sur de Brasil, con veranos e inviernos templados, aire húmedo, lluvias abundantes durante todo el año, temperaturas que oscilan entre los 30 grados (en verano) y los 10 grados (en invierno). En Xi'an el clima es muy seco y el rango de temperatura es de 40 grados (¡35 grados en verano y -5 en invierno!).

 

Tardé un año en acostumbrarme a los nuevos ciclos de la naturaleza. No obstante, la regularidad exacta y la previsibilidad de las estaciones (invierno, primavera, otoño y verano), muy bien definidas y estables, han sido una ventaja. A diferencia de mi ciudad, Florianópolis, donde a veces las cuatro estaciones ocurren durante la misma semana (¡o día!), en Xi'an el clima nunca llega con sorpresas.

 

Además, la comida en Xi'an, que normalmente se prepara con una gran cantidad de pimienta y especias fuertes, es muy diferente a la del sur de Brasil. Al no estar acostumbrado, suelo pedir comida “bu la de” (no picante). A pesar de ello, en Xi'an he comido algunas de las más exquisitas pastas de toda mi vida. Hay muchos tipos diferentes de pastas y espaguetis, por lo general hechas a mano, como los Lanzhou lamian, fideos típicos de la ciudad de Lanzhou; el roujiamo, sándwich legítimamente chino; y el paomo, sopa con pan y carne picada de oveja. La comida de la ciudad te hace verdaderamente engordar y he ganado algunos kilos de más.

 

El autor del artículo y algunos amigos chinos.

 

Por toda China

 

Durante los dos primeros años, debido a mi trabajo, pude viajar mucho a través de China. Visité muchas ciudades, sobre todo en las provincias costeras del este, donde se concentran las industrias de exportación, que son el foco de nuestro negocio en China.

 

Los viajes en tren fueron una experiencia única, algo nuevo para mí, pues en Brasil los ferrocarriles son pocos y, por lo general, se emplean únicamente para el transporte de materias primas de exportación, como el mineral de hierro. El transporte de pasajeros, que antes existía en Brasil, desapareció y fue sustituido por carros y autobuses, para distancias cortas y medias, y aviones, para distancias largas.

 

Una vez, un brasileño que suele viajar en tren en China comentó que su abuela, de joven, tomaba mucho el tren en Brasil. Para muchos brasileños de mediana edad, el tren es una nostalgia de un pasado que quedó atrás. Muchos consideran que el ferrocarril es una “cosa antigua”, una tecnología obsoleta, lo cual es totalmente erróneo. Los trenes de alta velocidad en Europa, Japón y China son los medios más sofisticados y eficientes de transporte en todo el mundo, lo que permite el desplazamiento de grandes masas de pasajeros de forma segura y rápida. Comparado con el avión, el tren de alta velocidad tiene la ventaja de que no se necesita un check in anticipado. Además, a diferencia de los aeropuertos, por lo general las estaciones de tren se encuentran en los centros urbanos y no en las afueras de las ciudades, lo que supone un valioso tiempo de desplazamiento.

 

En el mundo de los negocios también he notado una gran diferencia cultural. En Brasil (y en general en Occidente), los negocios van primero. Como dice el refrán: “Amigos, amigos, y negocios aparte”; es decir, solo después de finalizar una transacción (compra, venta, etc.) los socios comerciales establecen lazos de amistad.

 

Por el contrario, en China, antes de realizar cualquier operación, es necesario primero establecer confianza entre las partes, lo que solo se logra después de una cena acompañada de mucho baijiu, una especie de aguardiente chino. Es allí cuando se hacen preguntas muy personales: ¿estás casado?, ¿tienes hijos?, ¿cuántos tienes? Solo después de que ambas partes se conozcan mejor y establezcan una base de confianza, se puede cerrar el trato. Sin confianza mutua es difícil establecer relaciones comerciales a largo plazo, especialmente en el campo del comercio exterior.

 

También existen diferencias de percepción en cuanto a la magnitud de las transacciones. Cuando los brasileños y los chinos discuten pedidos de productos (de exportación a Brasil, por ejemplo), con el fin de obtener un descuento en el precio de la mercancía, el brasileño dirá que se trata de un “pedido grande”. Mientras que para los chinos un “pedido grande” significa 100 contenedores (25 toneladas de capacidad por unidad), para los brasileños, limitados por la magnitud de su mercado y con una población mucho menor, cinco contenedores ya son un “negocio grande”. Esto puede provocar malentendidos y frustraciones para cualquiera de las partes. Al lidiar en el mercado chino se recomienda adaptarse a las expectativas de la parte china a un nivel más realista, dado que esta está acostumbrada a un gran volumen de producción y ventas. Así se podrá evitar cualquier malentendido en la relación comercial.

 

A pesar de todo, de las grandes diferencias que nos separan cultural y económicamente, China y Brasil son socios naturales con economías que se complementan en una relación “ganar-ganar”, destinada a perdurar. Por lo pronto, yo seguiré viviendo y aprendiendo aquí, en el “país del centro”, quizá por muchos años más.

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