Por WANG QI
Protección de la fauna salvaje en Centroamérica
EN el año 2011, yo era un estudiante de doctorado de biología en una universidad de Texas, EE.UU. Mis estudios se centraban en los monos del África tropical, aunque nunca los había visto sobre el terreno, lo que me causaba tristeza dado lo mucho que me gustan los animales salvajes. Así que, cierto día, me pregunté: ¿por qué no me adentro en la selva en lugar de sentarme todos los días frente a una computadora y unas probetas? Finalmente, abandoné la universidad y me fui en coche a México. Empecé un periodo de tres años dedicado a la protección de la fauna salvaje en América Central.
Comencé como voluntario primero, y después como trabajador, en organizaciones internacionales dedicadas a la protección de los animales salvajes. Hice uso de mis conocimientos en la playa de México, en la selva tropical de Guatemala, en las zonas pantanosas de Honduras… Actualmente, ya de regreso a mi patria, trabajo con las organizaciones nacionales dedicadas a la conservación de especies como el oso panda o el mono dorado en las provincias de Sichuan y Gansu.

Turistas depositan las crías de tortugas en el mar de México.
Preservar las tortugas marinas en México
En México me alojé en la aldea pesquera de La Vantalilla, en el Estado de Oaxaca. Cada año, más de 50 mil tortugas marinas desovan en esta playa de 17 millas de largo, el principal lugar de desove de todo México.
En la tranquilidad de la noche, vi una tortuga marina subir a la arena de la playa. Con sus patas traseras cavó un agujero. Luego desovó, y cinco minutos después estaba rellenando el agujero de arena con los huevos dentro. Veinte minutos más tarde, emprendió el regreso al mar.
El siguiente paso fue encontrar el lugar donde había desovado la tortuga y excavar con las manos. Los huevos estaban a un brazo de profundidad. Con mucho cuidado, sacamos los huevos y los guardamos ordenadamente en los termos que llevábamos.
Después, llevamos los huevos al criadero especial de La Vantalilla y los volvimos a enterrar en arena para evitar que los robasen. En esta localidad, los huevos de las tortugas marinas son una comida tradicional. Antes de que existiese el criadero, la gente se comía el 99 por ciento de los huevos que ponían las tortugas, cifra que ahora es inferior al 5 por ciento.
Unos 55 días después, decenas de crías de tortuga asomaron de la arena. Los pescadores de La Vantalilla invitaron a los turistas a depositar las crías de tortuga en el mar a cambio de 50 pesos por cada una.

El autor en la selva de Honduras para instalar una cámara de infrarrojos.
Proteger guacamayas en Guatemala
En esta ocasión, yo trabajaba con Wildlife Conservation Society en la selva del norte de Guatemala en la protección de las guacamayas locales.
La guacamaya es el pájaro más popular de la América tropical. Mide 85 cm de la cabeza a la cola, y su plumaje es una combinación de tres colores: rojo, amarillo y azul. Actualmente, en Centroamérica viven menos de mil ejemplares, por lo que se trata de una especie en peligro de extinción.
Lo que nosotros hacíamos era cuidar los nidos y tratar de aumentar el número de ejemplares de manera artificial. Nos internábamos en la selva y durante diez días caminábamos largas distancias para examinar árboles llamados cantemu, en cuyas copas construyen las guacamayas sus nidos.
Tras un largo periodo de observación dimos con la solución. Sabemos que una guacamaya hembra en su hábitat natural pone cada dos años entre uno y tres huevos, y que una pareja adulta de guacamayas sólo puede atender dos crías. Es decir, que cuando la hembra pone tres huevos, la última cría en salir, por su menor tamaño, no podrá competir con sus hermanos por los alimentos y se irá debilitando hasta morir.
Lo que debíamos hacer era subir hasta la copa de los cantemu y si encontrábamos tres huevos en el nido sacar uno y llevarlo al laboratorio. Allí reproducíamos artificialmente un ambiente idéntico al del exterior. Una vez salían de la cáscara, alimentábamos a las crías. Cuando cumplían tres meses, las devolvíamos a su nido.

Guacamayas de 11 semanas. Fotos cortesía del autor
Protección de jaguares en Honduras
En el Parque Nacional Jeanette Kawas, a la orilla del mar Caribe en Honduras, yo colaboraba con Panthera Foundation en la búsqueda de jaguares. Se trata de un gran pantano natural rodeado de manglares por todas partes salvo en un lado, justo frente al mar. En ese espacio tan cerrado vivían seis jaguares salvajes. Nuestro trabajo era observarlos y buscar la forma de que viviesen mejor.
Los jaguares en el Jeanette Kawas eran los más débiles de cuantos conocíamos. Según los cálculos estándar, el alimento que una superficie como la que habitaban podía proporcionar sólo era suficiente para la supervivencia de tres ejemplares. Los jaguares se alimentan de animales de tamaño medio y grande, pero al no haber para todos, no tenían otro remedio que buscar armadillos y agutíes, cuyo tamaño es relativamente pequeño.
Mi trabajo consistía en buscar señales de los jaguares: huellas, excrementos, árboles que hubiesen rasgado con las zarpas… Cuando las encontrábamos instalábamos cámaras de infrarrojos. Las baterías de estas cámaras les daban una autonomía de dos meses. Cuando un animal grande pasaba por delante de la cámara, ésta tomaba fotos. Gracias a las fotos que tomaban estas cámaras podíamos ver a los flacos y débiles jaguares sentados en la playa esperando la llegada de peces muertos arrastrados por la marea, o acercándose a las autopistas e intentando cruzarlas. Todos estos datos traen esperanza para los jaguares hambrientos.