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2015-October-27 15:51

Lecciones de una familia tibetana

Por ZHANG XIAO

Hacer amigos en China

COMO a muchos jóvenes, a la tibetana Tashi Bazon, de 32 años, le gusta publicar sus anécdotas en WeChat, la aplicación china de mensajería instantánea. Tashi ha comenzado a aficionarse a la fotografía y ha puesto su mirada en su gran familia, en la que conviven tres generaciones.

Años de sacrificio y recompensa

La familia de Tashi se compone de 16 miembros, quienes viven en Lhasa, la capital de la región autónoma del Tíbet. Los seis hermanos de esta familia decidieron no abandonar el hogar después de casarse, pues para ellos vivir y comer juntos a diario es algo sencillamente imprescindible. Cuando caen las fiestas, todos celebran el linka (traducido como “jardín” y que es una excursión campestre), para lo cual tienen la costumbre de ir a un hermoso lugar al que llevan deliciosos platillos, todo bajo un ambiente en el que reina la armonía.

La base de esta familia son los padres de Tashi (quien nació en la pequeña aldea cercana de Qamdo). De hecho, su familia pasó por muchos apuros. “Solo cultivábamos qingke (un tipo de cereal) y patata, con los que apenas cubríamos nuestras necesidades. Por ello, mi padre decidió hacer negocios fuera del pueblo”, dice A Lang, hermano mayor de Tashi.

En la década de 1970, cuando el Gobierno emprendió la política agraria de “distribución de la tierra a cada familia”, los vientos de la Reforma y Apertura soplaban en esta meseta cubierta de nieve. Con el fin de mejorar la situación de la familia, el padre de Tashi comenzó en el negocio de cordyceps chinos, de granos de Dzi, de madera, entre otros productos. Sus esfuerzos no fueron en vano: la familia ya no solo consumía tsampa (harina de cebada) o mantequilla, sino también arroz refinado y harina de trigo. Durante la fiesta Losar (el Año Nuevo Tibetano), los chicos vestían zapatos de cuero. La familia de Tashi se volvió una de las más pudientes de la aldea.

Hoy el padre de Tashi tiene 74 años. Ya jubilado, pasa una vida muy cómoda. Su rica experiencia por tantos lugares le ha dado sabiduría y lo ha vuelto muy previsor. Esas cualidades no solo se reflejan en la capacidad que tuvo para sacar adelante a su familia, sino también en la educación que les dio a sus hijos.

Los hermanos mayores de Tashi fueron enviados a una tradicional escuela privada, dirigida por un anciano de grandes virtudes y prestigio. Allá aprendieron la lengua tibetana, a través de sutras budistas. Tashi y sus hermanos menores fueron a Lhasa también por una mejor educación.

Los hijos no defraudaron a sus padres. Tashi y su hermano menor son ya policías, mientras que su hermana menor acaba de graduarse de la Universidad de Lengua y Cultura de Beijing. Sus tres hermanos mayores (un hombre y dos mujeres) han seguido la huella del padre y se dedican al comercio. A Lang, hermano mayor de Tashi, tiene muy presente el consejo de su padre: “No hagas negocios ilegales que afecten al país, que vayan en contra de la creencia de la etnia ni que signifiquen matar reses, aves u otros animales o que perjudiquen el interés de los demás”. Según su punto de vista, no son solo principios para el campo de los negocios, sino también para ser una persona de bien.

Los padres encarnan la armonía de esta gran familia. Su larga experiencia de vida les permite valorar la importancia de la unión familiar. Durante el día cada uno está ocupado en sus quehaceres, pero de noche todos se reúnen, incluido el hermano mayor A Lang, de 45 años, quien vuelve a casa antes de las diez de la noche para no preocupar a sus padres. “Mis hermanos raras veces no comen en casa, salvo cuando tienen que trabajar fuera. Si yo regreso tarde a casa, mi hermano mayor no cesa de llamarme, pues se preocupa por mi seguridad”, dice Tashi. Un hábito familiar que muy poco se ve en las ciudades.

La caracola de la suerte

A Lang comenzó a los 18 años a seguir los pasos de su padre, y ya en la década de 1990 emprendió sus propios negocios. Sin embargo, A Lang no ha dejado de adecuar su visión para los negocios de acuerdo con el constante cambio de gustos y necesidades en los consumidores.

En los años 90, la familia de Tashi adquirió un terreno al lado del río Nyangchu, en la ciudad de Nyingchi, donde construyó un hostal. Con el desarrollo del turismo, Nyingchi –llama-da la pequeña “Jiangnan del Tíbet” (Jiangnan es una zona al sur del río Yangtsé)– viene acogiendo cada día a más turistas. En 2012, A Lang decidió renovar el hostal. Dos años después, este se había convertido en un gran hotel con más de 90 habitaciones, más de 30 empleados y que ofrecía otros servicios, como restaurante y casa de té.

El manejo del hotel le demanda toda su atención y ha debido tomar decisiones importantes, por ejemplo, en cuanto a la decoración. De hecho, durante mucho tiempo anduvo indeciso respecto a cómo cambiarla. Darle un estilo moderno podría haberle hecho perder su esencia, pero, por otra parte, la madera de estilo tibetano no se caracteriza por su larga duración ni ofrecía mucha comodidad a los clientes. A Lang y su hermano menor recorrieron muchos lugares para informarse bien y, finalmente, decidieron darle al hotel un estilo mixto de modernidad y tradición tibetana.

A Lang nos contó cómo así surgió el nombre del hotel. Toda la familia quería que el que se eligiera fuera recordado por su significado, por lo que pasaron un largo tiempo sin ponerse de acuerdo. Un día, cuando A Lang regresaba de Lhasa a Nyingchi, se encontró con una tienda en la que le llamó la atención una pequeña piedra en forma de caracola, la cual compró. La caracola blanca es uno de los asta mangala (ocho signos auspiciosos) del budismo tibetano. Cuando Buda predicaba el budismo, su voz se transmitía por todo el mundo, como cuando el sonido va por la caracola. Por ello se toca la caracola en las fiestas budistas. Toda la familia estuvo de acuerdo con ponerle “Caracola” al hotel. Además, la caracola blanca significa también la pureza del alma, por lo que representaba muy bien el deseo de que los clientes pasaran una feliz estadía.

El hotel Caracola ya tiene un año de funcionamiento. Si bien A Lang se encarga de la mayoría de los asuntos, todos en la familia colaboran. “Mi hermano menor y yo ayudamos en nuestras vacaciones. Mi hermana menor se acaba de graduar de la universidad, pero mientras busca trabajo, ayuda en el hotel. Tenemos pocos días libres”, menciona Tashi con una sonrisa.

Nyingchi es la ciudad preferida por los turistas. La ardua competencia del mercado, su poco tiempo de funcionamiento y su falta de promoción generan una gran presión en el hotel. De todos modos, A Lang sigue siendo muy optimista. “Estoy convencido de que vendrán cada vez más turistas y de que el mercado será cada vez mayor”.

La nueva generación

“Nos proyectamos al resto de China”, es el plan de A Lang, quien cree en el inmenso mercado del interior del país y quien espera que este tipo de hoteles, de características tradicionales, se abran por toda la nación. Sin embargo, el primer paso de su inversión –como hicieron sus padres con él– es la educación de sus hijos.

Gunsang, el hijo mayor de A Lang, ha sido un muy buen estudiante desde pequeño. Pasó el examen de acceso a la escuela secundaria de primer ciclo en Shanghai y el examen para la escuela secundaria de segundo ciclo en Zhejiang. Hoy es estudiante de primer grado de la Facultad de Ingeniería Ambiental de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Beijing.

“Cuando estaba en la preparatoria de la escuela secundaria de primer ciclo extrañaba mucho mi hogar. Pero me adapté y ahora me parece muy beneficioso estudiar en otro lugar. Cuando entré en la universidad, tanto la gente como el ambiente fueron verdaderos desafíos para mí. El Tíbet es mi pueblo natal y lo extraño mucho, pero el interior del país amplió mis horizontes”, indica Gunsang.

Desde la antigüedad existe la palabra “herencia”. La familia de Tashi lleva en su sello el paso del tiempo. La de Tashi es también la historia de muchas familias del Tíbet.

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