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2013-March-27 14:44

El cloisonné, una joya del arte chino

Por LUO YAO y MICHAEL ZARATE

SE trata de una antigua y exquisita técnica de orfebrería para decorar objetos trabajados en metal. Su origen se encuentra muy probablemente en el Medio Oriente, pero fue en China donde alcanzó un brillo indiscutible y hoy es conocida en todo el mundo, donde no se escatima dinero para adquirir las piezas. En este arte sobresale el trabajo de Jin Yutian, uno de los maestros del cloisonné chino. Conozcamos un poco más de él.

En China el arte del cloisonné lleva el nombre de jingtailan, y no es por gusto. En primer lugar, el término hace referencia al emperador Jingtai, de la dinastía Ming, durante cuyo reinado (1450-1456) se elaboraron las piezas de más alto valor. En segundo lugar, la palabra lan en chino significa “azul”, y tiene sentido pues en muchos objetos de cloisonné este es el color predominante.

Una trabajadora del taller de Jin Yutian.
 

Indudablemente, la técnica del cloisonné estuvo estrechamente vinculada con la Corte Imperial desde su llegada a China, presumiblemente allá por el siglo XIV. Las más antiguas piezas encontradas datan del reinado del emperador Xuande (1425-1435) y se dice que el famoso emperador Kangxi tenía un taller de cloisonné en medio de numerosas fábricas imperiales. Los objetos de cloisonné llegaron a ser un artículo comercial en la histórica Ruta de la Seda y, ya en tiempos modernos, obtuvieron el primer premio en la Expo Universal de Chicago de 1893 y en la de Panamá de 1915.

La base del cloisonné, o arte del esmaltado, es de cobre. Sobre ella se sueldan finos alambres con los que se va moldando el dibujo deseado. Las divisiones que van formándose son rellenadas con esmalte. Una vez cocida la pieza (a temperaturas que llegan a 1200 ºC), esta se pule y las partes metálicas visibles son bañadas en oro. El brillo del metal y el color del esmalte se combinan perfectamente. Es un proceso de múltiples pasos empleado en la producción de joyas, vasos, jarrones y otros objetos decorativos, en el cual entran a tallar técnicas tradicionales como el dibujo a mano, la escultura y el grabado. Por ello, es considerado un compendio de la artesanía china.

El arte se hereda

El maestro Jin Yutian procede de una familia que lleva al cloisonné en la sangre. Tiene 62 años y su pasión por este arte data de cuando, allá por la década de 1950, observó a su padre impartiendo lecciones a ocho aprendices. “Recuerdo perfectamente que él dibujaba unas flores en un objeto como este”, dice, mientras nos muestra la réplica de una pieza de bronce de la Ciudad Prohibida.

Jin Yutian y su familia con un objeto de cloisonné.
 

Y es que todo queda en familia. Su padre, Jin Shiquan, fue uno de los más notables artesanos del afamado taller Lao Tianli, donde se congregaban los mejores especialistas en cloisonné hasta antes de la fundación de la República Popular China, en 1949. “En aquel entonces, la gente tenía que ganarse la vida y por eso acudía donde mi padre para aprender el oficio”, recuerda Jin Yutian. La fama de su padre es tal en China que la National Publication Foundation editó el año pasado un libro sobre él, por ser uno de los máximos exponentes de este arte tradicional. Más aún, hay una foto de 1979, en la que se le puede apreciar al lado de Deng Xiaoping y Deng Yingchao, la esposa del ex premier Zhou Enlai.

Una de las primeras lecciones que el pequeño Jin Yutian recibió de su padre fue aprender a dibujar en la arena con una rama de árbol. “Las condiciones eran muy duras en aquellos años”, señala. En su casa, muy cerca de la Villa Olímpica de Beijing, hay un hermoso jarrón de cloisonné, réplica de una pieza de la Ciudad Prohibida, de 91 cm de altura y 22 cm de diámetro en su boca. “Si bien en la antigüedad el azul era el color predominante, ahora intentamos ofrecer una mayor variedad. Generalmente, los objetos de cloisonné se venden en parejas y las más baratas suelen estar en 400 yuanes”, asegura.

Un taller en Hebei

Luego de beber té de Taiwan, Jin Yutian nos invitó a visitar su taller, el cual está ubicado en el distrito de Dachang, provincia de Hebei, a menos de una hora de la capital. En el camino, Jin nos cuenta que hasta antes de 1978 el Gobierno Central intervenía en la compra de materiales y en los canales de venta de los artistas del cloisonné. Sin embargo, la política de reforma y apertura al exterior trajo consigo la posibilidad de que los artesanos administraran sus propios negocios, por lo que se vivió una fiebre en la exposición de productos de cloisonné.

Al ingresar a su taller lo primero que se observa es un par de jarrones de bronce púrpuras de más de 2 metros de altura, que están aún a mitad del proceso y que costarán en el mercado unos 300.000 yuanes. Pero eso es solo una pizca de lo que es capaz de hacer este artesano. La obra que más le enorgullece le tomó diez años, entre 1997 y 2007. Se trata de un esmerado mural que mide alrededor de 60m x 18m, el cual hoy adorna todo un templo budista en la isla de Taiwan.

Su taller cuenta hoy con más de veinte empleados, la gran mayoría de más de 40 años. Jin reconoce que es muy difícil conseguir trabajadores jóvenes, pues se requiere de una técnica que solo ofrece la experiencia. Hoy en día, su empresa exporta objetos de cloisonné principalmente a países y regiones como Singapur, Estados Unidos, Hong Kong y Taiwan. El balance del año pasado alcanzó los 4 millones de yuanes en ventas al exterior y 2 millones en el interior del país. Ello se explica porque, según él, “los jarrones de cloisonné son más demandados por las familias occidentales”.

Jin Yutian ha viajado a otros países para difundir el arte del cloisonné chino, entre ellos a Estados Unidos, Singapur e Indonesia, aunque asegura que su visita a Kuwait fue muy estimulante, pues le permitió conocer el gusto diferente de los kuwaitíes, por ejemplo, en el caso de los colores de las piezas de cloisonné. Mientras en China hay una tradicional predilección por el azul, en el país árabe todos los ojos se dirigían hacia el color dorado.

El minucioso trabajo en el cloisonné. Fotos de Dong Ning
 

En el nombre del hijo

Después de apreciar el meticuloso trabajo de Jin, a uno solo le queda preguntar qué necesita una persona para sobresalir en este campo. Jin sostiene que hay tres elementos: debe apasionarle la artesanía, debe tener talento y, finalmente, debe contar con un “corazón apacible”, pues para soldar los finos alambres y cubrir de esmalte la pieza muchas veces se requiere estar, al menos, ocho horas sentado. “Una persona inquieta no podrá hacerlo”, advierte.

Entonces, ¿qué significado tiene el cloisonné para él? “Es una responsabilidad”, responde, y es en ese momento en el que entra a tallar en nuestra conversación la imagen de su padre, quien le dedicó toda su vida a este arte. Jin Yutian lleva ya 49 años en esta disciplina y en su mente siempre rondó la idea de que su destreza se transmita de generación en generación. Afortunadamente, su hijo, Jin Xin, ha heredado esta virtud y hoy ayuda a su padre en las labores de la empresa.

Lo curioso es que, inicialmente, Jin Yutian no estaba muy de acuerdo con enseñarle la técnica del cloisonné a su hijo. “Es un trabajo muy duro y uno tiene que sufrir mucho. Mi padre se convenció de que debía enseñarme cuando vio mi real interés”, explica Jin Xin, cuyo primer contacto con el cloisonné fue a los 7 años. “Hasta hace unos años, yo trabajaba en el área de marketing de una conocida cadena en China que ofrece aparatos electrónicos. Sin embargo, decidí dejarlo todo e involucrarme de lleno en el cloisonné”, añade.

Algunas veces, las historias dentro de las familias se repiten. Jin Xin, la tercera generación de esta familia de artesanos del cloisonné, tiene una pequeña hija de cuatro años. Así que antes de despedirnos, era inevitable formularle la pregunta de rigor: ¿Está dispuesto a enseñarle la técnica a ella? “Solo si mi hija tiene las ganas y la intención. De lo contrario, no”, responde Jin Xin, mientras su padre solo sonríe. La vida es también una gran pieza de bronce que uno va moldeando y pintando, pero con paciencia, perseverancia y talento.

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