El hombre que “transformó” la leucemia
“En realidad, lo que he hecho ha sido solo tratar uno de los tipos de leucemia. Quedan más de 20 tipos por conquistar. Por lo tanto, necesitaría vivir hasta los 200 años para poder tratar más esta enfermedad”, dice sonriendo Wang Zhenyi, miembro de la Academia China de Ingeniería.
La primera niña salvada
En comparación con otros tipos de leucemia, la APL es el más peligroso. Aunque su incidencia es baja, la APL es más aguda y presenta una alta tasa de mortalidad. Generalmente solo toma una semana, o incluso dos o tres días, desde el inicio de la enfermedad hasta la muerte del paciente, lo que no ofrece ninguna oportunidad o tiempo para un adecuado tratamiento. La causa del mal se debe a que los glóbulos blancos, o leucocitos, dejan de “crecer normalmente” provocando hemorragias, fiebre alta, una reducción en las defensas del organismo y, al final, la muerte. La APL ha sido, desde 1978, un objetivo de Wang Zhenyi.
En 1985, una niña de 5 años de edad, paciente de APL, fue llevada al Hospital Infantil de Shanghai desde su casa en la provincia de Zhejiang. Estaba moribunda. En aquella época, Xie Jingxiong, la esposa de Wang Zhenyi, se desempeñaba como asesora médica del departamento de hematología del centro pediátrico del hospital. Al regresar a casa por la noche, discutió sobre el caso con su marido, quien era entonces director de la Escuela de Medicina Nº 2 de Shanghai (actualmente Escuela de Medicina de la Universidad Jiaotong de Shanghai). Tras una noche en vela, Wang Zhenyi tomó una decisión: recetarle a la paciente la medicina oral del ácido transretinoico total (all-trans retinoic acid).
Dicha medicina era utilizada en el tratamiento de enfermedades dermatológicas, pero, tras muchos años de experimentos, el equipo de investigación de Wang Zhenyi había descubierto que, bajo el efecto del ácido transretinoico total, una gran cantidad de células de la APL lograban regenerarse y transformarse en células de desarrollo normal. “Si la niña no tenía esperanzas de vida, ¿por qué no probar esta medicina?”, pensó.
Wang Zhenyi en el trabajo. Fotos de CFP
Generalmente, el paciente de leucemia se somete a la quimioterapia. Sin embargo, al atacar las células malignas, este tratamiento lastima las sanas y, sobre todo, afecta seriamente el sistema inmunológico humano, de manera que resulta sumamente difícil conseguir una curación radical de la enfermedad. En 1959, Wang Zhenyi, que solo tenía 35 años, comenzó a desafiar la leucemia. Su equipo trató a más de 60 pacientes y a todos les aplicó la quimioterapia. Todos perdieron el cabello.
“Al cabo de medio año, ninguno se salvó. Como médico, fue realmente muy desalentador el resultado”. Aunque no fue responsabilidad de Wang, la desaparición una tras otra de estas vidas le hirió profundamente el corazón y le hizo dudar de la quimioterapia. Fue entonces cuando empezó a pensar en un nuevo tratamiento para la leucemia. Inspirado en el pensamiento confuciano de “borrón y cuenta nueva”, dirigió a su “fracasado” equipo a emprender la carrera de la “transformación” de las células cancerosas.
En 1978, cuando el país comenzaba a aplicar la política de reforma y apertura, Wang Zhenyi, quien era entonces jefe de la Oficina de Enseñanza e Investigación Patológica y Fisiológica de la Escuela de Medicina Nº 2 de Shanghai, halló finalmente una prueba científica en una tardía revista extranjera: expertos israelíes habían comprobado en 1972 que las células leucémicas en ratones podían ser transformadas, en determinadas condiciones, a células normales. Como resultado de ello, Wang Zhenyi propuso la idea de “diferenciación e inducción”, que consiste en aplicar ciertos medicamentos en las células cancerosas para inducirlas a desarrollarse normalmente y que se transformen en células benignas.
“Sabemos que las células tumorales se originan dentro de uno mismo y no son introducidas desde el exterior. Es como tratar a un hijo malo. ¿Los padres deben pegarle o educarle? El tratamiento anterior consistía en matar las células malignas con venenos químicos, de manera que las células normales quedaban seriamente afectadas. Pero la terapia de ‘diferenciación e inducción’ se basa en la persuasión y la regeneración”, explica Wang Zhenyi.
19 de enero de 2011. Wang Zhenyi brinda una conferencia en la Escuela de Medicina subordinada a la Universidad Jiaotong de Shanghai.
La niña de 5 años que sufría de APL fue, afortunadamente, la primera paciente en ser curada con la aplicación oral del ácido transretinoico total. Lo que le ha hecho sentirse satisfecho a Wang es que, 28 años después, la niña ha crecido y se ha vuelto una joven muy bonita. Hace tres años se casó y ahora trabaja en una compañía farmacéutica mundialmente reconocida.
Búsqueda incesante de nuevos caminos
La rehabilitación de la primera paciente le dio mucha confianza a Wang Zhenyi. Enseguida mandó a buscar en los hospitales de Shanghai a más pacientes de APL. Cada vez que encontraba a uno, persuadía a sus familiares para que aceptaran la terapia de “diferenciación e inducción”. De este modo trató a 24 pacientes y la tasa de supervivencia superó el 90%.
Sobre esta base y al frente de su equipo, Wang descubrió que la combinación de ácido transretinoico total y óxido de arsénico en el caso de la leucemia podía elevar la tasa de supervivencia de 5 años al 85% ó 90%.
Fue entonces cuando Wang Zhenyi emprendió de inmediato la segunda fase, la promoción de su tratamiento, con el fin de rescatar a más pacientes “condenados a muerte”. Numerosas y reconocidas instituciones extranjeras de investigación en hematología se unieron también a los ensayos clínicos. Ellas también confirmaron el resultado milagroso de estas píldoras comunes y corrientes.
En 1989, Chen Zhu, quien estudiaba en Francia, decidió regresar al país tal como había previsto y se reunió con su profesor Wang Zhenyi en Shanghai. Muy pronto verificó que la medicina tradicional china llamada “arsénico” (el ingrediente principal es trióxido de arsénico) en combinación con la medicina occidental podía tratar eficazmente la APL, permitiendo que la tasa de supervivencia de 5 años libre de la enfermedad aumentara de un 25% a un 95% aproximadamente.
En 1996, la investigación de Chen Zhu iba madurando. Mientras tanto, Wang Zhenyi decidió cederle a su discípulo de 42 años el puesto de director del Instituto de Hematología de Shanghai, un cargo que representa el nivel más alto en este campo en el país.
Previo a eso, en 1994, Wang Zhenyi ya se había convertido en uno de los primeros miembros de la Academia China de Ingeniería y fue galardonado con el premio Kettering, el más importante en el ámbito de la investigación del cáncer a nivel internacional y que es reconocido por académicos como el Premio Nobel de esta disciplina. El jurado lo consideró “el primer hombre que ha logrado la aplicación exitosa de la terapia de diferenciación e inducción en la historia de la lucha de la humanidad contra el cáncer”.
“Mi mayor deseo es transmitir toda mi riqueza académica acumulada y la verdad de la vida a los jóvenes. La mayor felicidad de un profesor es ver que sus estudiantes lo superan”, manifiesta Wang.
No solicitar una patente
Gracias a esta terapia, Wang ha logrado curar a miles de pacientes de leucemia. En estos últimos 25 años, la medicina oral del ácido transretinoico total (cuya caja cuesta solo algo más de 10 yuanes y, además, con varias cajas uno puede aliviar el mal) ha salvado innumerables vidas. “Esta medicina es también barata porque no hemos solicitado patente”, señala Wang. “El sistema de patentes de China empezó en la década de 1980, pero no se me ha ocurrido solicitar una porque pienso que este fruto de la investigación científica puede rescatar a más personas, por lo que debería pertenecer a toda la humanidad”, explica con mucho énfasis. “Para nosotros, los médicos, lo que nos estimula es aplicar la terapia a otros pacientes lo más pronto posible. Por eso, lo que hicimos fue promoverla en todo el país inmediatamente. Cuando mis alumnos salían al extranjero llevaban también el medicamento. (…) Algunas personas me dicen que he perdido mucho así, pero creo que hemos ganado mucho con curar a cada vez más pacientes”, concluye.
En su escritorio hay una gran computadora Apple que ocupa casi la mitad del espacio. Poca gente imagina que Wang sabe más de la historia de Steve Jobs, el padre de Apple, que los propios jóvenes. En su tiempo libre le gusta escuchar música, jugar al bridge o practicar el tenis de mesa. También se entretiene jugando solitario en su ordenador. Un promedio de 8.000 puntos es su objetivo. Cuando en ciertas ocasiones gana 10.000 puntos se pone muy contento. “Esto prueba que todavía no tengo Alzheimer”, bromea.